Por: José Félix Lafaurie
Rivera*
@jflafaurie
Los flashes, el champán
y el cruce de manos entre los 4 dignatarios de la Alianza Pacífico (AP), nos
vendieron otro espejismo de los supuestos mercados ampliados. Desde el
glamoroso evento de Cartagena –un desaire para Cali, Quibdó, Tumaco o
Buenaventura, cuya inseguridad y pobreza avergüenza a nuestro mandatario– no se
escatimó en anuncios de primera plana. Comercio libre para el 92% del universo
arancelario, generación de empleo, aumento del PIB y la inversión e integración
a la Cuenca del Asia-Pacífico. ¡Delirante! Pero la verdad es otra para el
sector agropecuario. El acuerdo inconsulto profundizó las inequidades pactadas
en los TLC de 2009 con esas economías. La costumbre de este Gobierno de
desgravar en papel, nos dejó más desprotegidos y sin resolver las restricciones
en México y Chile para nuestra oferta agroalimentaria.
Sí, ni los socios ni las
falsas promesas eran nuevos y salvo con Perú –un mercado activo de vieja data
para nuestras exportaciones– en la AP no hay nada que hacer, aunque las
oportunidades son enormes. Una premisa que aplica para los otros 19 acuerdos
suscritos, en donde el sector ha sido el gran perdedor de siempre. Ese que
menosprecia el Gobierno, aunque el campo esté sumido en una desesperanza que
puede terminar en un estallido social de incalculables consecuencias. Ahí está
la ganadería. Aunque los TLC nos dejaron la prerrogativa de exportar más de
59.000 toneladas de ganado en pie y productos cárnicos y otras 32.000 de leche
y sus derivados, no hemos podido vender un kilo de carne, mientras que las de quesos
o leches son francamente famélicas. Seguimos dependiendo dramáticamente del
inestable mercado venezolano.
No importa que nuestros
productos tengan un plus comparativo en calidad o precio frente a los socios,
como ocurre en esta coyuntura de precios deprimidos del ganado colombiano.
Sencillamente la admisibilidad es nula. Llevamos 8 años buscándola sin
resultados. Están de por medio barreras zoosanitarias, cuyo desmonte tampoco se
exigió en el Protocolo Adicional de la AP. Pero no fue lo único que nos dejó
este acuerdo. A la desgravación arancelaria y la reducción en tiempos para
liberar productos sensibles de nuestra economía agropecuaria, se sumó la
eliminación del Sistema Andino de Franjas de Precios. En contra partida, se
establecieron periodos amplios de protección para México, con impuestos a la
entrada para bienes en los cuales Colombia podía tener alguna oportunidad.
Es un acuerdo más, que
abultará los saldos en rojo. Basta observar la balanza comercial entre Colombia
y México que ha sido tradicionalmente deficitaria. En 2013 el monto negativo es
de US$4.200 millones, pero es diciente el aumento del 150% desde 2009, cuando
se perfeccionó el actual TLC. Pese a ello, organizamos la VIII cumbre de la AP
–en el Caribe, no en el Pacífico donde es más evidente el abandono estatal y
las asimetrías de nuestra cuenca, frente a los desarrollos de México, Chile,
Perú o de cualquiera de los 30 observadores del pacto–. Y reincidimos en dejar
lo ancho para ellos y lo angosto para nosotros, incapaces de evolucionar en una
negociación que representará una oportunidad y no otra amenaza para el “agro”
colombiano.
¿Puede el Gobierno
seguir fiando tratados sin exigir condiciones equitativas, para favorecer la
efectiva exportación de nuestros agroalimentos? ¿Por qué no avanza la agenda
interna, única fuente para que el sector productivo pueda dar el salto
cualitativo, mitigar los choques del mercado externo y asegurar la
infraestructura mínima para competir? Muchos empresarios entusiastas quedarán
embarcados en la riesgosa aventura y abandonados a su suerte. Adentro se
encontrarán sin carreteras en el Pacífico, sin puertos de gran calado, un
sistema sanitario ineficiente y transporte costoso, en medio de una población
empobrecida y asolada por el narcoterrorismo. Y afuera con barreras
arancelarias y pararancelarias infranqueables. Dos miradas lamentables que
exigen acompañamiento, responsabilidad y promoción de un Gobierno con los pies
en Colombia y no en La Habana.
*Presidente Ejecutivo de
Fedegán
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