@jflafaurie
La declaración del Presidente Santos, después de la directa sindicación
proferida por el Director de la Unidad de Restitución de Tierras, Ricardo
Sabogal, es el primer intento honesto para determinar la contrarreforma agraria
que libró las FARC en el país. Sin duda, el de Santos, es un paso histórico en
la vía correcta para identificar a las FARC como la gran usurpadora de la
propiedad rural. Y, más aún, para derribar las injustas segregaciones que
distinguen entre víctimas de primera y segunda categorías que, como en el caso
de los ganaderos, llevaron a estigmatizarlos como victimarios, cuando han sido
las principales víctimas.
Bienvenida la avalancha de acontecimientos que acompaña la política de
restitución de tierras, pues está llevando a la construcción de escenarios
inéditos de la memoria histórica, que parecía imposible en medio del conflicto.
Hoy cobran vida, para asombro de los analistas, las denuncias que reiteró
Fedegán y que tantas veces subestimaron, sobre las explotaciones en manos de
testaferros de las guerrillas en Caquetá, Meta, Arauca, Casanare, Vichada o
Huila –para sólo mencionar las más protuberantes– y de rebaños enteros de
ganados hurtados, en una perenne trashumancia desde hace medio siglo, que
dejaron miles de huérfanos y viudas y quiebras sin par de la mano de los
secuestros y las extorsiones.
De esas denuncias, aún recuerdo una visita del presidente de un comité
de ganaderos y dirigentes de San Vicente del Caguán a mi despacho. Para mi
sorpresa, más allá de sus intenciones de afiliación, terminé al frente de un
personaje que identificaron como el “veterinario del Mono Jojoy”. Fue en los
albores de mi arribo a Fedegán, con la evocación aún fresca del frustrado
atentado con rocket, perpetrado por milicianos de las FARC, contra Jorge
Visbal.
Esperamos que la nueva mirada acerque al país a la real magnitud del
despojo de las FARC. De lejos el agresor natural, el mayor usurpador y
victimario del conflicto armado, por su prolongada existencia y por la extensa
geografía que cayó bajo su influjo a sangre y fuego, en una permanente
degradación narco-terrorista. Ello sin perjuicio de las décadas de
contrainsurgencia del paramilitarismo que estremeció campos y ciudades, con
igual o mayor crueldad.
El anhelo, en esta etapa, es abocar un ejercicio de memoria colectiva
integral, que además de identificar los crímenes del paramilitarismo haga lo
propio con las FARC y el ELN. Sabemos de la enorme batería de insumos que se
utilizó para judicializar a los primeros. En tanto que la información contenida
en los PC incautados a Reyes, el Mono Jojoy o Cano, sigue siendo objeto de
especulaciones. Allí tienen que estar los nombres de sus testaferros y la
demarcación ilegal de sus tierras. ¿Son estas las fuentes que guían el buen
olfato del Presidente Santos?
Nos urge trazar el mapa de la guerra, que ha sido el mismo del
narcotráfico, pues los dos se traslapan con el mapa del despojo y de las
víctimas. A fin de cuentas paramilitares, BACRIM, FARC o ELN, tienen como
elemento articulador de su vulgar connivencia: el narcotráfico, fuente
principal de financiación y acumulación de su riqueza. La expoliación de la
tierra no fue para adquirir un activo productivo, sino como control territorial
para instrumentalizar la producción de coca y tender corredores para el
narcotráfico.
Necesitamos el retorno de todos los despojados al campo. Y en esta tarea
es fundamental que los colombianos tengan claro quiénes son las víctimas y
quiénes los victimarios, con la plena identificación de la cartografía de su
ignominia. Sin estos insumos la catarsis del pasado será incompleta. En este
ejercicio Fedegán y Fundagán estarán al lado de miles de víctimas ganaderas
para “Acabar con el olvido”.
*Presidente Ejecutivo de FEDEGÁN.
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