Esta semana pasó su primera prueba de fuego el proyecto de acto legislativo, que busca modificar el Régimen de Regalías, pese a la incertidumbre y oposición que ha generado su trámite. Es resultado del interés de un mayor número de actores de participar de una cantidad inimaginable de recursos que hoy tiene el país, a diferencia de hace casi dos décadas cuando se establecieron las reglas de reparto. Al margen de la corrupción, que en efecto la hay y muy evidente –como en el caso de las brujas–, es un problema más de aritmética y menos de ética. Desafortunadamente.
Partamos en consecuencia, que el proyecto se aprobará. Un gobierno con alta popularidad y respaldo en el Congreso, no puede dejar que se hunda. Sería un golpe a la gobernabilidad. Pero, lo que no podremos consentir, es que estos recursos se licúen en el abultado déficit del Gobierno Central o para cubrir el desmonte de impuestos. Si el argumento es recuperar décadas en las que se benefició una minoría, por ineficiencia e iniquidad en el gasto que se financia con las regalías, no tendría sentido que desde el nivel central se usen para tapar un hueco, que también es hijo legítimo de la iniquidad con la cual se atiende la inversión en región.
Hoy las regalías apenas llegan a 16 departamentos y a 170 municipios, inclusive con fuertes asimetrías entre ellos. Sólo entre 1995 y 2009 el monto ascendió a $19 billones. El 80% –$15 billones– fueron girados a 7 departamentos. En 18 municipios, la mayoría de Casanare, el promedio per cápita por regalías petroleras fue de $11 millones, aunque en Castilla La Nueva ascendió a $50 millones. Así mismo, los montos que administran las gobernaciones son mayores a los que perciben las alcaldías.
Los escasos avances para cerrar las brechas sociales, poco tienen que ver con las regalías y, en cambio sí mucho con la vigilancia sobre la inversión de los fondos del Sistema General de Participaciones. Un albur en el caso de las regalías, que se atomizan incontroladamente. Y, por supuesto, no tengo que ahondar en los incrementos de pobreza, déficit habitacional y coberturas de saneamiento básico, comunes en municipios que perciben regalías, en especial en la periferia.
Empero, es una situación que no sólo está atada a la precaria ejecución, sino al incremento en la corrupción en todos los niveles. De ahí que si el proyecto corrige elementos de iniquidad territorial, debe también hacerlo, en grado sumo, en materia de trasparencia, para evitar que se repitan funestas experiencias. Y es que si de algo ha servido la actual rapiña verbal, ha sido para sincerar el debate.
Queremos regalías distribuidas con eficiencia, transparencia y que lleguen con equidad, a todos los ciudadanos. Queremos que termine la iniquidad –consentida por décadas, en las que la inversión sólo tocó determinadas regiones– para que lleguen recursos a zonas con mayor atraso relativo. ¿Cuántos años la Costa ha tenido que pagar energía más cara, sólo porque no genera con hidráulica? ¿Por qué el registro mercantil sólo favorece a un puñado de ciudades, cuando las mismas empresas operan en todo el territorio? ¿O cuál es la razón para privilegiar a unos con grandes obras de infraestructura, cuando otros siguen con vías de herradura?
Si las regiones productoras ceden en favor del resto del país, debe ser a cambio de un manejo justo y razonable. Así tendremos un Estado que lleve a todos los rincones del país escuelas, alcantarillados, distritos de riego, vías secundarias y terciarias y, por capilaridad, a toda la población vulnerable –en su mayoría rural–. ¿Será capaz el país de generar un modelo de desarrollo, que no sesgue la inversión y las oportunidades en favor de los mismos? Ese es el verdadero dilema.
Lo que hacen con las regalías, de acuerdo a lo que han documentado los medios y ha señalada las misma contraloría y la procuraduría, es que se roban las platas...quienes se la roban? como en fuenteovejuna: Todos y ninguno. Sin ser economista se, que para llevar la corrupcion a sus "justas proporciones" el costo marginal es bajo. Pero no se hace, pues no hay voluntad. Por que? por la "ley del gorrero" para que poner plata para la botella si se puede emborrachar a costillas de otro(s)....Ya se tiene documentado lo que pasa con el manejo de los bienes comunes, incluso una de las nobel de economía 2009, es experta en la materia.Imposible que nuetro dirigentes, formados en las mejores universidades del mundo no sepan eso.En conlusion hay que proceder,hay que actuar...atte..Narcizo Rodriguez Gonzalez
ResponderEliminarLa reforma al sistema general de regalias deberia contener en el acto legislativa ó via reglamentación legislativa o del Gobierno; crear una depedencia técnica en las contralorias, procuradurias y fiscalias (Nacional, Departamental y Provincial) que se dedique al control y vigilancia previa-posterior de la ejecución de los recursos de regalías. El pagó del personal técnico especializado y el funcionamiento de dichas depedencias serán pagados con los mismos dineros de regalias que reciben los entes territoriales. Cada ente territorial que reciba esta clase de recursos se le descontaria el 0,01% del valor girado para pago de control y vigilancia de los órganos de control.
ResponderEliminarComparto la apreciación del autor, porque el problema no radica en la distribución del dinero de las regalías sino en la vigilancia a los comportamientos de los servidores del Estado a cuyo cargo tengan la función de manejarlas. Si el mal es la corrupción la cura es la sanción y no mutilarle a los municipios o departamentos el dinero que contribuye a su desarrollo. Atte CLARETH JOSÉ MUNIVE MEEK.
ResponderEliminarHabría que pedir tambien equidad para su distribución
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