Por: José Félix Lafaurie Rivera
@jflafaurie
Las comitivas que entran y salen de La
Habana son vox populi. La romería no es sólo de políticos, también
académicos, periodistas y activistas de derechos humanos. Aunque se dice que la
bitácora incluye otras visitas “non sanctas”, de ONG “farianas” y hasta de
militantes de grupos narcoterroristas internacionales. El itinerario es tan
exigente que parece operar una oficina de relaciones públicas, sin que ninguna
voz –a no ser la del Procurador– advirtiera el descaro. Habría que constatar
los avales del Presidente para saber quién más viajó sin autorización y que sea
la justicia y el Ministerio Público el que entre a resolver. Dejar pasar el
episodio impunemente, es admitir que existe una clasificación arbitraria: unos
voceros de “primera” a quienes se otorga pergaminos y otros de “segunda” que
reciben autos de detención.
Sorprenden las declaraciones del Fiscal,
quien sostuvo que "no es delito acudir a La Habana sin permiso del
Presidente”. Entre otras razones porque no ha sido el común denominador en este
tipo de casos. En el proceso del precandidato presidencial, Luis Alfredo Ramos,
es evidente el doble rasero de los tribunales. ¿Por qué si éste reconoció su
encuentro en 2004 con “Ernesto Báez” –cabecilla de las Autodefensas– la Corte
Suprema dictó medida de aseguramiento para oírlo en indagatoria, a
sabiendas de su solicitud –durante 3 años– para que lo escuchara en versión
libre?
El contexto de los hechos que se le
imputan prácticamente lo absuelve, pues ni siquiera mediaba una justa electoral
en la que estuviera inscrito, por tanto, no se puede argumentar un posible
concierto para delinquir. Su postulación a la Gobernación de Antioquia se
produjo en 2007, cuando la desmovilización de las AUC ya era un hecho y parte
de sus líderes estaban extraditados. Antecedentes que debieron considerarse
para que se le respetara la presunción de inocencia.
Las circunstancias fueron
claras. No fue un encuentro clandestino. Desde 2004 el Gobierno legitimó
el proceso con las AUC –Resolución 091– y reconoció como representantes de esa
organización a 3 de sus miembros, incluido Iván Roberto Duque –Resolución 233–.
Por tanto, no había órdenes de captura en su contra, podían movilizarse por el
país y ofrecer audiencias bajo el amparo de un expreso salvo conducto que, en
el caso de Ramos fue público y con testigos.
Podemos tener la legislación más dura o,
incluso, la más laxa que se pueda diseñar, lo que no es admisible son las
interpretaciones amañadas y no exentas de sesgos políticos para el denominado
“concierto para delinquir”. La “reunionitis” en La Habana, cuya intensidad
e intenciones desconoce el Gobierno, es una oportunidad para evaluar la asimetría
que reina en la administración de justicia. De un lado: benevolencia para
quienes se congraciaron con los farianos en el Caguán o ahora en La Habana. Y
del otro: condenas para quienes obraron con ingenuidad en muchos otros casos.
¿Cuántos de los que han desfilado por La
Habana, pueden demostrar que acudieron con la intención de promover la
reconciliación y el logro de la paz? ¿Por qué un caso como el de Ramos, en el
que sus contertulios de ocasión, autorizados por el Gobierno, si acusa un
concierto para delinquir, cuando no mediaba elecciones a la vista?
El efecto negativo de esta sin razón ha
sido protuberante, en especial sobre el sistema de partidos. Lo grave, es que
la cacería se profundiza con base en testimonios vindicativos o falsos testigos
que enlodan el buen nombre de personalidades que, curiosamente, están del otro
lado de las posiciones ideológicas y políticas de los nuevos mejores amigos del
Gobierno. La injusticia que cae sobre Ramos tiene un tinte político. Su caso,
como el de otros de la denominada “parapolítica, no se conduele con el
ocultamiento de la “farcpolítica” que se pavonea por La Habana. La Corte tiene
una oportunidad para corregir y fallar en derecho. Está de por medio el proceso
político que apenas arranca de cara a las elecciones 2014.
Presidente Ejecutivo de FEDEGÁN.
No hay comentarios:
Publicar un comentario