@jflafaurie
La próxima semana será trascendental para la política
de Comercio Exterior del país. De una parte, el 25 de junio, se darán cita los
presidentes de Corea del Sur y Colombia para sellar la negociación del TLC
entre las dos naciones, que significa nuestra entrada al Asia Pacífico. Una
zona de gran dinamismo, con grandes oportunidades para las exportaciones
agrícolas y pecuarias y para atraer inversión y cooperación. Para el sector
ganadero el balance también es positivo y demuestra que cuando estos procesos
se adelantan de manera transparente y concertada, los resultados son exitosos.
En contraste, al día siguiente –26 de junio en Bruselas – nuestro
Ministro de Comercio y el Comisario de Comercio de la Comisión Europea,
firmarán el Acuerdo Comercial entre Colombia y la Unión Europea. Un paso que
acelera la vigencia de este TLC, el más lesivo para el sector lácteo
colombiano, no sólo por la forma como fue negociado, sino por su impacto sobre
las 450.000 familias ganaderas que derivan su sustento de la producción láctea.
Y es que desde el apresurado cierre de este tratado, a comienzos de 2010,
Fedegán protestó por las condiciones inequitativas que se pactaron, a espaldas
al gremio ganadero y del propio Ministerio de Agricultura. El equipo negociador
de entonces, cedió a las pretensiones europeas, que tenían como único interés
ofensivo, lograr acceso preferencial al mercado colombiano. Se desconocieron
los principios de reciprocidad y las asimetrías entre el sector lácteo europeo
que recibe subvenciones casi ilimitadas, en contraste con el colombiano que
acusa un 46% de informalidad, atomización, baja productividad, elevados costos
de producción y baja rentabilidad.
La compensación que se pactó, se obtuvo por la inusual intervención del
presidente Uribe, que logró mover al Presidente de la Comisión Europea, Manuel
Durao Barroso, a suscribir una declaración conjunta, de mayo de 2010, que
incluía recursos por €30 millones para reconvertir nuestro sector. Hoy sólo
están disponibles €8,6 millones, sin que a la fecha se haya invertido un peso.
Pero además, se adoptaba el compromiso de monitorear el impacto del acuerdo y
se otorgaban facultades al Comité de Comercio, para realizar ajustes a partir
del tercer año de su vigencia. No obstante, esa Declaración que era pieza clave
del paquete de “compensación”, inexplicablemente se omitió del texto final del
Acuerdo que se firmará este martes.
Un escenario que conjuga una caída en los precios internacionales, incremento
de las importaciones lácteas derivadas de otros acuerdos vigentes –Mercosur y
Chile– y la puesta en marcha del TLC con USA –que empieza a hacer mella en el
balance comercial deficitario del sector– es el más inconveniente para dar luz
verde a la activación de la Clausula de Aplicación Provisional del Acuerdo con
Europa. En términos sencillos, significa que en menos de 3 meses este tratado
entraría en vigencia, pasando por alto el tránsito que deben surtir en el
Congreso de la República y la Corte Constitucional.
No olvidamos, además, que el gobierno anterior trazó
la política de competitividad del sector –Conpes 3675– pero sólo se le
otorgaron recursos por $21.000 millones en esta administración. Aunque es una
cifra insuficiente para los retos por superar, es buen inicio para las urgentes
gestiones. Sin embargo, si el TLC con Europa se activara en 3 meses, no habría
ninguna forma de mitigar su impacto negativo.
Las graves implicaciones de una decisión de esa
naturaleza, merecen un debate franco en el escenario natural que es el Congreso
de la República. Instancia ante la cual Fedegán advirtió su propósito de
mantener su férrea oposición, de persistir las asimetrías para nuestro sector
lácteo. Es nuestro derecho legítimo, para que la opinión y el Congreso de la
República conozcan a profundidad la grave amenaza que se avecina para el sector
lácteo colombiano.
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