viernes, 27 de abril de 2012

¡La representación gremial!

Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie

Ganaderos y amigos cercanos a esta casa se sintieron bien interpretados, con los reclamos que formulamos sobre las barreras de admisibilidad para nuestros productos, en los mercados con los cuales se negoció un TLCs. Pero además de su respaldo, coincidieron en las advertencias sobre las posibles retaliaciones políticas que podrían sobrevenir. Me niego a creerlo. Pero forma parte, injustificada, de una forma de pensar que se arraigó en el país, según la cual cuando surge un disenso, “di...sentir", se mal entiende como enfrentamiento, chocar sin argumentos, o peor aún, de hacer oposición. Y claro, hacer oposición implica enfrentar al gobierno, con las supuestas consecuencias políticas. Pues no. Los gremios no hacen oposición. Los gremios están en su legítimo derecho a ejercer su vocería con argumentos y de manera constructiva. Y ello no puede ser sujeto de retaliaciones.

Lo contrario sería aceptar que, como la política es el escenario de las confrontaciones, también lo es la acción gremial. Estamos hablando de los derechos de asociación y libre expresión. Manifestaciones inalienables y reconocidas por el Estado Social de Derecho, como búsqueda permanente del ideal democrático. Estamos hablando de reglas de juego, formales e informales, para ejercer nuestro derecho de actuar como minoría, para buscar el orden “económico y social justo” y la “prevalencia del interés general”, que pregona nuestra Constitución Política.

Cualquier dirigente gremial se sentiría inferior a la responsabilidad que, legítimamente, le otorgaron sus representados, si no defendiera sus intereses, si no hiciera explícitas sus demandas y preocupaciones, siempre en la esfera de “lo público”, en donde debe producirse el ejercicio gremial. Es un derecho, pero también una obligación. Y en nuestro caso no habría honrado mis obligaciones, si no hubiera levantado mi voz para advertir el drama social que se avecina. Incluso, habría faltado al compromiso íntimo, de representar con honradez la voz de cientos de miles de ganaderos, que sufrirán las graves consecuencias económicas y sociales de TLC´s inequitativos.

Son tesis que no hemos expuesto por capricho o interés particular. Corresponden a genuinas preocupaciones colectivas, analizadas y reivindicadas por distintos centros de investigación, que reconocen que la internacionalización de la economía no es condición suficiente para el desarrollo. Son verdades de apuño que, han suscitado la solidaridad de toda la institucionalidad ganadera –productores, gremios regionales y los más de 200 comités ganaderos locales– quizá porque han entendido que éste es un debate técnico, muy lejos de convertirse en una oposición al gobierno o en contra de la apertura, que sabemos necesaria.

La razón es sencilla, la vocación de un dirigente gremial probo es, justamente, la de propender para que al gobierno le vaya bien y la economía esté robusta. Los escenarios virtuosos de “prosperidad para todos” son los que nos interesan. En consecuencia, la representación política que ejercen los gremios, debe ser entendida como un diálogo social, una crítica constructiva, válida, autorizada que se inserta en los procesos de una participación ciudadana efectiva, en la búsqueda de los grandes objetivos del crecimiento económico, bienestar y desarrollo incluyentes, que siempre pregona el consabido discurso aperturista.

Por supuesto, es un futuro que hoy los ganaderos vemos bastante nublado. Razón de más para seguir trabajando con honradez, respeto, idoneidad y respondiendo a principios que no puedo soslayar. Parafraseando a Gilberto Alzate Avendaño: seré un barco que se hundirá con la luz encendida hasta el final, sin dar tregua. Porque prefiero ser esclavo de lo que he expresado en favor de los ganaderos, que amo de secretos a voces o de verdades inocultables. Tenemos derecho a la palabra, a opinar, a disentir y también a los consensos y a ser escuchados.

*Presidente Ejecutivo de FEDEGÁN.

sábado, 21 de abril de 2012

TLC, callar no es una opción


Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie

Era inevitable, en vísperas del TLC con USA, volver sobre aspectos que desde un inicio causaron preocupación en la comunidad ganadera, para intentar un último debate e identificar asuntos que, sin duda, van a significar la quiebra de muchos. No se trata de llorar sobre leche derramada, que advierto será mucha la que no encontrará mercado ni precio remunerativo, sino de alertar una vez más sobre lo que me parece injusto: mientras la mayor economía del planeta tendrá acceso inmediato para carne y lácteos, pasarán años antes que nuestros productos estén en la mesa de los consumidores americanos. Así de fácil y de inequitativo.


Lo advertimos desde cuando estuvimos en el cuarto de “al lado”, para tratar de defendernos, mas no para decidir. Sabíamos que los países no firman TLC para congratularse con sus aliados. Lo hacen para buscar mercados. En los términos de la negociación, son claras las ventajas para los nuevos socios. Pero ahí no está el problema. El meollo es cómo llegar a sus mercados. No ha valido la inversión de los ganaderos, por U$500 millones, para alcanzar la certificación de “país libre de aftosa con vacunación”, los desarrollos en identificación animal, mejoramiento genético, adecuación de plantas o pasturas. Los países desarrollados piden mucho más y tienen sutiles formas de protección. La más usual es exigir rígidos protocolos, para garantizar productos salubres para sus ciudadanos.

USA pide estándares similares a los suyos en materia fitosanitaria, de inocuidad, articulación de cadenas, infraestructura de inspección, control y vigilancia epidemiológica, trazabilidad al cien por ciento y una diplomacia comercial con estatus técnico y científico garante ante sus autoridades, entre otros. Lo mismo ocurre con Suiza, Canadá o la Unión Europea. Y qué hemos hecho desde ese 27 de febrero de 2006, cuando se formalizó el tratado? 6 años después, creo que muy poco. Casi nada.

Para tener idea del rezago, consideremos que la ley que buscaba implementar la trazabilidad, se cayó en la Corte Constitucional. No existe una autoridad para actuar como par de USDA o APHIS. La aplicación de las normas que se expidieron como resultado de los Conpes sanitarios, solicitados por el gremio para formalizar la oferta láctea y cárnica –Decretos 616 y 1500 respectivamente– han sido prorrogadas 3 veces y eran las que garantizaban el ascenso en inocuidad exigido por los americanos. No sabemos cuál será la suerte de esos decretos. Siguen en estudio para ser modificados.

¿Es justo? ¿Puede el gremio callar, cuando ve a sus puertas el descalabro de la economía ganadera? ¿Cuando sabe que miles quedarán atrapados en las imprevisibles dinámicas del mercado para sus productos? No podemos subestimar el choque con un jugador como Estados Unidos, el mayor productor de carne y el segundo en lácteos, después de la Unión Europea. Y más aún, cuando comprobamos –en la reciente gira técnica internacional– las pérdidas de México como resultado del NAFTA. Entre ellas, la quiebra de 148 mil ganaderos. De 180 mil que existían, hoy sobreviven unos 32 mil. ¿Qué diremos nosotros, con un “estándar de competitividad país” e indicadores de producción y productividad ganaderos inferiores a los mexicanos?

La ganadería colombiana es de pequeños productores. Más de 400 mil que no alcanzan a 50 animales, con limitaciones para competir. Estamos frente a una tragedia social dramática. Así como nada se hizo para adecuar la institucionalidad, para lograr la admisibilidad de nuestros productos en los mercados negociados ¿será que tampoco podemos proveer escenarios para aliviar el dolor y ruina de miles de compatriotas, que no tendrán más remedio que ir con sus almas a penar a otra parte? Callar el drama que se avecina, tampoco es una opción.

*Presidente Ejecutivo de FEDEGÁN.

viernes, 13 de abril de 2012

Los ganaderos somos víctimas

Por: José Félix Lafaurie Rivera
@jflafaurie

El Congreso de la República reunió a representantes del gobierno y la sociedad civil, con la intención de conmemorar el “Día Nacional de la Memoria y Solidaridad con las Víctimas”. Allí estuvimos, representados en FUNDAGÁN, la fundación que creó el gremio hace más de 5 años para la proyección social de la ganadería, para tender puentes de tolerancia y solidaridad e iluminar la escena de la historia reciente, haciendo visibles a sus víctimas: las de la violencia armada y las que entraña la pobreza. También estuvieron otras víctimas, todas igualmente válidas y representadas. Sin embargo, un incidente deja un mal sabor: la actitud de un Representante a la Camará, quien intentó impedir la alocución de María Fernanda Cabal, presidente de FUNDAGÁN, porque “representaba la voz de los paramilitares”.

El incidente es fiel reflejo de lo que está sucediendo en el país. Un grupúsculo –entre los que figuran victimarios de ayer, que ahora posan como víctimas– se autoproclamó como vocero exclusivo de las víctimas. Desde sus columnas, curules o discursos deciden quiénes son las víctimas de primera y quiénes no. Cuáles tienen derecho a la reparación y cuáles, por el contrario, al desprecio y al repudio. Cuáles pueden ser visibles y tener voz y cuáles deben ser silenciadas moral y-ofísicamente.

Las lágrimas, la sangre y padecimientos de millones de víctimas no son propiedad de nadie, ni tienen estatus. Su condición hace legítima su causa, su voz y su derecho a ser reparadas simbólica, moral y materialmente. Pero, además, el descomunal esfuerzo fiscal que tendrá que hacer esta sociedad en la próxima década, estimado entre $54 y $164 billones –si hablamos de “reparación integral”– no puede ser apropiado por ningún sector o actor social. Más aún, si su cruzada contribuye a generar más odios, fracturas y formas de violencia y, muchos menos, si denigra de las propias víctimas.

No necesitamos falsos activistas ni voceros de alquiler, que manosean el dolor de las víctimas en una fingida e indecorosa defensa, que sólo delata su interés en usufructuar réditos políticos o electorales, sin meditar en las consecuencias de sus sentencias. Las “palabras” de ese pequeño, pero poderoso grupo, amén de despreciar a víctimas auténticas –como las miles que tenemos en el sector ganadero– más parecen extensiones de los cañones, las balas y los brazos de los asesinos, que empiezan a colgar lápidas, a diestra y siniestra, en especial al cuello de los ganaderos.

De eso habla la cacería de brujas, que ahora nutren con el desafortunado estigma de la “paraeconomía”. Es una estrategia aleve contra los derechos fundamentales no sólo de los ganaderos, sino de todos los moradores del campo, en donde hicieron y hacen presencia las alianzas criminales. Pero si se trata de sembrar un clima vindicativo, también podríamos exigir una celada contra quienes “financiaron” a las guerrillas o incluso contra quienes hoy fungen, de manera subrepticia, como sus ideólogos. Pero, ¿es esto lo que queremos? ¿Es esta la clase de catarsis que vamos a construir para reencontrarnos como nación? No creo.

Aunque la salida fácil es rasgarse las vestiduras, hacer señalamientos a dedo para saciar la sed de venganza y poner a los ganaderos como chivos expiatorios, es urgente que nuestros detractores hagan el esfuerzo de repensar nuestro pasado para imaginar un futuro diferente, que habilite caminos sinceros hacia la verdadera solidaridad y reconciliación. Caminos que pasan por dar un lugar digno a todas las víctimas y sus voceros, que como la Fundación Colombia Ganadera, FUNDAGÁN, ejercen representación válida ante el Estado para reclamar sus derechos. Es también parte de la deuda que tiene la sociedad con el campo colombiano. 



*Presidente Ejecutivo de FEDEGÁN.

lunes, 9 de abril de 2012

Tiempo de víctimas, no de victimarios

Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie

La decisión “política” de las FARC, de liberar a los últimos 10 uniformados que mantenía secuestrados, para presionar nuevos diálogos de paz, es otro golpe de audacia de los mismos que siguen creyendo que el país debe arrodillarse nuevamente frente a la barbarie.  El descrédito de las negociaciones, el repudio a la violencia que sembraron y su falso discurso social, sumadas a la debilidad estructural que acusa –tras una década de derrotas militares– no deja a las FARC o al ELN en posición hacer demandas. La pregunta es ¿por qué si este panorama es claro, se insiste en lanzar un salvavidas al principal e histórico victimario de nuestra sociedad, mientras se pregona el “tiempo de las víctimas”?

Estamos a “tiro de as” de ganar esta guerra, al tenor de una política robusta de seguridad y de unas fuerzas armadas fortalecidas. Nunca, como ahora, habíamos tenido razones para la esperanza de la paz sin sacrificar una historia de crímenes de guerra, que reclaman justicia de parte de miles de víctimas; las ausentes y aquellas otras que impotentes frente a su destino, no tienen más remedio que aceptar su fatalidad.  Podemos avistar un claro vencedor y un vencido. Es la enorme diferencia con el pasado. Entonces ¿por qué claudicar en el empeño de derrotar la criminalidad?

No vemos válido, en consecuencia, el discurso de la “llave de la paz” y, mucho menos, el desacertado acto legislativo de justicia transicional que cursa en el Congreso. Una discusión anticipada que ya les vale el derecho de exigir –a cambio de la liberación de los secuestrados y sin respeto a sus víctimas– su participación en el trámite, para erigir un remedo de justicia al nivel de sus aspiraciones. Sería tanto como consagrar para los victimarios, en agradecimiento por la noche de terror que sembraron en el país,  el premio mayor del indulto y su entrada desvergonzada en el escenario político.

Es este un país de emociones y corta memoria. También lo es de esa
seudo cultura mafiosa del “corone”, en la que el esfuerzo se remplaza por el golpe de audacia, con la que el narcotráfico hace sus grandes fortunas. Queremos la paz, quien no la quiere, pero la queremos sin terminar de hacer la tarea de derrotarlos.

¿A qué jugamos? ¿Ya olvidamos las tomas de Patascoy o Las Delicias, la masacre de los diputados, el bombazo en el Club el Nogal, la destrucción y la ruina de tantos pueblos a punta de cilindros-bomba o los miles de víctimas de minas antipersonal? ¿Vamos a hacer borrón y cuenta nueva con los delitos de lesa humanidad cometidos por las FARC o ELN? ¿Qué les decimos a los militares que vieron consumir media vida en la manigua? ¿Qué les decimos a las víctimas?

La historia dirá que jamás hubo honestidad con los propósitos pacifistas. Eso lo sabe la inmensa mayoría de colombianos que no está dispuesto a sacrificar “parte de justicia” para negociar la paz. Se impone el respeto para los héroes que regresaron a la libertad y  para los 27 que fueron inmolados y que conocieron la maldad y la bajeza humanas y merecen que su sacrificio y valentía sean honradas.

Se impone que en el tiempo de las víctimas, –cuando se han activado políticas claves– retornen también los civiles secuestrados y que el gobierno garantice la “no repetición”. Volver a descender al infierno de los diálogos, es tanto como decir que la historia, la de ellos y la de Colombia, se repetirá. El exitoso pulso de la estrategia militar, que invirtió diametralmente la relación de fuerzas, nos dice que es el tiempo para la rendición de las guerrillas. Las víctimas tienen derecho a presenciar el desplome de sus victimarios.

*Presidente Ejecutivo de FEDEGÁN