viernes, 31 de agosto de 2012

Diálogos de … ¿paz?

Por: José Félix lafaurie Rivera*
@jflafaurie

Las cartas se destaparon y, aunque no sorpendieron, el ruido de los diálogos llegó cargado de preocupaciones. ¿A qué precio volvemos a explorar una fórmula, que tantas veces nos dejó en el umbral de un Estado fallido? Aunque quiero la paz como cualquier colombiano –quien no la quiere– no creo que las condiciones estén dadas. La reciente escalada de violencia, sembrando terror como único argumento y las complejidades para negociar con un grupo armado untado de narcotráfico, deben sopesarse. Son 31 años de intentos fallidos y cambios, locales y globales, que ilegitiman la negociación con criminales de guerra que han violado el DIH. ¿Paz con impunidad?

La paz no puede ser a costa del ciudadano o la democracia. Sería regresar a la vieja discusión del “Estado ilegítimo”, que debe dar “garantías a la insurgencia” y rehacer sus instituciones. Por ese camino, no se dará uno de los presupuestos del Presidente Santos cuando se impone un límite de tiempo para negociar el fin del conflicto. La “hoja de ruta” toca aspectos sensibles, especialmente para el campo. Quizá, si se hubiera mantenido la política de Seguridad Democrática, podríamos estar aspirando a una rendición unilateral de las FARC y el ELN, sin ceder a las pretensiones de los terroristas. Pero hoy, con una guerrilla embalentonada y con pliego de demandas en mano, un marco legal generoso y sin garantías de verdad, justicia y reparación, las dudas acechan. Y ¿a cambio de qué? ¿Quién le explica esto a la sociedad rural?

Si hubiéramos aprendido de los errores del pasado, no volveríamos a la desgastada ruta de las negociaciones, cargada de trampas y discursos vacuos. Ni acudir a vecinos que han mantenido puertas giratorias en las fronteras para los terroristas y menos suavizar posturas de otros gobiernos frente al terrorismo, cuando todos son signatarios del Tratado de Roma. Habilitar un acercamiento, ignorando el dolor de las víctimas o soslayando el tema de la drogas, son circunstancias que afectarán el proceso.

¿Cómo comprender lo que está sucediendo? ¿Qué le hace pensar a los sectores urbanos –que nunca han sentido de frente la violencia guerrillera– que ahora sí es posible la paz negociada? Creo –aunque espero equivocarme– que, como Sisifo, volveremos a caer en el abismo. El hecho de que las FARC y el ELN hayan terminado por descender al fango del crimen organizado y el narcotráfico, hace injustificado este acercamiento. Pero, además, falible e inestable el proceso y menos confiables sus resultados, en caso de que viéramos la luz al final del túnel.

No somos extremistas sino escépticos. Lo importante no es negociar por negociar, sino saber para qué y cuándo. Ninguna negociación debería iniciar, sin que la guerrilla declare públicamente que abandona la toma del poder por las armas como objetivo y la combinación de todas las formas de lucha como estrategia. Hay que negociar cuando la guerrilla haya sido sometida militarmente y esté doblegada, como lo advirtió en propio General Navas.

Las FARC y el ELN son asesinos, secuestradores y extorsionadores, que reclutan niños, activan minas, vuelan pueblos y se enriquecen con dineros mafiosos. Aún así, esta sociedad parece dispuesta a tenderles, otra vez, la “salida política” y otorgarles un estatus, para que sus altos mandos, y sólo ellos, salgan del narcoterrorismo como héroes. ¿O acaso creen que todos sus milicianos –acostumbrados al crimen, el narcotráfico y su hermandad con las Bacrim– se van a desmovilizar?

Es más, ¿puede nuestra institucionalidad desenmarañar ese contubernio y manejar la “judicialización selectiva” de la que habla el marco jurídico para la paz? Llevamos 7 años tratando de hacerlo con los demovilizados del paramilitarismo y es pasmosa la lentitud que arrastran la verdad y la justicia. Apenas 2 condenas de 1.500 en espera y el carrusel de falsos testigos hacen agua la Ley de Justicia y Paz, para no hablar de los nulos alcances de la supuesta “reparación integral”. El debate empieza, pero es claro que debe darse frente a la sociedad rural –que ha puesto los muertos en 50 años de violencia– sin engaños y sin falsas expectativas.

*Presidente Ejecutivo de Fedegán.

viernes, 24 de agosto de 2012

Inflación a la vista

Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie

Apenas cuatro años atrás, en 2008, el mundo vivió una gravosa crisis en materia de oferta alimentaria. Factores de demanda como el incremento del consumo en India y China o de oferta, por el uso de maíz para producir biocombustibles, se mostraban como causas desencadenantes. Tanta fue la repercusión, que los precios de alimentos y sus materias primas alcanzaron máximos en junio de 2008 y sólo la desaceleración económica mundial hizo que las cotizaciones volvieran a ceder por la caída en el consumo.

Colombia no fue ajena. A pesar de sus fortalezas como potencial abastecedor mundial de alimentos, terminó en 2008 con una inflación total de 7,7% y de alimentos por encima de 13,1%, pues no todo lo que se consumía en el mercado local se producía en el país y porque la subida en el precio de los alimentos estuvo acompañada por incrementos en los costos de producción.

Hoy el mundo enfrenta una posible crisis alimentaria, fundada más en razones de oferta que de demanda. El Índice de Precios de Alimentos de la FAO prendió otra vez sus alarmas, influenciado por los pronósticos de caída en la producción de maíz en Estados Unidos del 13% y de soya del 12%, lo que ha llevado a que sólo en julio el precio de la tonelada de maíz en EE.UU. se haya incrementado en 10% y acumule una subida de 22% en lo corrido de 2012. Los casos de la soya o el trigo son aún más graves: muestran incrementos del 49% y 29%, respectivamente.

La disminución en la producción de maíz y trigo se origina en las sequías que enfrentan Estados Unidos y  Rusia, como consecuencia del cambio climático. Un fenómeno que también ha impactado a Colombia, con especial fuerza desde 2009 y que ahora vuelve a enfrentarnos a otro Niño, cuyas fases críticas están previstas para noviembre y febrero próximos.

Con los precios internacionales de los cereales subiendo y un fenómeno del Niño en ciernes, es de esperar subidas en los alimentos para consumo animal y humano. No es casualidad que el precio promedio de la leche en polvo (Europa-Oceanía) se incrementara 7% en las últimas semanas, alcanzando US$3.400 la tonelada. A pesar del alza, los precios internacionales siguen siendo más competitivos que los locales. Según la Bolsa Mercantil una tonelada de leche en polvo entera se cotizó en julio a US$5.940.

Con estos precios internos, resultará difícil aprovechar los TLC vigentes, a menos que la nueva crisis alimentaria iguale las cotizaciones internacionales con las nacionales. Ello suponiendo, además,  que no se incrementarán nuestros costos de producción. Utópico, pues los concentrados empiezan a registrar alzas.

El escenario entonces seguirá siendo de desaceleración de las exportaciones, como evidencia nuestra balanza comercial, que en junio fue deficitaria en US$191 millones. Para no ir lejos, las importaciones de bienes agropecuarios, alimentos y bebidas en el primer semestre del año se incrementaron 7% -las de leche en polvo superaron las 16 mil toneladas- mientras que las exportaciones cayeron 13%.

El ajuste ministerial, es una buena oportunidad para repensar al sector y hacerle frente a la coyuntura. De lo contrario, con unos TLC que nos inundan de importaciones, con precios de materias primas al alza y con un fenómeno de El Niño a la vista, en el segundo semestre de 2012 y primero de 2013 se podrían ver disparadas la inflación de alimentos y el IPC total. En respuesta el Banco de la República, dentro de su ortodoxia,  no tendrá en cuenta si la inflación es de oferta o de demanda, sino que subirá las tasas, agravando la crisis por restricción adicional de la demanda.  Aún estamos a tiempo. La palabra la tiene el Ministerio de Agricultura.

*Presidente Ejecutivo de Fedegán.

viernes, 17 de agosto de 2012

¿Hasta cuándo nos van a victimizar?


Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie
 
Los ganaderos exigimos respeto luego de medio siglo de ignominia en nuestra contra. Logramos superar un pasado marcado por las agresiones de todos los actores armados pero, ahora, afrontamos un presente cargado de imputaciones que, desde la izquierda retardataria, vuelven a poner en peligro nuestra integridad física y moral. Ni Fedegán ni los ganaderos cohonestamos la criminalidad, ni prohijamos el despojo de la tierra como asegura, otra vez, León Valencia en sus declaraciones a El Heraldo, a propósito del reciente acto de restitución de tierras en Chivolo. Ya está bueno. Reclamamos un trato que responda con los derechos de miles de hombres y mujeres honestos y reprobamos la casería de brujas, que busca sembrar otra noche de terror en el campo. 

Es fácil señalar desde las ciudades, porque la guerra se libra en el sector rural y es allí donde se ponen los muertos y se sufre la peor de las violencias: la pobreza. Y es que los señalamientos en contra de los ganaderos nos ponen, otra vez, en la mira de esa otra guerra silenciosa que ahora se libra desde los medios de comunicación y los juzgados. Pero, además, sus epítetos no han reparado en el peligroso e insostenible clima de venganza que están alimentando en la periferia. 

Me pregunto ¿por qué algunos actores, que han jugado durante 20 o 30 años con el país y se precian de conformar una izquierda que se dice democrática, vuelven a avivar los antagonismos y las fracturas sociales? ¿Por qué los ganaderos volvemos a estar en el centro de sus odios y ánimos vindicativos? ¿Hasta cuándo van a respetar la reputación de los productores rurales?  ¿Qué hay detrás de los intereses que buscan inclinar al gobierno en direcciones erráticas? 

Aunque entendemos que la izquierda nos ha perseguido históricamente, primero con el fusil y, luego, desde las páginas editoriales y su influencia en el poder judicial, no comprendemos sus motivaciones. El asesinato de José Raimundo Sojo y el atentado contra Jorge Visbal, su exilio y los recientes cuestionamientos judiciales, son parte de esa historia de represalias, de victimarios criminalizando a las víctimas. Es el poder funesto del narcoterrorismo, infiltrado en nuestras instituciones para elodar la honra de personas de bien, cuyo único pecado ha sido no comulgar con radicalismos y defender los intereses legítimos de los ganaderos. 

Los estigmas que vinculan a los ganaderos con la supuesta “para-economía” o los escuadrones anti-restitución, cuando no de ser “guerreristas” u “opositores de oficio del gobierno”, han cobrado la vida 5.000 ganaderos, de acuerdo con la edición revisada del libro ‘Acabar con el Olvido’ que lanzará la Fundación Colombia Ganadera, Fundagán. Razón demás, para rechazar las acusaciones temerarias y las mentiras difundidas por León Valencia y otros tantos que siguen su camino, a quienes hacemos públicamente responsables de los peligros que ellas entrañen para los ganaderos. 

No estamos dispuestos a permitir que se repita la historia, sin levantar nuestras voces tantas veces como sea necesario. No vamos a ser indiferentes a la persecusión, adobada ahora, con una “violencia mediática”, más radical y extremista en sus objetivos y efectos. Cerramos filas contra quienes buscan poner de nuevo a los ganaderos como carne de cañón.

Fedegán, como gremio cúpula de la ganadería colombiana, no modificará su actuación. Mantendrá una posición constructiva frente al Gobierno en propósitos comunes. Pero conservará su independencia crítica, respetuosa y también civilista, para cumplir con la misión de defender de los intereses de los ganaderos. Esperamos la receptividad también constructiva del Estado y del Gobierno Nacional, con la confianza de que compartimos el lema de que “la paz y la prosperidad de Colombia pasan por la recuperación del campo”. 
 
*Presidente Ejecutivo de Fedegán


 

viernes, 10 de agosto de 2012

¿Quién le teme al Niño?

Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie

En los últimos tres años los desórdenes climáticos generaron un altísimo costo para las actividades rurales. En el caso de la ganadería alcanzó proporciones calamitosas. Ahora, con la inminencia de otro Niño, la sequía promete profundizar las afectaciones, a menos que adoptemos las providencias del caso. Sabemos que no será fácil. Pasa un mal momento el sector en medio de estrecheces, pérdidas económicas, sin infraestructura de producción, sin vías y con TLC que ya aprietan el bolsillo. Sin embargo, la situación podría ser peor, si no hacemos un esfuerzo en los meses que algo de agua caerá, antes de la vigencia del Niño.

El balance para la ganadería es diciente, si no hacemos la tarea a tiempo. El primer Niño resintió la producción de leche en 246 millones de litros y la de carne en 88 millones de kilos, con una pérdida de $462 mil millones. A su turno, la recurrencia de las dos Niñas ocasionó la muerte de 87 mil reses, el desplazamiento de 3.010.362  y la caída en la producción de 306 millones de lt/leche y 139 millones de kg/carne, con un efecto neto de $678 mil millones. Se suman, a este menor ingreso, los daños en más de un millón de hectáreas, cuyo restablecimiento de pasturas sobrepasa el billón de pesos.

Pero, además, sabemos que la calma no siempre llega tras la tempestad. Las obras de recuperación tras la ola invernal se anuncian, pero su ejecución es francamentente frustrante. No se recobró la infraestructura de producción, no se sembraron las pasturas previstas y tampoco se repararon las carreteras nacionales y menos las terciarias. Para muchos ganaderos es incierta la suerte, pues parte de las tierras anegadas no se sabe cuándo recobrarán su producción, porque la inversión y el crédito no se irrigan en la cantidad y velocidad que requiere la destrucción que exhibe el campo. Así de simple. 

Si bien el Ideam dijo que El Niño no inhibirá las lluvias, en todo caso moderadas hasta noviembre, a partir de entonces inciará una sequía que podría extenderse hasta febrero o marzo de 2013. No obstante, no olvidemos que así empezó el pasado Niño y la sequía se prolongó hasta agosto. Este antecedente debe servir para que los ganaderos se decidan a sembrar productos ensilables como maíz, sorgos dulces o alfalfa y, al tiempo, aprovisionar heno y henolajes. Es una estrategia segura para paliar la sequía. Así lo hacen los países que deben resistir largos y crudos inviernos. Cultivan forrajes en temporadas de lluvias y guardan para cuando el frío y la nieve cubren el campo.

Es la enseñanza de la economía ganadera en los países ubicados fuera de los trópicos. Y es el único camino que debe recorrer la ganadería colombiana, si quiere sobrevivir y competir, considerando la impredecible recurrencia de lluvias y sequías y su impacto en sectores sensibles como el nuestro. Pero el esfuerzo que debe ir de la mano del Gobierno, teniendo en cuenta que en algunas zonas la oferta ambiental y agrológica limita las siembras y, en otras, donde es posible y necesario hacerlo, los recursos y las tecnologías no están cerca del ganadero.

Por esta razón, Fedegán propuso al gobierno, la adopción de un plan contingente para el verano –como lo hicimos para el invierno– para favorecer el almacenamiento, de tal manera que se puedan ofertar forrajes en forma oportuna y a costos razonables. Pero también para proveer semillas, crédito y tecnología a bajo precio, que permitan dar el salto cualitativo y la reconversión productiva de la ganadería. Sólo así, podemos evitar un mayor deterioro del sector, después del calvario climático y los problemas asociados con las crecientes importaciones de los tratados internacionales. Quien no lo haga: que le tema al Niño.

*Presidente Ejecutivo de Fedegán.

viernes, 3 de agosto de 2012

Inseguridad… ¿qué está pasando?

Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie

Hace un par de años, esta sociedad alcanzó a soñar con la paz. Para entonces, el retorno de miles de productores al campo –inédito en 50 años de violencia– reconocía el éxito de la estrategia de Seguridad Democrática para reducir la criminalidad y la inminencia de la derrota del narcoterrorismo. Hoy, cuando la violencia recrudece y desandamos a zancadas la senda, nos acosa una pregunta: ¿qué está pasando? Y es que difícilmente, compartimos el balance que presentó el gobierno esta semana en materia de seguridad. La razón es una: ignorar el retroceso es facilitar el camino al crimen organizado, para poner a prueba cuantas veces lo desee, los fundamentos del Estado de Derecho.

Me pregunto si el mejor punto de partida, no sería llamar las cosas por su nombre y recabar en los errores que han hecho flaquear la confianza ciudadana, en la capacidad del Estado para resolver el narcoterrorismo. Lo digo, porque resulta desconcertante el comentario, según el cual, sólo 37 municipios –donde habita el 4,6% de la población– soportan el 70% del terrorismo de las FARC y el ELN. No piensan así los ganaderos en diferentes regiones, que a diario manifiestan evidente preocupación. Además, la abstracción deja fuera al menos otros 500 municipios, donde el accionar de guerrillas y Bacrim es sostenido. Pero ahí no está lo peor. Ayer como hoy, el narcoterrorismo pone a prueba la sociedad, hostigándola para que se le otorguen prerrogativas judiciales, que lo pongan a salvo frente a la Ley.

Un informe del Centro Seguridad y Democracia, sostiene que las FARC lograron permear 50 nuevos municipios al cierre de 2011, para un total de 155 en 23 departamentos, 31% más que en 2008. En 11 departamentos, más del 20% de sus municipios está amenazado por la guerrilla y en Arauca, Cauca, Caquetá, Putumayo y Nariño, más del 50% del territorio padece sus ataques. Por otra parte, 406 municipios de 31 departamentos, reportaron presencia de Bacrim en 2011, un aumento del 57% en relación con 2008. Pero además, sostiene Indepaz, que en el último año se sumaron 46 nuevos municipios. Hoy los Rastrojos están en 247 municipios, los Urabeños en 211, Las Águilas Negras en 112, Los Paisas en 103 y las Erpac en 45.

 Existe una retoma territorial, en hermandad entre farianos, elenos y Bacrim. Un panorama que calza con el mapa de corredores y zonas para el cultivo y tráfico de narcóticos, que vuelve a padecer millones de habitantes en veredas y corregimientos, pero también en ciudades intermedias y capitales. Medicina Legal reporta 5.012 muertes violentas en las 31 capitales en lo corrido de 2012. Un clima enrarecido que mezcla la violencia de las calles, con la que crece en espacios privados.

Ignoro el subregistro, que para el caso de extorsiones es alto, de acuerdo con el observatorio de DDHH de Fundagán. Pero incluso las cifras del gobierno son alarmantes. No podemos envanecernos de una tasa de homicidios de 32,4 por cada cien mil habitantes. En términos absolutos, en 2011 se registraron 111.705 muertes violentas 4% más que en 2010. Somos el país más violento de América Latina. Del puesto 115 del Global Peace Index en 2007, descendimos al 144 en 2012, entre 158 naciones. Cerca de Afganistán, Irak o Pakistán.

Estas cifras nos devuelven a la pregunta inicial: ¿qué está pasando? Pero, además, ¿cómo vamos a afrontar el problema? Creo que las “puertas giratorias”, el ambiguo discurso de la paz y los privilegios para los bandidos, hicieron lo suyo. Necesitamos corregir el rumbo. El problema es que la credibilidad en las instituciones está herida de muerte –al decir de las encuestas– y los colombianos ya no le apuestan a una política desgastada. Aún así, tenemos fe, que la seguridad va de la mano de la Ley y la derrota del crimen, no negociando.

*Presidente Ejecutivo de Fedegán