viernes, 25 de noviembre de 2011

TLC con Turquía no convence

Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@Jflafaurie

Antes de iniciar las negociaciones del TLC con Turquía, el gobierno hizo explícita su postura de llevar al sector agroalimentario en su agenda de intereses ofensivos. Los escenarios para los productos cárnicos y lácteos eran promisorios y existía un compromiso claro de no volver a “feriar” el campo, como lo reiteró el Ministro de Agricultura. No obstante, la ronda de Ankara nos dice que la historia se repetirá. No nos convencen los avances. No percibimos reciprocidad y no sería serio renegociar el acuerdo una vez Turquía ingrese a la UE. Así las cosas, es mejor abstenernos hasta que existan las condiciones para un intercambio equitativo.

Nos dijeron que Turquía podía ser el canal de entrada al Asia y una vía para profundizar nuestro acercamiento a la UE. Aunque también hacia los Balcanes y el Cáucaso –en donde la ganadería ya puso una pica en la Federación Rusa–. Es, además, uno de los 10 poderes emergentes, con un PIB de 8.9% en 2010 y asiento en la OCDE. Su explosión demográfica, una clase media en ascenso jalonando la demanda agroalimentaria –en momentos de presiones inflacionarias e ineficiente abastecimiento– y su apertura desde 2006 a los mercados suramericanos, concentraban nuestro interés. Era el primer tratado en el que aspirábamos a salir bien librados.

Las opciones eran claras, al decir del declive en la dinámica del sector primario turco, en especial del subsector bovino cárnico. Los costos de producción, la merma en áreas de pastoreo, los bajos precios de la leche y los brotes de enfermedades, expulsaron a cientos de productores de la actividad. Las cifras oficiales turcas dan cuenta de un inventario de 11,4 millones de cabezas y una producción de 325.286 ton. de carne en 2009. Aunque extraoficialmente se habla de 688.701 ton. es en todo caso deficitaria para sus 75 millones de habitantes. Colombia con 46 millones consume 932 mil toneladas, no obstante su bajo consumo percápita.

El exiguo suministro explica los altos precios de la carne en Turquía –entre US$15/kg y US$17/kg, la más cara del mundo–, así como el bajo nivel de consumo percápita –13,3 kg, lejos del estándar europeo de 43Kg–. Con lo cual, la demanda, oferta y precios dependerán de la política de importación turca. Que, de hecho, se ha suavizado en los últimos 2 años, vía reducción de aranceles, eliminación de barreras sanitarias y cuotas para ganado en pie, carne en canal y deshuesada. La noticia es que esta apertura no se ha hecho extensiva a la mesa agropecuaria del TLC binacional.

Las negociaciones contemplan un contingente de 500 toneladas anuales para Colombia de quesos y mantequilla, con desmonte parcial del arancel ad-valorem, que no hace atractivo el esfuerzo exportador. En contrapartida, solicitan abrir el mercado lácteo –en especial de quesos, en donde Turquía es sensible– y excluir al subsector cárnico. No existe, además, interés en establecer un sistema de control fitosanitario que incluya regionalización y equivalencias o en desmontar los subsidios a sus exportaciones.

Nos preguntamos para dónde va el proyecto exportador y qué protagonismo se le otorgará a la “locomotora” agropecuaria. Nos resistimos a creer que la ganadería siga siendo menospreciada, para beneficiar a sectores industriales que siempre quieren ganar. Los mismos que solicitaron excluir al agro de este tratado y los que se avecinan.

La apertura exige complementariedades por razones estratégicas. Este debe ser el común denominador para los TLC con Turquía, Corea o Japón. Nos negamos a avanzar sin que exista en la contraparte la voluntad de abrir su mercado de bienes agroalimentarios, sin barreras para-arancelarias ni subsidios que generen asimetrías. Necesitamos sentar un precedente: no más acuerdos que en lugar de abrir, cierran las puertas.

*Presidente Ejecutivo de FEDEGÁN.

viernes, 18 de noviembre de 2011

La lección Mexicana

Por José Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie

La modernización de la ganadería pasa por ver experiencias exitosas. Las giras técnicas se constituyen en la mejor vitrina para revisar nuestra apuesta a los mercados. Van 17 nacionales y con la de México, 5 internacionales, después de visitar Argentina, Uruguay, Brasil y USA. En cada una, más de 200 ganaderos tienen la oportunidad de comprobar qué hacer frente a la competencia. ¿Qué ha pasado, entonces, con la economía ganadera del país azteca?

México ha recorrido un gran trecho con el TLCAN firmado en 1994 con unos resultados positivos y en muchos aspectos, pero en otros no, por el alto costo económico y social que ha debido pagar, y cuyas consecuencias aun no han terminado. Para Colombia la entrada en vigencia del TLC con EE.UU., a juzgar por la experiencia de México, promete ser un tortuoso recorrido en donde miles de productores quedarán en la calle víctimas de un Acuerdo que a todas luces es asimétrico, no sólo por el tamaño de las dos economías, sino por el poder de negociación de la contraparte.

¿Qué ha ocurrido en los 16 años del TLCAN? Mucho. México tenía pequeños y medianos productores que han ido desapareciendo del mercado. Para los analistas, incluso del mismo Gobierno, el TLC “no ayudó a la economía mexicana a crecer al mismo ritmo que la demanda de empleo”. “Entre 1994 y 2002, perdió 1.3 millones de empleos agrícolas”. La explicación: en la primera década de vigencia, las importaciones desde EE.UU. crecieron 234%, el salto más alto de los tres países, y desde Canadá bordearon los US$136 mil millones, al pasar de US$2,9 mil millones a US$8,8 mil millones.

En el caso colombiano, la ganadería está compuesta en un 82% por pequeños productores, es decir, 403.000, de los cuales, es probable que un elevado número salga del mercado debido a sus bajas posibilidades de competir, y en especial, por las restricciones sanitarias que México no tenía por gozar de similar estatus cuando se puso en marcha el Tratado. El sector lácteo colombiano -donde está la mayor parte de los pequeños productores- tendrá una amenaza adicional derivada de la entrada sin límites y con arancel cero de los lactosueros (EE.UU., produce más de 5.250 toneladas al día, esto es, más que las importaciones anuales de Colombia).

Mirando el tema desde la otra cara de la moneda, el sector pecuario mexicano se ha transformado profundamente. Los ganaderos piensan en función de la competitividad, analizan profusamente la estructura de costos y las tecnologías disponibles para precisar dónde obtener ventajas comparativas, lo que  ajustó la rentabilidad de su negocio y derivó en una concentración de la producción. Los establecimientos ganaderos son grandes en número de bovinos e igualmente en producción, con 30 litros de leche por vaca al día. Altos niveles de eficiencia,  generación de valor agregado, integración en la cadena y la eliminación de la informalidad, fue su tabla de salvación.

¿Podrán los productores colombianos avanzar en esa dirección? El reto es importante porque la ganadería especializada no supera en promedio los 17 litros vaca-día.

De contera, con sólo recorrer un pedazo de este México del Alma, se puede comprobar, como ya se hizo en los otros países en los cuales se han hecho giras técnicas, que el ganadero encontró la ruta de la competitividad gracias a una infraestructura de transporte envidiable, tanto en la red vial como férrea -con vías de trocha ancha adecuada para el transporte de grandes volúmenes- a la par de ayudas internas, desde subsidios en las tarifas de energía eléctrica hasta créditos abundantes y a costos bajos. 

¿Cuáles vías tiene el sector rural colombiano para sacar los productos así sean solo para el mercado Interno? Infortunadamente esos grandes proyectos viales, que tardíamente se están construyendo, van a servir pero para que ingresen los productos de los competidores a los centros de consumo, mientras nuestra producción quedará atrapada por la desastrosa red terciaría nacional.  Ya lo estamos sintiendo  a propósito del debate sobre el desabastecimiento de productos lácteos.

Lo que hay que hacer es mucho y él tiempo no está de nuestra parte. Pero no podemos morir en el intento. Tendremos que intentar recuperar el tiempo perdido, y sin vacilaciones, hacer un gran esfuerzo para evitar la pérdida de empleos y la ruina de cientos de miles de productores pequeños y medianos que sin duda se llevarán la peor parte.

*Presidente Ejecutivo de FEDEGÁN.

viernes, 11 de noviembre de 2011

TLC, en el partidor y sin pista

Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie

La reciente visita del grupo de legisladores estadounidenses para evaluar  la puesta en vigencia del TLC, coincidió con la misión técnica presidida por Miriam Shapiro, funcionaria de  USDA – APHIS, para poder exportar carne y leche a USA. Son dos caras de la misma moneda. Caras que desafortunadamente implican para unos, especialmente los sectores industriales, oportunidades y para el sector ganadero grandes riesgos,  desajustes y pérdidas.

Los ganaderos no estamos en desacuerdo con los TLC. Por el contrario, a partir de la parafiscalidad ganadera, hace ya 17 años, y con mayor énfasis en el último lustro, la ganadería ha orientado sus esfuerzos hacia una proyección exportadora, a partir de la modernización productiva y mejor integración en las cadenas para el logro de la competitividad. Pero como la competitividad no depende exclusivamente del productor, sino de factores exógenos –ni qué decir de las condiciones de las vías terciarias–, planteamos hasta el cansancio nuestros temores frente a las asimetrías estructurales de ambas economías, la competitividad artificial derivada de los subsidios y ayudas internas para los productores estadounidenses y las barreras paraancelarias, en especial las sanitarias.

Y es esta última la verdadera razón de nuestros reclamos, porque, al margen de si este u otro TLC fue bien o mal negociado, las dinámicas de los mercados generan grandes posibilidades que el día de mañana pueden aprovecharse. Pero si no nos dan admisibilidad sanitaria, todo queda reducido al papel, mientras la ruina toca las puertas de 400 mil pequeños productores.

Cuál es nuestra realidad? Los estudios más optimistas, realizados por el ICA, dan cuenta de 4 años para cumplir las exigencias de Estados Unidos. Aunque la estimaciones conjuntas del ICA e Invima prevén que no estaremos listos antes de 2018, porque a los temas sanitarios asociados con las enfermedades de control oficial, como la aftosa, se suman los requerimiento en materia de inocuidad. Por lo cual, se debe adoptar y poner en plena vigencia el Sistema de Inspección, Vigilancia y Control de alimentos y la Trazabilidad en el encadenamiento productivo para la carne y la leche.

Entretanto, Estados Unidos podrá poner en Colombia, desde el primer día, una cantidad ilimitada de sus “Hight Quality Beef” –que son el 50% de su mercado doméstico, es decir más de 7 millones de tonelada–, en cambio nosotros tenemos la dudosa y frágil opción de un contingente de 63 mil toneladas compartido con otros países, pero sólo si somos elegibles. Y esa elegibilidad depende, justamente, de la admisibilidad sanitaria que no tenemos, pese a que hemos invertido más de US$500 millones para erradicar la aftosa y tenemos más de 600 mil animales trazados.

Serán 8 años en los que el sector quedará expuesto a una competencia injustificada, plagada de asimetrías originadas en la negociación del TLC, la propia naturaleza de los mercados y la ausencia de voluntad política del gobierno americano para reconocerlas y compensarlas. Sería deseable que la reciente visita de los representantes del Congreso americano sirviera para sacar el proceso de admisibilidad sanitaria de la actual “operación tortuga”.

Necesitamos un trámite más expedito, para avanzar a mayor velocidad y con un trato más equitativo. Sin esa garantía, poco o nada podemos hacer. La comisión sólo tiene que echar un vistazo a las enormes sensibilidades que generará para la ganadería colombiana este TLC. La derrota moral y política del acuerdo sería inatajable, si los beneficios sólo se perciben en una sola vía, la del más fuerte. Y no solamente no es justo sino que abre espacios innecesarios al reclamo y le da argumentos a los que ideológicamente se muestran contrarios a los acuerdos comerciales.

*Presidente Ejecutivo de FEDEGÁN.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Mapiripán, ¿Y la justicia para los demás?

Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie


Indigno, desafiante, y hasta desesperanzador resulta ser para todos los colombianos lo que hasta ahora se ha descubierto: la deplorable tramoya jurídica, perversamente montada sobre la llamada “masacre de Mapiripán”. Este es uno de los casos en donde la realidad supera la imaginación –la demoledora frase de García Márquez para recrear nuestra cotidianidad–, y en donde la corrupción y el aprovechamiento indebido de un marco de política, en este caso de justicia transicional para atender las víctimas de esta cruel guerra, da lugar a actuaciones reprochables del Colectivo de Abogados “José Alvear Restrepo” y del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL), pero también, deja al descubierto la precaria capacidad del Estado para defender a la sociedad colombiana ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos de la vergüenza de los fallos que continuamente se profieren con un alto cargo a los recursos públicos.

Los hechos son de evidente gravedad. El Colectivo de Abogados no sólo logró engañar y enlodar a todo nuestro sistema jurídico, sino que sus actuaciones comprometen a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), y a la propia Corte Interamericana de Derechos Humanos, en momentos en que Colombia da pasos sensibles para alcanzar nuevos escenarios en los que la verdad, la justicia y la reparación, son un derecho de los ciudadanos y una obligación de Estado. Usar, como en efecto se usó, un instrumento del alcance y significación para reparar a particulares de crímenes por parte de agentes del Estado, de manera fraudulenta y con claro ánimo de lucro es, sin duda, una deformación ética de consecuencias imprevisibles.

¿Fue sólo el caso de Mapiripán, en el que se condenó a 42 años al General Uscategui, o, por el contrario, son otros más? ¿Cuántos fallos ha proferido la CIDH contra Colombia? ¿En cuántos ha intervenido ésta u otras organizaciones similares? ¿Cuál es el monto del aprovechamiento que cada uno de estos casos ha generado?

No podemos olvidar que son los peticionarios, es decir, estas ONG como el Colectivo de Abogados, los que cobran las indemnizaciones y no las víctimas de manera directa, por lo que el sistema facilita que estos intermediarios se queden con una porción no despreciable de los recursos pagados por el Estado colombiano. Estas preguntas no pueden quedar sin respuesta. Porque lo que está en juego no sólo es la dignidad nacional, sino el engranaje mismo del sistema interamericano de DDHH.

El país tiene que pedir cuentas a estas organizaciones. Pero también tendrá que pedirle cuentas al resto de la institucionalidad, porque abocó al Estado colombiano a una situación de indefensión ante la justicia internacional.

El reto es desafiante, porque hoy –reestrenando Ministerio de Justicia–, y con la recién sancionada Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, tendrá que emplearse todo el aparato gubernamental a fondo, para recuperar la credibilidad y evitar que situaciones como esta vuelvan a suceder. Lo contrario sería una invitación al fraude y a costear una Ley que, por sus implicaciones, muy seguramente arruinará todo esfuerzo fiscal del país.

En el entretanto, muchos colombianos, pero especialmente los ganaderos que somos víctimas de la violencia, seguimos esperando que los crímenes cometidos contra miles de los nuestros, no sigan en la más vergonzosa impunidad. Es sólo ojear las 3.923 víctimas del documento de memoria histórica “Acabar con el Olvido”, publicado por la Fundación Colombia Ganadera, Fundagán, para darse cuenta de la iniquidad en que estamos.

*Presidente ejecutivo de Fedegán.