viernes, 24 de febrero de 2012

Las lecciones del “Caguán”

Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie

La lectura, que al menos el 60% de los colombianos ha elaborado, sobre el proceso que se libró en la mal llamada zona de distensión, dista sustancialmente de la visión que presentaron los analistas de las universidades de Georgetown, Los Andes y el Cinep. Entre otras razones, porque la mayor enseñanza que dejó ese lamentable episodio, fue el hecho cierto de que la guerrilla ilegitimó irreparablemente la salida política. Esos 3 años de burlas a un gobierno de mano tendida, de violencia y cinismo frente a una sociedad dispuesta a perdonar y a la espera de muestras de paz que nunca llegaron, agudizaron la memoria de frustración.

Ni entonces ni ahora, se pueden sostener los argumentos en favor de las negociaciones, a la luz de ese pasado de diálogos infructuosos, extorsiones, secuestros, homicidios o abigeatos que, incluso, no han cesado en los 42 mil kilómetros del despeje, ni en muchas zonas semi-urbanas y rurales. Ese mismo pasado que inclinó las preferencias en las urnas y que, por tercera vez consecutiva, sentó en el Palacio de Nariño a un mandato de “línea dura” contra la guerrilla, de fortalecimiento del Estado y las Fuerzas Armadas, con una política de seguridad sin claroscuros.

Y ahí está el “quid” de la segunda lección: la balanza de las fuerzas podía inclinarse hacia el monopolio de las armas del Estado. Y una vez más la barbarie subversiva presionó, esta vez, la aprobación del Plan Colombia, que encumbró la opción militar y la posibilidad de que la guerra podía ganarse en la lucha frontal, sin entregar la soberanía, sin indultos, sin concesiones. Los resultados son evidentes en la reducción de la criminalidad y, fundamentalmente, en la derrota militar y política de las guerrillas, a la espera del único camino viable: su rendición unilateral.

Pero, la presión militar no es el único cerco que tiene la guerrilla a su espalda. Los cambios en estos diez años también derivaron de la experiencia internacional, en torno a los Derechos Humanos y el DIH. Y esta es la tercera enseñanza: no estamos condenados a repetir la historia. La paz en Colombia es un asunto de los colombianos y de la comunidad internacional –como aseguraron los académicos– pero desde la óptica de la institucionalidad supranacional, para juzgar los delitos de lesa humanidad. Son escenarios de hoy, que acabaron con la impunidad y el olvido del ayer.

El cuarto legado, descansa en una premisa de la que aún tenemos que aprender: esta sociedad no puede dejarse amedrentar, por las escaladas terroristas que emprende la guerrilla para presionar los diálogos. Fue el sino que precedió al Caguán y la vigencia de la zona y vuelve a ser hoy la artimaña de las FARC en Caloto, Villa Rica, Jamundí y hasta en el Caguán. Esta democracia no le debe nada a los narco-terroristas. Si los colombianos de bien pudimos tramitar las diferencias por caminos legítimos, no hay razón para que otros actores acudieran a las armas. Las únicas salidas para esta sociedad son: denunciar, despreciar sus actos y apoyar a las fuerzas armadas.

Finalmente, y no por ello lo menos importante de la herencia del Caguán, es la urgencia de volver los ojos a la “otra Colombia”. Los 5 municipios del despeje fueron y siguen sido emblemáticos de nuestra historia de abandono estatal. Consolidar los territorios y asentar la paz, ameritan estrategias que van mucho más allá de la presencia de las instituciones militares y de policía. Apremian políticas de desarrollo rural y de reconstrucción del tejido social, que saquen a éstas y otras áreas, del ostracismo y la inequidad que sembraron las guerrillas y que hoy cosechan las bandas criminales.

*Presidente Ejecutivo de FEDEGÁN

viernes, 17 de febrero de 2012

¿Le llegó el momento al campo?

 Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie

Las transformaciones en la producción ganadera mundial han sido extraordinarias. Con el acelerado crecimiento de la demanda, afloraron innovaciones que le han dado la vuelta a los factores productivos y reproductivos y al propio mapa de la oferta global de sus derivados. Colombia no puede quedarse atrás. Desde hace 6 años FEDEGAN ha promovido los  sistemas silvopastoriles, con resultados reconocidos por el Banco Mundial y las más importantes organizaciones ambientalistas como TNC, Catie, el
Fondo para la Acción Ambiental y Cipav. En razón a nuestro compromiso con una ganadería sostenible,  el pleno del BM  dará vocería a FEDEGÁN-Minagricultura este 23 de febrero, durante el World Bank´s 2012 Sustainable Development Forum, para compartir las experiencias y resultados de este proceso.

Los esfuerzos han sido concluyentes y descomunales y gracias a las evidencias en campo, el Banco Mundial es un convencido de las potencialidades de silvopastoreo, como alternativa exitosa para la reconversión productiva de la ganadería. Los indicadores productivos y la mejora de la capa orgánica de los suelos, son sorprendentes. De una carga de 0,67 bovinos/ha en sistemas tradicionales, se pasa  a 4 o 5, con mejoras en ingresos y alto impacto social para la pequeña y mediana ganadería. Se suman sus beneficios en biodiversidad, reducción de las temperaturas en más de 2 grados en el año y su condición como sumidero de carbono, que atenúa las emisiones de efecto invernadero en más del 40%.

Es parte de la apuesta para reducir el área en ganadería, aumentar el hato y reconvertir 10 millones a usos forestales, agroalimentarios o de biocombustibles. Una visión que, sin duda, responde a las oportunidades en el agro-negocio mundial, que trasladó a los países en desarrollo 3 responsabilidades: aumentar el suministro de alimentos, atemperar el calentamiento climático y generar energías renovables. Ello en un escenario de creciente déficit en la oferta agroalimentaria global y de una demanda que se duplicará en menos de 40 años, al ritmo exponencial de la población.

Es una tarea que suma retos titánicos a la institucionalidad, más de los que ya eran previsibles. La pregunta es, entonces, ¿qué tanto estamos preparados para responder a los retos que le imponen los mercados globalizados, en una coyuntura sensible, pero atractiva para el campo en las próximas décadas? Se impone pasar de las viejas fórmulas a repensar el campo, para que sea una verdadera alternativa de desarrollo económico y de mayor bienestar social. 

El reto es inmenso al decir de las cifras.  La pobreza en nuestra ruralidad es una de las más altas de América Latina con 50,3% –17 puntos por encima de las cabeceras–. El ingreso percápita real de los hogares en el campo es 67% menos que en las ciudades. El 42% de la población no tiene agua potable y la cobertura de alcantarillado no alcanza al 6%. Un escaso 3% del crédito comercial llega al sector primario. La formación bruta de capital fijo en el sector no pasa del 2% y la participación sectorial en el PIB nacional es de 6,3%.

Seguimos, por tanto, ante el fracaso del modelo predominante en los últimos 40 años. Bien lo han dicho los analistas del FMI: cuando se está “navegando entre vientos cambiantes… la mejor manera de predecir el futuro es creándolo con las políticas adecuadas”. Es lo que necesitamos. Tengo la certeza de que el momento de las políticas para el campo llegó. Necesitamos salir de los lugares comunes de las reformas agrarias y hablar de desarrollo rural incluyente y competitivo, de más inversión, más institucionalidad y alianzas productivas con el campesino. Será mucho pedir?

*Presidente Ejecutivo de FEDEGÁN

viernes, 10 de febrero de 2012

¿Se repite la historia?

Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie

El balance de la reciente ola aperturista, que comprometió a casi todos los países del hemisferio occidental, no pudo ser más gravoso para el sector pecuario. Ahora el país está empeñado en avanzar hacia Oriente Medio y la próspera y poblada región del Asia-Pacífico, con lo que prácticamente queda sellada la suerte futura del mercado global.  Una y otra región presentan oportunidades diferentes. Lo que no se dio en la primera ola de TLCs, esperamos se nos dé en la que se adelanta con Corea y Turquía. Es, si se quiere, nuestro cuarto de hora. Pero al parecer las cosas no van bien. Lo que ahora parece más seguro, es la postura discriminatoria en los nuevos tratados, echando por tierra las promesas de resarcir las inequidades que se crearon en la primera fase.

No nos convence el reciente informe del equipo negociador con Corea del Sur, que deja para el cierre la inclusión de los productos cárnicos y lácteos. Eso significa que a última hora la negociación puede terminar discriminando contra esos productos, tal como ocurrió recientemente con Turquía o en el pasado con Estados Unidos, Europa, Canadá o Suiza. De prevalecer la discriminación, se sentará un mal precedente para las negociaciones con Oriente Medio y el norte de África, hacia donde está apuntando el Gobierno. Estos mercados, en conjunto con los de Asia Pacífico, constituyen “La Meca” de oportunidades para los productos pecuarios, pues concentran condiciones excepcionales para la proyección internacional de la actividad ganadera. Entre ellas, un aumento exponencial de la población y un rápido crecimiento económico. Pero además, escasos recursos agropecuarios, en donde Colombia tiene ventajas comparativas en precio y calidad.

Frente a Corea del Sur, por ejemplo, gozamos de un estatus sanitario superior, considerando el incontrolable brote de aftosa que los afecta, con un fuerte impacto en el abastecimiento de carne y leche. Hoy, Corea del sur, con una población similar a la colombiana, un hato de 3 millones de animales y un consumo percápita de 10 kilogramos al año, debe importar de Australia el 58% de la carne bovina que consume. Los estimativos indican que para 2019 la oferta doméstica sólo podrá abastecer el 48% de su consumo interno, lo que exacerbará su dependencia de las importaciones, que para entonces llegarán a 350.000 toneladas, el 52% de su demanda interna. Sin duda un mercado atractivo.

Las oportunidades que ofrece el mercado coreano ya las están aprovechando USA y Canadá y muy pronto México y Uruguay, todo gracias a una estrategia comercial, sanitaria y diplomática bien coordinadas. Pero al parecer, a nosotros nos volverán a dar más de lo mismo, al decir de lo que ha venido ocurriendo en las mesas de negociación agropecuaria del TLC con Corea del Sur. Indefectiblemente, la historia se repetirá y las perspectivas de entrar en plazas donde somos competitivos con nuestra oferta exportadora, se convertirán en una nueva frustración y volveremos a quedar por fuera de los mercados del futuro.

Señor Ministro de Agricultura, creemos en las oportunidades de las que habla su cartera para el campo colombiano, por la vía de la internacionalización de la economía. Pero mientras no exista voluntad en las negociaciones para generar acuerdos incluyentes para el sector primario y una verdadera intención en la contraparte para abrir su mercado agroalimentario –sin barreras para-arancelarias ni subsidios que generen asimetrías– seguiremos andando y repicando en la procesión, sin que se logren mayores avances. Las oportunidades seguirán siendo para los sectores industriales. En tales condiciones, nos negamos a seguirle apostando a una política aperturista, que más parece estar destinada a aumentar la miseria y la inequidad en la ruralidad. ¡No hay derecho!

*Presidente Ejecutivo de FEDEGÁN.

viernes, 3 de febrero de 2012

¡La intolerancia de los prohibicionistas!

Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie

En días pasados asistí a un debate radial en Hora 20 sobre la prohibición de las corridas de toros. Al terminar el programa había recibido una embestida de “trinos”, un insulto a la decencia por la agresiva vulgaridad, que alentaron estas líneas. ¿Cómo explicar la eficaz articulación para enviar, en menos de una hora, más de mil mensajes a mi cuenta personal? ¿Cómo entender el radicalismo de unos pocos, en una sociedad que se precia de estar fundada bajo los preceptos éticos del Estado liberal moderno?

Creo que la discusión de fondo, no pasa por plantear lo que para unos es un acto de barbarie y, para otros, una vívida afición que descubre en el toro bravo el sentido trágico y heroico de la vida. La discusión está en entender que hemos recorrido un largo camino, para reconocer y proteger las libertades individuales, la tolerancia, el pluralismo y el derecho de las minorías. Valores moralmente obligatorios, pues son consustanciales a la convivencia democrática y al Estado liberal.

Pero no basta con decirlo. El prejuicio y la discriminación son la otra cara que inhibe el derecho a profesar un credo, ideología, tradición cultural o social. Y creo, que eso está detrás de proscribir las corridas de toros, de la perorata del maltrato animal, de la prohibición del porte de armas o del día sin carro. Es el intento de “unos” por anular derechos civiles y ciudadanos “de otros”. Lo que establece una relación de desprecio e intolerancia hacia quienes no piensan o actúan igual.

¿Por qué se adjudican este poder? ¿Por qué el derecho de aquellos tiene que prevalecer sobre el derecho de los demás? ¿Por qué unas minorías reclaman, unilateralmente, el derecho a prohibir expresiones que ellos consideran ética, moral o ambientalmente indeseables?

Las minorías prohibicionistas, con ese halo de superioridad moral que creen tener, terminarán por vetar las riñas de gallos, las corralejas, el coleo y cuanta expresión con arraigo cultural y popular exista, amén de ciertas prácticas religiosas. No sé qué pensarán de los muertos del reciente partido de fútbol en Egipto o de las manifestaciones de criminalidad de las que no están exentas ciertas barras bravas en Colombia.

Mientras se cuestionan los toros, un espectáculo que no afecta el derecho ajeno ni un bien público, por el otro, se aborda la defensa de la población LGBT o el consumo personal de estupefacientes. Y no quiero ser malinterpretado. No existe razón para discriminarlos o prohibirlos. Hacen parte de las libertades individuales. Sin embargo, las drogas generan problemas de salud pública, alientan el micro-tráfico, el crimen organizado y alteran el bien público de la seguridad. Y, en el caso de los LGBT, lo que no está bien es que el Estado promocione explícitamente el homosexualismo o el lesbianismo, con publicidad oficial o cátedras en colegios públicos.

No es el caso de las corridas de toros, que la Corte avaló como una “expresión cultural”. La minoría que asiste a las plazas no induce a nadie. De hecho, los abonos son una barrera al espectáculo. Y, si se quiere, desde la orilla ajena, estoy de acuerdo con que el Alcalde Petro no las patrocine. Así el Estado es neutro frente a las inclinaciones culturales, sexuales o religiosas de los ciudadanos, para que sólo se ocupe de las protecciones básicas que debe cumplir el Estado liberal.

En últimas, quienes no las comparten, no están obligados a asistir, pero tampoco a prohibirlas o negar el derecho a miles que viven de la fiesta brava honesta y decorosamente. Ah, se me olvidaba. El día que se prohíban las corridas de toros desaparecerá una raza soberbia y única: el toro bravo.

*Presidente Ejecutivo de FEDEGÁN