viernes, 30 de mayo de 2014

El método de la prensa

José Félix Lafaurie Rivera
@jflafaurie

El balance de la primera vuelta para elección presidencial dejó entre los perdedores, sin lugar a dudas, a la gran prensa nacional, que hubo de morder el polvo por la derrota del candidato de sus entrañas.
En efecto, el candidato-presidente tenía bajo su control lo más granado e influyente de los grandes medios, con El Tiempo a la cabeza, la revista SEMANA, los dos canales privados y sus cadenas radiales gemelas. No recuerdo en los últimos tiempos tan pronunciado y ostentoso desequilibrio informativo y de opinión en una campaña, pues no fue armado solamente desde la línea editorial de los medios y desde sus secciones informativas, sino también desde la posición, que se presume autónoma, de sus columnistas, sumados en gavilla de tinte plebiscitario a la candidatura de Santos y a las mal llamadas negociaciones de paz.
Cobrada la cabeza de Fernando Londoño, quedamos apenas unos pocos mosqueteros blandiendo  en solitario la espada en defensa de la campaña de Óscar Iván Zuluaga, en el centro de la encerrona, espalda con espalda para responder al ataque masivo y atrabiliario contra todo lo que sonara a Centro Democrático, a Uribe o a Zuluaga. No en vano, uno de los decanos del periodismo colombiano, Juan Gossaín, habría de calificar de “sencillamente asqueroso” el manejo que los medios dieron a la campaña.
La prensa bajó de su olimpo y ensució los pies en el cieno de la manipulación descarada de información para hacerle daño a Zuluaga, llegando inclusive a la peligrosa estigmatización. La última columna de María Jimena Duzán -en SEMANA por supuesto- es paradigmática. En ella la periodista advierte que no tendría la desfachatez de comparar a Uribe con Hitler, pero con más desfachatez de la que niega, no solo lo acusa de envolver al país en “grandes mentiras” como las que llevaron a la Alemania nazi a la infamia del holocausto, sino que no se reserva prudencia alguna para tildarlo irresponsablemente de ser “el líder de una ultraderecha peligrosa”, atributo que se suma a otros como los de ‘fascista’ y ‘enemigo de la paz’, que desde el Gobierno se vienen lanzando, amplificados  por los medios, contra quienes planteamos diferencias frente a las negociaciones con las Farc y a la media verdad -¿mentira?- de una paz que se avecina, pero condicionada a la reelección.
La semana anterior rematé afirmando que “los votantes pondrán las cosas en su lugar”, y así fue. La primera puesta en su lugar por los resultados electorales fue la gran prensa, que construyó con intencionalidad de explosivista el imaginario -que terminó creyéndose- de un Zuluaga sin autonomía, sin ideas propias, sin carácter ni fundamentos éticos y hasta sin ‘ángel’; y pretendió vendérselo a la opinión a partir de un bombardeo mediático sin precedentes. Pero los colombianos no lo compraron en las urnas. El triunfo de Zuluaga fue rutilante. 
Quedó en evidencia la distancia entre las posiciones comprometidas de la prensa -asquerosas para Gossaín- y el sentir espontáneo de la ciudadanía, que le dijo NO al matoneo mediático al estilo Duzán, rechazó fastidiada la absorbente propaganda gubernamental y le dijo SÍ a un candidato con propuestas serias y contundentes. Una opinión que perdió su “fe de carbonero” frente a una prensa aferrada a su arrogancia dogmática de otros tiempos.

Hay otro mundo afuera del que leemos en periódicos, vemos en noticieros y escuchamos por radio, que hoy está siendo develado por las redes sociales principalmente. Ese descubrimiento fue la ganancia de los colombianos y la gran pérdida de la prensa derrotada.

jueves, 29 de mayo de 2014

¿Votar por la paz o votar por la guerra?

José Félix Lafaurie Rivera
@jflafaurie


La primera vuelta en la elección para presidente de la República deja lecciones claras sobre el rumbo que los ciudadanos quieren que tenga el país. La más evidente es que los colombianos quieren un cambio en la dirección del Estado.
 
Descontada la abstención que caracteriza al elector colombiano, y que como siempre merece un mejor análisis, restados los votos en blanco y los del candidato presidente, el 74% de los votantes quiere que el país se maneje de otra forma. Eso significa que los resultados que ha obtenido el actual Gobierno en materia económica, social y de paz, no satisface a los ciudadanos.
 
Y eso coincide con las encuestas, que muestran que los colombianos no tienen a la paz y al proceso de La Habana, en primer lugar. La gente no quiere “comprar futuro” con base en el cheque de la paz. Hoy quiere progreso, quiere empleo, quiere seguridad social, quiere solución a sus necesidades básicas, quiere tranquilidad. De ahí que el programa que ofrece estas expectativas haya sido el ganador.
 
También deja otra lección clara. El poder de la prensa para matizar las noticias y sesgar opiniones va encontrando barreras en un elector que quiere un nuevo país. El receptor de noticias de hoy no quiere ser enfrascado en el embudo en que se ha convertido el tema de la paz –todo conduce a la paz porque es la panacea de los males de Colombia–. Detrás de esto subyace la desconfianza que se tienen en las Farc, y la credibilidad del proceso, y por su puesto la incertidumbre de unas negociaciones en donde todos los colombianos somos convidados de piedra a sabiendas de que allí se está repartiendo el país so pretexto de implantar un modelo incluyente.
 
Al país le notificó que aún tiene partido conservador. La división que se tuvo entre quienes apoyaban a Santos y quienes apoyaban a la candidata oficial quedó saldada. Hoy se tiene un partido conservador pequeño, pero saludable, que refrendó los postulados de sus fundadores, y que “no se compra ni se vende”. Es un partido que decide.
 
Dejó igualmente como lección, que la izquierda moderada puede tener una opción en Colombia. Sin embargo pesa sobre sus hombros la mala gestión que han realizado sus representantes en cargos públicos.
 
Lo que viene
 
La pregunta válida es lo que viene. Siendo este el panorama, es evidente que los colombianos quieran un modelo donde rápidamente se solucionen las necesidades más sentidas. La dualidad de “votar por la paz o votar por la guerra”, no es quid del asunto. Eso lo tiene que tener claro el candidato Zuluaga. Hoy es necesario bajar tensiones, apropiar la paz y no imponer la paz de un grupo que ha sometido al país por las armas. La bandera del progreso se impone.  
 

domingo, 25 de mayo de 2014

Todas las formas de lucha

José Félix Lafaurie Rivera
@jflafaurie

En 1930, Gandhi afirmaba que "Son muchas razones por la independencia en que estoy dispuesto a morir y ninguna por la que estaría dispuesto a matar", para significar que los fines y los medios no son separables. Esa sentencia, que le dio una dimensión moral a la confrontación política, está siendo desoída en nuestro país, donde lo que está a la orden del día es la justificación de los medios sin ningún miramiento ético, para alcanzar el fin de la reelección a toda costa.
 
La estrategia del miedo. La invitación de Santos no es a votar por la paz sino por el miedo a la violencia, porque en La Habana se negocia bajo la amenaza extorsiva de continuar atacando a la sociedad y al Estado, si los acuerdos no atienden las exigencias de las Farc. El Gobierno aceptó que mientras hablan de paz, no abandonen el despojo, el narcotráfico ni el terrorismo. Mientras dicen defender al pueblo, no tengan reato en utilizar una escuela rural para esconder cilindros con más de media tonelada de explosivos amenazando a niños campesinos.
 
La promesa irresponsable. “El paro (agrario) era incómodo para el Gobierno en vísperas de elecciones, y para aislar hábilmente a las ‘dignidades’ -como se hizo- fue reconocerle (sic) personería negociadora a una Mesa Unificada de la Unión Patriótica (...) Lo que puede llegar a pagarse con esta fórmula para desactivar el paro es potencialmente gigantesco”. No son palabras mías, sino del exministro estrella, Juan Camilo Restrepo.  Sobran los comentarios.
 
La entrega de principios. Hasta hace ocho días la evaluación a los docentes, en palabras de la ministra de Educación, era un ‘inamovible’ dentro de las negociaciones para levantar el paro de maestros, por su importancia para mejorar la calidad de la educación. Pero muy pronto esa importancia pasó a segundo plano y el inamovible dejó de serlo para desactivar otro paro incómodo.
 
La feria del presupuesto. Detrás de la solución al paro de maestros no estuvo solo la oferta de rehacer la evaluación al acomodo de FECODE, sino una bolsa de 200.000 millones para nivelación salarial, que la ministra ofreció de aplicación inmediata, porque el paro en día de elecciones era inaceptable. Igual, 200.000 millones son unos pesos más frente a la mermelada billonaria.
 
La manipulación de mediosDe asqueroso calificó Juan Gossaín el manejo de los medios, privilegiando el escándalo en desmedro de las propuestas y buscando la conveniencia calculada de su candidato.  Y todos sabemos que los grandes medios, por afinidad ideológica o por la mezquina reciprocidad de la pauta, se han puesto al lado de la reelección. “A lo que le hace daño al adversario hay que darle ocho columnas o tiempo triple A”, es la estrategia que condena Gossaín, y que le han aplicado con sevicia a Óscar Iván Zuluaga.
 
La estrategia del engaño. Es la infiltración ilegal que le costó el puesto a Nixon en 1974. Es la manipulación fraudulenta de videos que aparecen con sospechosa oportunidad en los medios en que deben aparecer -como el dirigido por su propio sobrino-, prestos a alimentar el complot al servicio de la candidatura Santos.
Es la combinación de las formas de lucha. Todo al servicio del candidato: presupuesto, medios, información privilegiada y publicidad institucional. Es la opacidad de las negociaciones, la confusión, la trampa y el apoyo de La Habana con tregua incluida. Pero el votante sabrá poner cada cosa en su lugar. Así Gandhi derrotó al imperio inglés.
 

viernes, 16 de mayo de 2014

Nuestro embajador y las Farc

José Félix Lafaurie Rivera
@jflafaurie

Aunque pasó desapercibida en medio de la campaña electoral, El Tiempo publicó una entrevista a Luis Carlos Villegas, quien, sin solución de continuidad, pasó de ser presidente de la ANDI a negociador de paz y embajador en Washington. Con la misma velocidad, acomodó su posición sobre las condiciones de una negociación con las Farc. 

En 2010, como presidente de la ANDI y del Consejo Gremial Nacional, en un homenaje al saliente presidente Uribe, no dudaba en afirmar que “…será la hora de cerrar definitivamente el capítulo de la violencia. Sin concesiones distintas a las que otorga la Constitución. Sin despejes distintos a los del cese unilateral de la amenaza contra los colombianos”.

Dos años después, estas verticales posiciones se ablandaron para hacer parte de un proceso que, de entrada, se olvidó del tal cese unilateral como condición, y en representación de los empresarios, se olvidó también de la mitad agropecuaria del país y se allanó a que se negociara el desarrollo rural. Siempre me he preguntado cuál habría sido su posición si las Farc hubieran exigido negociar el desarrollo industrial, o si comparte realmente con el Gobierno que el desarrollo rural no hace parte integral del modelo de desarrollo, es decir, que la producción agropecuaria y la economía rural no son parte importante del desarrollo nacional y se pueden poner sobre la mesa sin reparos para comprar el silencio de las armas narcoterroristas.

Ahora, desde la embajada, afirma que “Las Farc deben escoger si quieren seguir vinculadas al crimen organizado o si se desarman y se convierten en un partido político (…) Sin resolver este tema no habrá acuerdo”.  Es insólito que el embajador ante nuestro aliado en la política antinarcóticos reconozca que el Gobierno la está negociando con un grupo que aún no resuelve si continúa vinculado al crimen organizado del narcotráfico, así adopte ese tono emplazatorio y enérgico que, definitivamente, ya no es el de sus épocas de negociador en La Habana.

Sin resolver el tema de la condición narcotraficante de las Farc, no solo no podría haber acuerdo, sino que la discusión ni siquiera debió iniciarse sin la entrega previa de plantaciones, laboratorios, rutas, condenados y cómplices. Pero nada de eso ha sucedido, a pesar de las sentencias de la justicia colombiana, las circulares rojas de Interpol y las millonarias recompensas de Estados Unidos, las Farc insisten con cinismo en que no son narcotraficantes y, para poder sentarse a la mesa, el Gobierno se hace el que les cree. Por lo menos es lo que se desprende del comunicado donde afirman que “Tanto el Presidente de la República, como sus plenipotenciarios en la mesa han afirmado que la guerrilla de las Farc no es una organización narcotraficante y que por eso están dialogando con ella”. 


La verdad es otra. El Gobierno se debate entre sus compromisos con Estados Unidos en la lucha antidrogas y los que negocia con el cartel de las Farc. Por eso el lenguaje ambivalente del embajador, contundente al afirmar que Colombia no renunciará a los instrumentos contra el narcotráfico, incluidas la fumigación y la extradición, mientras deja colar la insinuación de que, de firmarse un acuerdo, la extradición sería “el principal instrumento de prevención de no reincidencia en el narcotráfico para las Farc”. Es decir, se dejaría como garantía de no repetición hacia delante. Hacia atrás, las Farc le apuestan a la impunidad total, el Fiscal al trabajo social, los Estados Unidos al apoyo en micrófonos y extradición en sus estrados judiciales. ¿Y el Gobierno?: Pues a la reelección a toda costa. Ya verán las declaraciones de este viernes al cierre de la ronda, vísperas de elecciones. 

viernes, 9 de mayo de 2014

¿BANDERA AMARILLA A LOS TLC?

José Félix Lafaurie Rivera
@jflafaurie

Durante la última década Colombia ha suscrito más de una docena de Tratados de Libre Comercio, cuyos procesos de desgravación avanzan sin tregua con resultados que, definitivamente, no se compadecen con la promesa de valor de las negociaciones y las solemnes ceremonias de ratificación, que ofrecían enormes mercados para nuestros productos y, para los consumidores colombianos, el beneficio de una inmensa oferta global compitiendo de igual a igual en nuestro mercado local.

La negociaciones debían equilibrar las enormes asimetrías de nuestra economía con las de países como Estados Unidos o grupos como la Unión Europea, y en el caso del sector agropecuario, el Gobierno se comprometió a acometer una Agenda Interna para actualizar lainfraestructura física y social del campo -nuestra principal desventaja competitiva- y reconvertir la estructura productiva de los renglones sensibles.

Nada de eso sucedió. Con la Unión Europea la negociación láctea fue tan desastrosa que la contraparte lo reconoció y se comprometió con recursos para la reconversión. Con Estados Unidos las negociaciones y la aprobación ocuparon casi nueve años, un tiempo precioso que, infortunadamente, fue desperdiciado. Hoy, dos años después de su entrada en vigencia y 11 desde que se empezó a negociar, ha habido documentos Conpes, leyes, decretosy muchas promesas, pero muy pocos resultados en reconversión productiva y admisibilidad sanitaria.

Hemos dado pasos atrás en seguridad, y en infraestructura el país no difiere mucho del de 2003. Apenas se está tratando de terminar las dobles calzadas que se iniciaron en la época, pero la red terciaria sigue igual o peor. En riego no se ha avanzado un ápice; la promesa de control al costo de los insumos sigue incumplida, el crédito agropecuario insuficiente y a espaldas de la realidad productiva, y la situación en educación, salud y vivienda rural no presenta modificaciones.

Nuestros competidores corren a gran velocidad y nosotros quedamos varados en la mitad de la pista, sin que nadie saque una bandera amarilla para que no nos atropellen.No se trata de posiciones apocalípticas sino de realidades. Los TLC se convirtieron en tratados ‘embudo’ para el ingreso de importaciones, pero sin oportunidades para las exportaciones colombianas, una situación que también genera alarmas en la industria.

Las cifras lo confirman. La balanza comercial fue deficitaria en US$315 millones en los dos primeros meses y puede llegara US$2.000 millones en 2014. Con Estados Unidos pasamos de un saldo positivo superior a US$9.000 millones en 2011, a uno inferior a US$3.000 en 2013. El déficit comercial con Mercosur fue de US$2.123 millones y con México de US$4.436, mientras que con la Unión Europea se registra tendencia a la baja.Como si fuera poco, la revaluación tampoco ayuda, pues en 2003 la tasa de cambio estaba en un promedio cercano a $3.000 por dólar, mientras la actual no logra estabilizarse en $2.000, con una pérdida de competitividad cambiaria del 33%.

Por ello, si los gobiernos no hicieron lo que tenían que hacer, la suspensión de esa carrera entre competidores desiguales es una posibilidad que debería considerarse, a pesar de las dificultades. Intentarlo es un imperativo social y ético para el Gobierno.En el caso de la leche, se amenaza la subsistencia de 300.000 familias, la mayoríade pequeños productores campesinos, para quienes la quincena lechera es su salario mínimo.

No se trata de una renegociación, sino de la suspensión temporal de los procesos de desgravación, para que el Gobierno cumpla la Agenda Interna y el sector productivo acelerela reconversión. De no ser posible, habrá que redoblar esfuerzos para hacer competitivo al sector y salvar al campo de un desastre social. 

viernes, 2 de mayo de 2014

DE VÍCTIMAS Y VICTIMARIOS



José Félix Lafaurie Rivera
@jflafaurie

Ronald fue asesinado el sábado 26 de abril en La Hormiga, Putumayo, por guerrilleros de las Farc camuflados entre la población civil. Un joven de 13 años, de quien las notas de prensa no mencionan el nombre siquiera, recibió un tiro en la cabeza y lucha por su vida.

Al día siguiente, Luis Alberto, Cristián y Óscar, otros tres jóvenes que no son hijos de padres que, por su alcurnia, hagan estallar un proceso de paz, sino soldados profesionales de humilde cuna, murieron en un campo minado en zona rural de Morales, Bolívar, donde, según la prensa, hay presencia de guerrilleros del ELN y de las Farc. Esa misma noche, en Ituango, Antioquia, un campesino de nombre Arbey, fue sacado de una ambulancia y asesinado a puñaladas por hombres que se identificaron como miembros de las Farc.

Después de ese fin de semana, en que se sumaron seis víctimas más de la guerrilla, los victimarios salieron a insistir, sin vergüenza alguna, en que no están dispuestos a pagar un solo día de cárcel y a exigir la creación de una comisión de esclarecimiento histórico del conflicto, que lo único que busca es la exculpación de sus propios crímenes, es decir, del asesinato reciente de Ronald, de Arbey, de un menor anónimo y de todas las víctimas que se suman a diario, con el argumento peregrino de que toda la sociedad es igualmente culpable desde la época de la violencia política del siglo pasado.  Una vez más, Andrés París echa mano del tono arrogante y extorsivo que ha dominado toda la negociación, para amenazar con que "si no hay avances en esta comisión ahí paran los diálogos", una amenaza para los colombianos, que sentirán el desquite de más violencia; y una amenaza para el Gobierno, porque si se paran los diálogos se va a pique la esperanza reeleccionista.

Pero como la paz dejó de ser un anhelo superior de los colombianos para convertirse en eso, en bandera reeleccionista, todo el aparato de campaña y sus adherentes se viene acomodando a semejante amenaza extorsiva.  En un Foro de el diario El Tiempo, en el que brillaron por su ausencia las víctimas de las Farc, intervinieron en cambio algunas que, sin contemplaciones, pedían penas ejemplares para sus victimarios -paramilitares y agentes del Estado principalmente-, mientras el Fiscal hablaba de cambiar cárcel por “trabajo social” -léase impunidad- para los cabecillas de las Farc. Parecía que se estuviera hablando de dos conflictos diferentes. Había dos clases de víctimas: de primera y de segunda, víctimas presentes y víctimas ausentes; y se hablaba también de dos tipos de victimarios: aquellos sobre los que debe caer todo el peso de la justicia, y otros a los que, por el contrario, hay que perdonar a como dé lugar, como precio por la paz, que así llaman ahora a la amenaza extorsiva de no seguir matando Ronalds, Arbeys o menores anónimos.

El Ministro, Alfonso Gómez Méndez, por su parte, temeroso de fracasar nuevamente en una reforma a la justicia que se debe hacer en el Congreso de la República, hizo la propuesta de una Reforma Constitucional como el mecanismo idóneo para lograrlo, propuesta que saludaron con entusiasmo las Farc, porque les lanzó el salvavidas de abrirle espacio al mecanismo de reforma constitucional para validar y redondear a su acomodo los acuerdos con el Gobierno.
Y el colofón, o como dirían las señoras, la tapa de la olla: el senador Benedetti, el respetuoso, el censor, el dechado de prudencia y sindéresis, el pacifista por excelencia, recomienda fusilar a todos los enemigos de esa falsa paz. Más de medio país al paredón. Esa es la paz de los amigos de la paz.