viernes, 28 de octubre de 2011

A León Valencia II


Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie


Si existe un tema sobre el que el gremio ganadero ha realizado una reflexión reposada y mesurada, es con respecto al asunto de la tierra. Contrario a lo expresado por León Valencia, hemos manifestado la urgencia de acometer un reordenamiento territorial productivo en el campo. Pero reconocemos que es un tema álgido, que puede generar debates irracionales cargados de “ideologismos”, en lugar de ser una oportunidad para precisar la visión que el país debe tener sobre el desarrollo rural y sus inmensas posibilidades.

Sabemos que en la ruralidad existe un conflicto de uso del suelo, fundado sobre el desplazamiento de la producción pecuaria desde sus zonas de vocación natural, hacia tierras agrícolas y de ambas actividades –ganadería y agricultura– hacia áreas poco aptas para su desarrollo. Pero éstas no han sido las únicas responsables. La expansión de los cultivos ilícitos hacia zonas agropecuarias, parques naturales y regiones selváticas y el avance de las actividades minero-energéticas, han contribuido invadiendo cultivos y praderas, dañando ecosistemas frágiles y al desmote de la selva.

Pero este reacomodo espontáneo de la producción rural se produjo al son de las fuerzas que presionaron y presionan las estructuras productivas. Para empezar, el mismo fracaso de reformas agrarias. Las razones están atadas a la práctica ambigua e incipiente de entregar tierras sin el acompañamiento institucional, sin un norte de producción, sin una oferta de bienes y servicios públicos básicos, en ausencia de una política de democratización del crédito, asistencia técnica y garantías de inserción en los mercados, en las que tanto hemos insistido. A la postre, sólo se habilitó la conformación de minifundios de insubsistencia, improductivos e inviables financiera y económicamente.

Desde el 2006, en nuestro plan de desarrollo, PEGA 2019, dijimos abiertamente que la ganadería no puede continuar en 40 millones de hectáreas, cuando lo puede hacer en 20 millones, incluso doblando el hato. Hemos hablado de la urgencia de instaurar una ganadería intensiva y de dar paso a una agricultura moderna, capaces de resolver los temas de biocombustibles y mejorar la oferta agrícola, en aras de la seguridad alimentaria y ambiental. Una visión que pasa por la reconversión productiva y el buen uso de los suelos. Pero también implica nuevos recursos para crédito y mucha más inversión en infraestructura e institucionalidad pública en la ruralidad. ¿Podemos contar con eso? ¿Esta el país dispuesto a repensar el sector rural y generar las condiciones de inversión pública y privada para una verdadera reconversión productiva, que elimine el conflicto en el uso de la tierra?

Contrario a estas urgencias, que son el meollo de la Colombia del siglo XXI para dar respuesta a la crisis agroalimentaria de que habla la FAÓ,  agobia la parálisis propositiva que no ha madurado más allá del discurso demagógico de la reforma agraria, aderezado con la peregrina invitación a elevar las tasas impositivas sobre la propiedad y la producción rural, ya de por sí onerosas. Agregue las acusaciones temerarias que, como las de León Valencia, desconocen de plano los esfuerzos de modernización que hemos emprendido con recursos privados y el apoyo del Banco Mundial, para establecer desarrollos de ganadería sostenible.  

Aún así, me pregunto: cuál es el concepto de desarrollo rural al que se está apostando, que no termina de poner sobre la mesa todas las piezas y que más parecen avanzar otra vez, como lo fue en los 60s, a generar un debate anacrónico y funesto, para que la tierra, convertida en bandera política, no sea una variable productiva para generar riqueza y bienestar en el campo colombiano? Otra vez la tierra y quienes vivimos honestamente de ella, no tenemos por qué estar condenados a repetir los errores de la historia.  


*Presidente Ejecutivo de FEDEGÁN.

viernes, 21 de octubre de 2011

La hora de la Verdad de los TLCs


Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@Jflafaurie

Quisiéramos compartir la euforia por la firma del TLC – USA pero no tenemos motivos. Por eso el Ministro de Agricultura en un acto de sinceridad técnica, reivindica las preocupaciones que formulamos desde el inicio del proceso en torno a las iniquidades que se estaban configurando para el sector pecuario en los tratados comerciales. Aunque el Ministro ha salido a poner la cara, es claro que las explicaciones a las “ingenuidades” –como él llama a los errores cometidos en los acuerdos– tendrán que darlas los líderes de los equipos negociadores, especialmente, Hernando José Gómez, quien hoy ejerce como director del DNP.

Y es que pese a la buena oferta ganadera y a la certificación como país libre de aftosa, la actividad ha sido gran perdedora. Para la muestra un par de botones. En 2013 cuando entre en vigencia el TLC - USA, llegarán a nuestro mercado: lactosueros, leches líquidas o cortes finos de res sin restricciones. Pero, además 6.400 toneladas de carnes industriales y vísceras, 5.000 de leche en polvo, 2.100 de quesos y 1.900 de otros productos lácteos. Sólo para el primer año, en adelante podrán sumar 5% más y sin desmontar los subsidios internos a sus productores. En contrapartida, nosotros eliminamos el SAFP y, hoy, cruzamos los dedos para que algún día acepten nuestro estatus sanitario y nos permitan el ingreso de los productos.

La negociación con la Unión Europea nos dejó un panorama más gravoso en lácteos. En 2013, a las 9.000 toneladas que estamos importando, se sumarán 10.900 toneladas que le concedimos al viejo continente entre quesos, leche en polvo, lactosueros y derivados lácteos. Con una connotación adicional, la salvaguardia que se habilitó a nuestro favor sólo puede activarse cuando la sobreoferta haya deprimido irreparablemente los precios internos al productor. Ellos nos recibirían 5.600 toneladas en carne y desgravarían en 7 años sus aranceles de leche, pero condicionado al lleno de sus requisitos sanitarios. Con el TLC con Suiza, hay poco que decir, salvo las 500 toneladas de queso concedidas sólo para el primer año.

Gracias al tratado con Mercosur, en nuestras góndolas ya encontramos carne argentina. En cambio Colombia no ha podido llevar un kilo a estas plazas. Desde agosto Canadá empezó a hacer uso de los contingentes que le permiten poner en Colombia 5.250 toneladas de carne sin arancel, pero en contrapartida, nuestra carne –exenta de aranceles de manera inmediata– está “vetada” por restricciones sanitarias. Los lácteos fueron excluidos del acuerdo.

¿Cuál es el balance neto? El “acceso preferencial” otorgado por Colombia en los TLC permitirá que en esta década ingresen al país, vía contingentes sin arancel, un total de 33.731 toneladas de leche en polvo y 15.259 de queso, más un volumen estimado de 10.000 de lactosueros. Esto es equivalente al 24% de la producción formal, casi 6 veces nuestros inventarios naturales y 8 veces la enlechada de 2009. Y nosotros con los mercados cerrados por admisibilidad sanitaria.
La única noticia alentadora es la postura del Ministro de Agricultura: por un lado, la promesa de que el sector agropecuario no volverá a ser un comodín en los nuevos TLC que se están negociando con Corea y Turquía, y por otro, que “hay tiempo para recobrar lo perdido y ponernos a tono a fin de sacarles jugo”. Lo que de plano indicaría que el gobierno está dispuesto a superar, en tiempo récord, lo que no hemos hecho desde 2004 en materia de agenda interna y, especialmente, en el frente sanitario. No nos queda más remedio que creerle señor Ministro. A fin de cuentas, “después del ojo afuera…”.

*Presidente ejecutivo de Fedegán.


viernes, 14 de octubre de 2011

A León Valencia I


Por: José Félix Lafaurie Rivera*
 @jflafaurie  

La ambigüedad o la distorsión de los hechos que han marcado nuestro conflicto armado interno, se le perdonarían a alguien que intenta estudiarlo
a priori o sin conocimiento de causa. Pero para quienes han sido protagonistas de una las facciones de esta brutal guerra, como es el caso de León Valencia, resultan menos que inadmisibles. Durante 23 años hizo parte del Comando Central del ELN y aunque aplaudo su valor para transitar hacia la democracia, causa escozor que no apele a su memoria y recabe en las órdenes que se impartían desde el COCE para decidir asesinatos, secuestros, extorsiones y abigeatos, que tanta miseria generaron entre los ganaderos.

Asegurar que los ganaderos financiaron en el pasado la formación y expansión paramilitar es una verdad a medias. La magnitud que exhibió su desmovilización, hace dudosa la premisa y cobardes sus conclusiones. Afirmar que hoy, en 2011, somos promotores de la violencia es una falacia. Me sorprende sí, el vacío de información y los juicios parcializados sobre el complejo asunto de la tierra, al que me referiré en mi próxima columna. Y aún más, la tergiversación que algunos tejen sobre el contexto histórico de la victimización de los ganaderos y la brutal connivencia entre guerrillas, paramilitarismo, narcotráfico, BACRIM y delincuencia común. Estos sí auspiciadores de primer orden de la barbarie.

Y es que el plan de Valencia de estigmatizarnos como victimarios, no habla de la crueldad que impusieron en las zonas rurales y semiurbanas, primero las guerrillas y luego, como consecuencia de ello, las autodefensas, todas contaminadas por el narcotráfico. Configuraron un nuevo Estado para administrar justicia y tributos basados en el terror, mecanismos para alterar la tenencia de la tierra, levantar narcocultivos y laboratorios de coca. Callar era el único salvoconducto para conservar la vida, aunque una inmensa mayoría tuvo que pagar o huir. Y la sociedad entera silenció la muerte y ruina de los ganaderos.

Estas dinámicas que estoy seguro no desconoce León Valencia, entre otras razones, porque financiaron la barbarie que aún nos enluta y cuya ideología él compartió, se mantuvo oculta hasta la desmovilización del paramilitarismo y las primeras deserciones  guerrilleras. Con ellas surgió una versión recortada de la verdad histórica, a la espera de la rendición de las guerrillas. Porque si la primera evidenció la contrarreforma agraria de las autodefensas y la “parapolítica”, la otra hablará del despojo de tierras de “Tiro fijo” y “Jojoy”, de elenos y FARC financiando políticos, de las minas antipersonal, la toma de presupuestos locales y también de sus “financiadores”.

Si bien reconocí que en ciertas  regiones algunos ganaderos vieron con buenos ojos a las primeras autodefensas, lo hicieron porque el ELN y las FARC los asesinaban, secuestraban y extorsionaban por miles. No por ello se puede recurrir irresponsablemente a generalizaciones, a enlodar la actividad y generar ánimos vindicativos que conviertan a productores honestos en blanco de nuevos odios y continuar sumando al obituario. En 2009 contamos 3.923 víctimas ganaderas que Fundagán compiló en el libro “Acabar con el olvido”. Lo invito a leerlo, porque los ganaderos tenemos capacidad de reconciliación, pero no olvidamos quienes fueron nuestros verdugos.

Creo que hoy la verdad, la justicia y la reparación se convirtieron en mercancías brumosas, que se “acomodan” al intérprete de turno de acuerdo con su pasado, posición actual, intereses, prejuicios y hasta sus frustraciones. No es el camino que necesitamos recorrer para la reconciliación. Seguimos en mora de un debate franco y abierto, en lugar de la peligrosa trampa de acusaciones temerarias, que flaco favor le hacen a la paz y de propuestas populistas que no consultan la realidad del sector rural colombiano.

*Presidente Ejecutivo de FEDEGÁN.

viernes, 7 de octubre de 2011

Para cerrar un capítulo


Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie  

La emotiva jornada del Día Nacional del Ganadero, contribuyó a clausurar la controversia sobre la supuesta intervención de FEDEGÁN, en la política para controlar las exportaciones de ganado en pie. Para desazón del puñado de productores interesados en distorsionar la información y dañar la imagen del gremio –por razones que ignoro–, fue el propio Ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, el encargado de aclarar los determinantes técnicos que llevaron a su cartera a establecer la restricción y reiterar la autonomía gubernamental para expedir el Decreto 2000. Aclaraciones que él había expresado en Sincelejo y que refrendó en El Nogal.

Con estas premisas, yo también quiero precisar el alcance de FEDEGÁN en este asunto. Los antecedentes los consigné en la carta que dirigí al Ministro en agosto de 2010 y que mis detractores publicaron, arguyendo que había originado la decisión que adoptó el Gobierno un año después –junio de 2011– para limitar el comercio de reses. Mi comunicación buscaba advertir las dificultades que enfrentaba la ganadería. En 2009 Venezuela había roto relaciones con Colombia y la bonanza que en 2008 generó divisas ganaderas por US$750 millones, había terminado.

Algunos indicadores daban cuenta de una caída del 99% en las exportaciones y aumento en costos de producción. El precio del kilo en pie que había crecido, cayó entre 20% y 25%, pero no ocurrió lo mismo con el precio al consumidor. Perdimos 4 kilos en el consumo interno y se desplomó en 30% el ingreso de los productores. Recogíamos las consecuencias de concentrar nuestras ventas en una plaza inestable y de un intercambio signado por la especulación y las distorsiones cambiarias.

El proceso había propulsado de manera irreal el precio del ganado, estimulando la liquidación del hato, especialmente de hembras, para responder a la demanda venezolana de carne y principalmente de animales vivos de Colombia, que entre 2005 y 2008 aumentó en 275%. La meta para algunos importadores venezolanos fue ganar el diferencial cambiario entre la tasa oficial y la del mercado y, para los nuestros, aprovechar la bonanza, que algunos interpretaron como “todo vale”, incluso recurrir a exportaciones ficticias.

Mi solicitud nunca fue otra, que la de andar con pies de plomo en la reapertura del mercado venezolano. Necesitábamos atajar una corrida masiva de animales que afectara el inventario maltrecho por el comercio irregular y la ola invernal– y sus efectos en inflación y consumo. Así lo refrendé en otra carta de principios de este año, cuando prosperaban las mesas binacionales, en las que se esbozó el interés de Venezuela en adquirir 220.000 animales vivos y ni un kilo en canal.

Para entonces, cuajaban nuestros intentos para diversificar mercados de exportación y nos tomó por sorpresa la Resolución 161 del 21 junio, que autorizaba cupos de máximo 90 animales para cualquier destino y abría la exportación hacia Venezuela. Reiteré mis prevenciones –en la misiva del 1 de julio– y advertí la inconveniencia de la medida en una coyuntura sustancialmente diferente. De hecho, cerraba cualquier posibilidad de entrar a El Líbano, que nos exigía 9.500 animales por envío.

La liberación de las exportaciones de bovinos machos, conservando medidas preventivas en materia de vientres, cerró para mí este lamentable capítulo. Sólo he vuelto al mismo para comprometer a los ganaderos en temas de envergadura. El futuro pasa por comprender las transformaciones de la economía mundial, sofisticar la oferta y golpear en donde podamos entrar con diferencial de precios y pago transparente. Será un futuro matizado por una agenda crítica para al campo, que vuelve a ser bandera política con el fantasma de la reforma agraria redistributiva y más impuesto sobre el predial.

*Presidente Ejecutivo de FEDEGÁN.