viernes, 31 de enero de 2014

La estrategia reeleccionista



La Convención Conservadora derrotó la mermelada. El mandato rotundo de las mayorías, desvirtúa los intentos de propios y extraños, por deslegitimar una auténtica expresión democrática. El resultado no pudo ser más formidable y contundente. Las bases eligieron el honor y el derecho de la colectividad a representar los intereses genuinos del conservatismo. Rechazaron el “unanimismo” que pretendía perpetuar el Gobierno a punta de cucharadas de “mermelada”. De rebote, evidenciaron el inconfeso temor por una fórmula alternativa para ese 30% de colombianos con intención de “voto en blanco”, que sin duda forma parte del 63% no reeleccionista. Los “azules” fracturaron la Mesa de Unidad Nacional, orillaron al santismo a la incertidumbre de la segunda vuelta y sacudieron a su propia dirigencia, con un llamado a la coherencia doctrinaria y moral.

Sí. Fue un hecho político contundente. La injustificada silbatina contra el Senador Gerlein y el respaldo absoluto a Marta Lucía Ramírez, como candidata propia del partido, fueron manifestaciones rotundas de los indignados. No era para menos, ante el descrédito al que fueron sometidos los partidos de la Mesa de Unidad Nacional, tras el destape del computador de Palacio. Los convencionistas, incluso los que fueron tentados con la mermelada, votaron contra la reelección y la venta sin pudor de la colectividad, a cambio de prebendas burocráticas y cupos indicativos, que no produjeron el resultado esperado. Y claro, la ira por el sorpresivo "conejo" desde la propia base de los “alfiles del santismo godo” terminó en la impugnación de la convención ante el Consejo Nacional Electoral.

Vestido y alborotado quedó a pocos metros de la convención el Presidente-candidato. Dueño de la mano que se verá obligada a esparcir otras capas de mermelada para realinear lealtades entre los tres partidos que mantienen la tambaleante coalición. Le será incluso necesaria una buena dosis de “propaganda negra” del señor JJ Rendón, para desandar el camino. Sabe que la aspiración legítima de Marta Lucía Ramírez se convirtió en la primera piedra en el zapato, a su costumbre de cooptar los partidos con la mermelada, para sacar del debate electoral a los candidatos que pudieran significarle un desafío a su interés reeleccionista.

Ahora no le será fácil aplicar su estrategia neumática para llegar invicto en la primera vuelta, minimizando a los candidatos opositores, como lo viene haciendo con Oscar Iván Zuluaga, que no obstante se mantiene en la pelea. La cosa en adelante será a otro precio. La presencia de Marta Lucía Ramírez, no sólo amplía el caudal electoral que escapa al control de la Mesa de Unidad Nacional, sino que exponen al Presidente-candidato al predicamento de enfrentarse en segunda vuelta, a las fuerzas conservadoras que mueven más de 2.5 millones de votos o, en su defecto, al potencial que arrastra el Uribismo. Uno u otro podrían alienar a buena parte de la masa de votantes insatisfechos y derrotar la reelección. Y, entonces, ¿cuál será su siguiente jugada? Difícil encrucijada para la U y su coalición. Despuntó ahora sí la campaña, con una oposición que dará una sorpresiva batalla en las urnas.

Las bases conservadoras confirmaron la esperanza del número creciente de colombianos que está muy lejos de lo que Santos representa y sabe de la ausencia de gobierno. Mientras los problemas del país se agravan, él sigue empeñado en exorcizarlos con mentiras y verdades a medias sobre el proceso de La Habana, cuando las salidas están atadas a la solución de los males de 44 millones de ciudadanos, en frentes abandonados a su suerte. Son hechos que infieren una reflexión en la bancada conservadora en su nueva aspiración. Apoyar a Santos en contra del sentir de las mayorías, sería una trampa mortal. Marta Lucía Ramírez puede hacer la diferencia. Tiene la capacidad de las mujeres aguerridas, la independencia de unas manos limpias y el ímpetu del aval unánime del conservatismo puro.


sábado, 25 de enero de 2014

“Salvedades pendientes”

Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie

¿Cuál fue el propósito de circular por estos días, un folleto con los supuestos acuerdos suscritos en La Habana? Desinformar, sin duda. No son documentos definitivos. Son versiones inconclusas, con vacíos y omisiones en los temas más álgidos del “desarrollo agrario” y “participación en política”. “Pendientes” que sólo se resolverán al término del proceso, cuando por fin se conocerá el “paquete completo” del que habló el Presidente en Europa, con todas las exigencias de las Farc. Pero la publicidad engañosa, tuvo otra misión: buscar adeptos reeleccionistas. Mostrar resultados, aunque ficticios, puede sumar conciencias entre la masa desinformada, que seducida por una hipotética proximidad a la paz, no calcula cuán cerca estamos de un pacto inviable.
En otras palabras, las llamadas “salvedades” sin digerir por la opinión, ni digitar en el cuadernillo que se divulgó, marcarán la desastrosa suerte de todo el “paquete… chileno”, según el cual “nada está acordado, hasta que todo esté acordado”. Entre esos delicados asuntos está el de las hectáreas que serán “cedidas” a las Farc, para consolidar Zonas de Reservas Campesinas (ZRC). Los narcoterroristas han hablado de 9.5 millones de hectáreas, el 30% de la tierra agropecuaria del país, pero nadie sabe en dónde está esa tierra. La incautación de bienes del narco para alimentar el fondo de tierras, ha sido inocua. En 17 años de Extinción de Dominio, se han distribuido 50 mil hectáreas de los extintos carteles y mediante la Ley de Justicia y Paz apenas se han afectado 22 predios de los paramilitares.
Pero tampoco hay claridad sobre la formalización “masiva” de la propiedad. ¿Cuántas explotaciones son y cómo se resolverán los conflictos entre campesinos, comunidades tribales y “afros”? Otros mecanismos como la restitución, la recuperación de baldíos y el despojo de las Farc, tampoco están exentos de indefinición. De momento se han surtido 1.000 fallos judiciales, de 32.688 solicitudes de restitución que han ingresado al registro. El lío judicial de los baldíos –cuya complejidad no termina por precisarse– afectó la inversión en la Altillanura y puso en riesgo la propiedad privada. De las 800 mil hectáreas usurpadas por las Farc no se tiene noticia, pese a que están demarcadas en los computadores confiscados.
Aunque el Jefe Negociador, Humberto de La Calle, ha pretendido “desmitificar” la inseguridad jurídica de la propiedad legalmente adquirida, lo cierto es que se ignora el rumbo que tomarán la Extinción Administrativa y Judicial y la Expropiación, para darle gusto a las Farc. Los indicios desde el Proyecto de Desarrollo Rural, no son halagüeños. No menos relevantes son las conexiones entre la “integración de regiones” que propone el acuerdo agrario –léase ZRC– y las propuestas en participación política y drogas ilícitas. ¿Será en estas “republiquetas independientes” –fortines farianos– donde operarán las “democráticas” Circunscripciones Especiales de Paz? ¿O acaso serán las áreas privilegiadas de producción de hoja de coca, desmilitarizadas sin Dios ni Ley –y ahora con la bendición del Consejo de Estado– para el próspero negocio del narcotráfico?
No creo que las mayorías compartan la conclusión del señor Felipe González, según la cual  estos dos “acuerdos”, vacíos del contenido neurálgico, hacen irreversibles las negociaciones. Como tampoco el optimismo del Presidente Santos, que espera que  “cuando presentemos (a los colombianos) el paquete completo (del acuerdo) lo van a comprar, lo van a aceptar y lo van a apoyar”. Un cuento que ni él cree. ¿Quién apuesta al respaldo popular para indultar magnicidios “relevantes” –de los que preocupan a Santos– y de los “irrelevantes” que siguen azotando a los colombianos de a pie –a todas luces fuera del cómputo reeleccionista–? ¿O quién avala la presencia de Timochenko y Márquez en el Congreso, que ya promociona el Presidente en el extranjero? Baraje despacio. La diplomacia internacional es flor de un día y no pesa en el cálculo ciudadano para elegir las preferencias en las urnas.

*Presidente Ejecutivo de Fedegán.

viernes, 17 de enero de 2014

La verdad: primera víctima



Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie

En la guerra la primera víctima es la verdad. También parece serlo en las negociaciones con actores armados. Y más aún, cuando la reelección depende de los criminales. Las mentiras o verdades a medias se hicieron sistemáticas para este Gobierno. Buscan justificar la actuación y obviar el chantaje de los narcoterroristas, para mantener una opinión favorable que rente unos puntos en las encuestas. Lo importante es no quedar al descubierto, aunque tenga que pagar el favor a las Farc. Ahí están los recientes desaciertos. Se habilitó la extraña liberación de “Julián Conrado”, se ocultó el derribo del helicóptero en Antioquia y habrá que ver si luego se disculpa también la barbarie de Pradera (Valle). Mientras las Farc frotan victoriosas sus manos, el Gobierno luce más atrapado por los diálogos y la sociedad más confundida e incrédula.

El Gobierno no necesitaba mentir, a propósito de la cancelación de la orden de extradición de “Julián Conrado”. No es claro si lo hizo porque las Farc lo indujeron o si, por el contrario, lo llevó deliberadamente a Cuba por exigencia de las Farc, con el argumento que iba como negociador, cuando la realidad era otra. No es la primera vez. Primero fue “Pablo Catatumbo” del Bloque Occidental, y ahora el “cantante” del Bloque Sur y quien fuera mano derecha de “Simón Trinidad”. Quién sabe si en el desfile hacia el lavadero de delitos de La Habana, se incluyan otros peligrosos cabecillas como los alias “Isaías Trujillo”, “Román Ruiz”, “Rubín Morro” o “Pedro Baracutado”, comandantes del Bloque Iván Ríos, hoy en abierta desobediencia de sus mandos en Cuba.

Ahí está el Frente 36, uno de los primeros en violar la tregua en diciembre de 2012 y que repitió en este segundo cese unilateral al fuego, al igual que las estructuras que operan en Cauca, Norte de Santander, Arauca o Nariño. En inteligencia nadie descarta la autoría de esa célula en el siniestro del helicóptero en Anorí o la del Sexto Frente en la moto-bomba de Pradera, aunque en Casa de Nariño prefieren apuntar a un accidente, a otros actores y a la tácita e indefensable “torpeza” de las Farc. Es probable que en el “legítimo” afán reeleccionista del Presidente Santos, toda la cúpula del Estado Mayor Conjunto de las Farc termine en Cuba. ¿Es parte de las concesiones? Nadie sabe.

El secretismo es evidente, como las mentiras desde antes de noviembre de 2012 y que hoy sirven a las Farc para extorsionar al Presidente Santos. De hecho, otros asuntos otrora inamovibles, han ido cobrando vida inexplicablemente, como la Asamblea Nacional Constituyente, para ceder al apetito reformista de las Farc y hacer nugatorios 50 años de barbarie. Las Farc ya hablan de 141 integrantes, entre los cuales figurarían guerrilleros nominados en forma directa. La vía sería la consulta en referendo, simultáneo con los comicios. Para eso se reformó el Estatuto de Participación Ciudadana cuya intención inicial nadie entendió, ni las propias Farc, pero que hoy cobra sentido.

No sería extraño que también se abandonara la erradicación de los cultivos de coca, se neutralizara la fuerza pública en esas zonas y hasta se diera paso a liberaciones masivas de guerrilleros. Ya está bueno. El Gobierno tiene la obligación de brindarle transparencia y honestidad al proceso de paz, de cara al voto popular que lo eligió y que pretende volver a conquistar. Tenemos derecho a saber qué se está pactando. Cuáles son los términos en materia de verdad, justicia y reparación. Con quién se está negociando realmente –15, 1.500 o 15.000 hacen una enorme diferencia–. Qué hay detrás del movimiento de otros cabecillas hacia La Habana y por qué se miente innecesariamente al país sobre los crímenes que siguen cometiendo las Farc. Podría ser un principio para quitarse la cadena de “rehén” y evitar la extorsión de las Farc. 

*Presidente Ejecutivo de Fedegán.

viernes, 10 de enero de 2014

La lección de Mandela

Por: José
Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie

 
Con el año nuevo el discurso conciliatorio del Presidente Santos de “unidad” y “respeto por las diferencias y opiniones ajenas” se esfumó. Como si no hubiera escuchado su propia invitación decembrina, la emprendió contra quienes usamos el derecho a expresarnos por los inciertos pactos que se perfilan en Cuba. Ningún colombiano puede “ser enemigo de la paz” o levantar
“propaganda negra” para torpedearla. La paz requiere acuerdos que podamos aceptar como nación para refrendarlos. Paradigmas de catarsis como la sudafricana, próxima al recuerdo tras la reciente muerte de Nelson Mandela.
Claro, allí fueron posibles gracias al líder que concilió entre adversarios radicales. Pero en  Colombia quien se dice “adalid de la paz”, concierta fórmulas inadmisibles con los ilegales y profundiza las fracturas sociales con quienes estamos del lado de la Ley y las instituciones.

 
La máxima de “divide y reinarás” funciona para la guerra, no para la paz. Es un anhelo compartido, sin bandos en contra. Pero sabe el Presidente que los colombianos no ignoramos que el camino recorrido, no garantiza que arribemos a ese escenario. No queremos una paz violenta sin desmovilización y dejación de las armas por parte de los narcoterroristas. No queremos una paz impune, sin justicia, verdad y reivindicación para las víctimas pero con curules para quienes, durante 50 años, sacudieron el campo con terror. Queremos una paz justa, posible, donde la unificación y la reconciliación estén por encima de ánimos vindicativos. Pero no será apartando a los contradictores o estigmatizando las opiniones en contra como se va a lograr.
 
Son argumentos de fondo, que en su momento supo leer un genio político como Mandela y que le evitó a ese país décadas adicionales de violencia que, al decir de los “avances” en Cuba, sería la triste suerte que espera a los colombianos. El libro de John Carlin, traducido al español como “El factor humano”, condensa parte de la historia de la transición sudafricana. El fin del apartheid como
política de Estado, recorrió un largo camino que pasó por el reconocimiento de la inutilidad de las armas y la revolución, hasta la purga en prisión de quien años después haría lo impensable: el reencuentro y la reintegración de una nación fuertemente dividida por la segregación racial.

 
El culmen de la hazaña de Mandela, lo selló el día de la victoria sudafricana en el mundial de Rugby del 95. Un deporte que simbolizaba el poderío de los afrikaners, pero también la desigualdad, la segregación, incluida la del equipo a nivel internacional,  logró congregar en torno a 2 himnos –el blanco y el negro–, una bandera y una misma camiseta, a enemigos tradicionales hasta entonces irreconciliables. Era una nueva Sudáfrica, donde todos los sudafricanos –blancos, negros, mestizos y las mismas facciones extremas del Congreso Nacional Africano y del Partido
Nacional– empezaron a sentirse parte de un mismo destino.  "Un equipo, una nación" sello la nueva era.

 
¿Qué tan cerca estamos los colombianos de un líder carismático y generoso, que sepa conciliar los anhelos, esta vez desde la legitimidad, para atarlos a los acuerdos de La Habana y trazar una seda compartida de nación? Es el dilema. Mientras se entreguen todas las prerrogativas a los que bañaron de sangre el país, pero se excluya a las víctimas y se acallen las voces disidentes –no
contra la paz, sino contra acuerdos inaceptables– difícilmente podremos comulgar con un futuro sin consensuar. Más aún, cuando nuestro “capitán de campo” ve enemigos de la paz donde sólo hay ciudadanos respetuosos de la Ley, buscando un futuro sostenible y unas reglas de juego, capaces de conciliar los profundos disensos que nos fracturan como nación. Nadie quiere un posconflicto
al estilo de El Salvador y si podemos evitarlo por qué no hacerlo. Con lo cual, el mayor reto es encontrar un Mandela a nuestra medida.

 
*Presidente Ejecutivo de Fedegán.

¡Esto no va bien¡

Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie

Grandes decisiones de Política Exterior se acumulan peligrosamente. En el entretanto, la opinión pública y en especial la clase dirigente no quiere mirar con  atención el complejo vecindario que ha emergido en América Latina. En el hemisferio, las otrora democracias dieron un paso al costado y hoy exhiben neopopulismos con síntomas de anarquía y totalitarismo. Un fenómeno que muchos asocian a la configuración de puntas de lanza de regímenes extremistas, un rencauche de la Guerra Fría o el avance del Foro de Sao Pablo. Por supuesto, el Gobierno Nacional parece más dispuesto a permitir la intromisión en nuestros asuntos internos -el desenlace de los diálogos de La Habana depende más de Cuba y Venezuela que del propio Gobierno- o la reciente violación de la soberanía, antes que enfurecer a nuestros nuevos “mejores amigos” en la región o ponerle coto a sus pretensiones expansionistas territoriales o ideológicas.

Quizás por ello, hoy miramos impávidos la indefinición del litigio limítrofe con Nicaragua y la inactividad jurídica ante la Corte de La Haya, a más de un año de su lesiva decisión; o, la incontestada nota de protesta, tras el sobrevuelo ilegal de aviones de guerra rusos. Y mucho más, la dinámica que han tomado los reiterados permisos para misiones militares, procedentes de la “nueva cortina de hierro” que se intenta imponer en la región. Hasta ahora, nada sabemos sobre el cargamento ilegal de armas fletado por Cuba en el buque norcoreano retenido en Panamá, pese a los rumores de su desembarco en la frontera ecuatoriana. 

Insisto: Nos convertimos en simples observadores de la reconfiguración geopolítica de la región y de la progresiva penetración militar de China, Rusa e Iran. Nada hay de casualidad. Los países del Alba escalan la carrera armamentista y de cooperación en temas de seguridad con potencias ajenas y distantes. América ya no es de los americanos: sentenció el Secretario de Estado, Kerry. Nadie está midiendo los riesgos. No hay un gobierno consiente para exigir y reclamar explicaciones, de la misma manera como Chávez lo hizo cuando Colombia firmó el Acuerdo con Estados Unidos para el uso de 7 bases militares. Un aliado estratégico que ahora firma convenios de cooperación con Nicaragua para patrullar el mar territorial de Colombia, junto con la Armada rusa, para combatir el narcotráfico en la región. 

Hay analogías que sirven para ilustrar la coyuntura. Churchill en su discurso en Fulton, Missouri, de 1946, decía: “ha caído sobre el continente un telón de hierro (…) No creo que deseen la guerra. Lo que quieren, son los frutos de la guerra y la expansión indefinida de su poder y de sus doctrinas. (…) Pero  las dificultades y peligros no desaparecerán porque cerremos los ojos…”. 

Eso, suponiendo que se trata de un desliz en el manejo de nuestra improvisada Política Exterior. Aunque una segunda hipótesis puede llevarnos a preguntar, sí estamos caminando hacia un gobierno más comprometido con ideologías “foráneas”, por temor a enfrentarlos o porque participa de ellas. Un escenario que supone la presencia de una izquierda continental con una propuesta ideológica articulada. Una izquierda como la que no existía en el país y que puede lograr desde la democracia lo que no pudo por las armas. No sobra advertir como las FARC felicita desde La Habana al Gobierno de Nicaragua a propósito del fallo de la Corte Internacional de Justicia sobre San Andrés. 

Los partidos de izquierda tienen derecho a hacer política. No faltaba más. Lo que preocupa son sus alianzas con el Foro de Sao Pablo o incluso con regímenes más extremistas y de prácticas abiertamente antidemocráticas. Pero, independientemente de cuál sea la realidad, sabemos que no vamos bien y que mientras nuestra clase dirigente se abanica distraída en las poltronas centralistas de Bogotá, un nuevo fantasma recorre el hemisferio y amenaza con hacerse al poder mientras un Gobierno ausente, subyugado y lerdo mira a distancia y por encima del hombro.

*Presidente Ejecutivo de Fedegán.

“Todo bien, todo bien…..”

"El ciudadano no logra encontrar la mejoría que le venden en la TV y la radio".



Al comenzar año sostuve que por centrar el gobierno toda la acción en los diálogos de La Habana, la economía no iba bien y el país retrocedía en campos críticos. Sin embargo, se han publicado cifras de crecimiento económico del tercer trimestre, que muestran una gestión aceptable. Resulta singular observar que al acercarse las elecciones solo las cifras que le ayudan al gobierno se publican y la oportunidad de difundirlas es más intensa. No es casualidad que los presupuestos de publicidad del gobierno se hayan desbordado. Solo en 2012 el gasto publicitario superó los 229 mil millones de pesos según la contraloría. Otras fuentes hablan que en los tres años de gobierno se han gastado cerca de 1,5 billones de pesos.

¿Cuáles datos económicos son reales y cuáles son parte de una estrategia publicitaria? La desconfianza es evidente cuando se acercan las elecciones. Por ejemplo, al inicio de este gobierno, se planteó que el sector agropecuario sería una locomotora del desarrollo. Terminó con paros y se puso en riesgo la propiedad privada sobre la tierra. Al hablar de un crecimiento trimestral de 6,6 por ciento, no se dice que fue impulsado por el café que tuvo un 2012 lamentable; y crecer sobre una base mala, es sin duda, más sencillo que hacerlo sobre una buena base. De no ser por el café el agro hubiera crecido solo 3,6 por ciento, aceptando que la producción de café hoy está por debajo de la de 2008.

No es diferente en minería, que hoy crece al 6 por ciento cuando hasta antes de 2012 lo hacía por encima del 9. Peor es el caso de la industria, que registra fuertes procesos de desindustrialización si se tiene en cuenta que en 2012 dicho sector decreció. Este año retrocede sobre lo retrocedido. ¡Grave!

Se debe destacar el caso de la construcción, con una tasa de crecimiento del 21 por ciento, impulsado en buena medida por la otra parte de la estrategia gubernamental: regalar casas en áreas urbanas. Ojalá también se construyeran vías terciarias y dobles calzadas, pero los votos que necesita el gobierno no están en el sector rural.

Pero hay otros temas sensibles que marcaron la agenda de Santos. La restitución de tierras por ejemplo. De las 165 mil restituciones que prometió, lleva poco menos de 500, y las hectáreas devueltas son menos de 13 mil de las 2 millones prometidas. Y qué decir de las cifras de desempleo que hablan de solo un dígito pero no mencionan el subempleo creciente.

Las calificaciones de organismos internacionales no pueden ser más patéticas. En el Índice de Desarrollo Humano -ONU- Colombia perdió 12 posiciones durante el gobierno Santos. En el Índice de ambiente para la inversión, Doing Business, Colombia cedió 8 puestos al pasar de 37 a 45. En las Pruebas PISA, el país cayó del puesto 52 al 62 en 2012. Y qué decir en seguridad en donde se advierte que en los tres años de gobierno los atentados a la industria petrolera crecieron 223%; los retenes ilegales en 70%; los atentados a la infraestructura energética 129% y a la infraestructura 500%.

El balance no es el mejor. Aquí se dirá que los críticos siempre ven el vaso casi vacío. El asunto se debe plantear con aplomo. El país ya vivió décadas muy difíciles por tratar de buscar lo poco bueno en medio de un panorama cada vez peor. Aflojar en seguridad, darle espacio al narcoterrorismo y no ver los síntomas de la economía, es el comienzo de repetir la historia. El próximo semestre el gobierno se esforzará en mostrar que todo va bien. ¡todo bien, todo bien! Cuando el ciudadano de a pie no logra encontrar la mejoría que le venden en la TV y la radio. Esa fractura, la que se produce entre los avisos oficiales y la dura realidad, pasará la cuenta de cobro en las próximas elecciones.


@jflafaurie