Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie
Parece inevitable la “cubanización” de
Venezuela. El ineficiente régimen de Maduro capitalizó las recientes protestas
para profundizar la tendencia autoritaria. Han sido 5 lustros de anulación de
libertades, pero ahora el colapso de la cuasi-democracia es inminente. Maduro y
su séquito del Socialismo del Siglo XXI necesitan acallar por la fuerza, el
enorme malestar de un país que escapó a su gobernabilidad. Vergonzoso que el
hemisferio y particularmente Colombia, avalen con su silencio la escalada de
represión y el ilegítimo encarcelamiento de Leopoldo López, líder de la
oposición venezolana. Sometido como está el Presidente Santos a los diálogos en
La Habana, apadrinados por el Castro-Chavismo, sólo hizo un “llamado a la
calma” para sacudirse el deshonor y seguir “de agache”.
Es una traición a la tradición democrática
que valoramos 44 millones de colombianos. Una afrenta para más del 50% de
venezolanos que esperaba solidaridad de este lado de la frontera. El llamado a
la calma fue un tímido maullido, ante el discurso vociferante de Maduro, para
justificar lo indefensable y buscar apoyos en su zona de confort: la Celac, el
Alba o la Unasur, que son la misma patraña Castro-Chavista para borrar de la
región la fiscalización a su régimen. Allí están sus aliados de la izquierda,
aderezados y algunos comprados con la riqueza petrolera; la única fuente que
sostiene a Maduro, incluso para aceitar de puertas para dentro una enorme
burocracia, que se rige al igual que en esos organismos multilaterales, por una
cadena de pagos de favores y salvavidas a las pretensiones, ocultas o
explícitas, de unos y otros.
Lo graves es que de la mano del Presidente
Santos, Colombia terminó enredada en ese hipócrita integracionismo, que
mantiene la farsa de proteger las libertades y los derechos humanos, mientras
muchos de esos gobiernos ejecutan tenebrosas prácticas totalitarias, al peor
estilo estalinista, para desaparecer, torturar o encarcelar supuestos
“golpistas” y “fascistas” de la disidencia. Organismos anti-capitalistas y
anti-imperialistas, que buscan suplantar instancias internacionales que
surgieron, esas sí, de una auténtica conquista por la libertad, la igualdad y
la dignidad humana. Derechos indivisibles e inalienables, con el mismo rango de
exigibilidad y justicia, que Maduro hoy patea en las narices de los gobiernos
“amigos” que se autodenominan democráticos y de la propia OEA, arrodillada en
la cumbre de la Celac en Cuba.
Son pasos para instaurar una zona de
impunidad, inhabilitando el Sistema Interamericano de Derechos Humanos, su
Corte y Comisión, sacadas a empellones de Venezuela y vapuleadas en Ecuador,
Bolivia y Nicaragua, ante la mirada acrítica de nuestro Gobierno. Y es que no
caería mal unir esfuerzos para eliminar el poder de esas instancias sobre los
déspotas de allá y sobre los desafueros que campean aquí desde la mesa de
negociación en Cuba, donde las Farc, buscan la misma impunidad de sus mentores.
Claro es, entonces, que la oposición en Venezuela está sola. Desaparecieron los
defensores de la democracia liberal y emergieron gobiernos permisivos con los
excesos de las dictaduras.
Sabemos que en Venezuela se abolió la
división de poderes, con un ejecutivo que concentra el poder, incluso el
judicial y gobierna por decreto. La criminalización de la protesta es pan de
cada día, junto con el asedio a la oposición, la afectación de las reglas
electorales, el veto a la información y la militarización de la sociedad con
milicias irregulares protegidas por el Estado. La inseguridad y una economía en
la peor crisis de su historia, tocan la ineficiente dupla Maduro-Diosdado
Cabello, incapaz de controlar el aparato estatal y la polarización social y
política que hoy llegó al límite. Así las cosas, el esclarecimiento de los
crímenes, la libertad de los opositores, el restablecimiento del Estado de
Derecho y las libertades en Venezuela, serán para otra ocasión. Del Gobierno de
Colombia nada se puede esperar. Con la vergonzante mordaza de los diálogos con
las Farc, tiembla ante el rugido de líder bolivariano.
*Presidente Ejecutivo de Fedegán.
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