La operación Sodoma es de lejos el golpe más certero de las Fuerzas Armadas a las FARC. No sólo dieron de baja al máximo jefe militar de esa organización, sino que la información contenida en los 15 computadores y 98 memorias, incautadas en el búnker de La Macarena, no tiene precedentes. En volumen, supera 11 veces la hallada en el campamento de Raúl Reyes y su aporte en la reconstrucción de la memoria histórica y como elemento probatorio en los procesos transicionales de verdad, justicia y reparación, levantará un impresionante espejo retrovisor, sobre la tenebrosa campaña que sembraron por más de 40 años en la ruralidad.
Si los computadores de Raúl Reyes le dieron al país la comprensión de la deformada visión ideológica de las FARC, la dimensión de sus tentáculos internacionales y la precaria moral de combate de sus menguadas filas, los de “Jojoy” tienen, ni más ni menos, la información de la guerra. Esa que enlutó, empobreció y minó la confianza entre los habitantes del campo, que escaló el crimen y la barbarie por los vínculos de esa guerrilla con el narcotráfico y que también sembró de fosas comunes y ajusticiamientos la geografía rural, que vio pudrir sus vidas en una lucha sin rumbo.
Esos computadores están llamados a abrir la caja de Pandora de los sangrientos combates, librados con cilindros en pueblos y corregimientos pobres de nuestra periferia, de los carro-bomba en Bogotá, Pitalito o Puerto Rico y las mal llamadas “pescas milagrosas”. Pero además será el timonel que le falta a la Farcpolítica, que sólo ha dado tumbos en el esclarecimiento de los oscuros vínculos de la clase política con las FARC, e inclusive sobre la participación de actores de la sociedad civil, que juegan subrepticiamente en los dos bandos, con una desmedida doble moral pública.
Mucho dirán los PC del despojo de tierras en Meta, Caquetá y en todo el suroccidente del país, de las reses robadas, de las casas de habitantes y productores agropecuarios que fueron minadas y de los secuestros, extorsiones y asesinatos de miles de ganaderos. Episodios de lesa humanidad que FUNDAGÁN ha develado desde varias tribunas. La celebración el pasado 30 de septiembre del Día Nacional del Ganadero sirvió, justamente, para recordar a más de 3.000 víctimas y emprender, en su nombre y por la reconciliación nacional, un programa para donar una vaca preñada a familias pobres de la ruralidad. Una iniciativa que nos dejó absortos, ante la generosidad del país urbano con el rural.
Los colombianos deberíamos exigir que toda esa información sea puesta en manos de las autoridades y la sociedad, para conocer la cara oculta de los verdaderos agresores y servir a los propósitos de políticas centrales de la actual administración. Las Leyes de Restitución de Tierras o de Víctimas, también requieren esclarecer los móviles y la magnitud del desplazamiento ocasionado por la guerrilla, la “colonización armada” y las cadenas de testaferrato que construyeron en sus zonas de control, tal y como se ha hecho con el paramilitarismo.
Es un pasado que cala hasta los huesos y que lleva a causar escozor, cuando escuchamos declaraciones como las del octogenario dictador cubano, destacando la figura de “Tirofijo”, cuestionando el operativo en el que murió el “Mono Jojoy” o la destitución de la senadora Piedad Córdoba. Como si de suyo la Revolución Cubana no hubiera contribuido ideológicamente, en el escalamiento de nuestro conflicto. Más aún, cuando hacía poco, Fidel, se había pronunciado sobre el derecho que le asiste a Colombia de alcanzar la paz e incluso calificó de “objetivamente crueles” e injustificables los métodos de la guerrilla.
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