José
Félix Lafaurie Rivera
@jflafaurie
Parafraseo
esta arenga magnífica de Ortega y Gasset a los argentinos en 1939, porque viene
como anillo al dedo tras la agitada contienda electoral en la que el país,
literalmente, quedó partido en dos en cuanto a la percepción sobre el manejo
del Estado en general y sobre las negociaciones con las Farc.
Pero la
democracia ya dio su veredicto, y ahora debemos concentrarnos en lo urgente y
prioritario. Ahora solo queda “dejarse de cuestiones previas
personales, de suspicacias, de narcisismos”, como les espetaba el filósofo
a los argentinos, al tiempo que los invitaba “…de una vez, bravamente,
a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente
y sin más”.
Es lo que
toca, pasar del debate al acuerdo sobre lo fundamental, de la promesa al
programa, del programa a la acción. Aún a quienes nuestras convicciones nos
dejan en la otra orilla, no nos corresponde apostarle al fracaso del Gobierno
–una mezquindad imperdonable–, sino sumarnos en aquello que podemos compartir y
en lo que podemos aportar –que es mucho–, hacer seguimiento a las promesas y
seguir ventilando nuestras diferencias en el marco de una postura constructiva.
Dentro de
esa concepción, me limito en estas líneas a mi preocupación por la producción
agropecuaria y la suerte del campo. Sobre el particular, el jefe negociador en
La Habana ha sostenido que el Desarrollo Rural Integral hay que hacerlo con las
Farc o sin ellas. Pues bien, ¡a las cosas!, a qué esperar a la firma de unos
acuerdos si, para el Gobierno, la recuperación del campo quedó como uno de sus
grandes compromisos.
¡A las
cosas! ¿Cuáles son las metas para cuatro años en recuperación de la red vial
terciaria, cuáles los mecanismos para acabar con el ‘peloteo’ entre el Gobierno
central y las entidades territoriales –los municipios sobre todo–. Cuáles son las
metas en distritos de riego; cuántos kilómetros, en qué regiones y bajo qué
condiciones?
¿Cómo va
el Gobierno a seleccionar los proyectos financiables por el Pacto Agrario entre
los 4.460 presentados. Cómo evitar que ese billón de pesos no se convierta en
una repartición dispersa e ineficiente, sino articulada a una política de
desarrollo rural integral. Cómo evitar que se vaya por el sumidero de la
corrupción?
¿Cómo
agrupar a los pequeños productores–los lecheros entre ellos– y a los que se
sumarán con los procesos de restitución. Cómo cumplirles la promesa de que no
quedarán abandonados con su parcela. Cómo integrarlos al mercado. Cómo
articular la producción campesina con la empresarial. Cómo fomentar y
modernizar esta última, no solo para aprovechar las oportunidades del mercado
mundial sino para no ser aplastados por los TLC?
¿Cuáles
son las estrategias para reducir el costo de insumos vitales como semillas,
abonos y concentrados. Cuáles las que garanticen tarifas de energía que
consulten la realidad de la producción. Cuántas escuelas, cuántas viviendas,
cuántos centros de salud. Cuál va a ser el presupuesto anual para esa gran
estrategia de choque?
¡A las
cosas! Nadie pretende remediar en cuatro años más de medio siglo de atraso,
empezando por recuperar, con las Farc o sin ellas, el espacio perdido en
seguridad. Por eso debemos ocuparnos de las cosas, pero ya, y todos. Para
lograrlo, un Gobierno que “no reconoce enemigos” debe restablecer los puentes
con la institucionalidad gremial, porque el momento no está para
descalificaciones ni retaliaciones, sino para acciones y resultados.
Los
gremios están dispuestos a trabajar donde y cuando sea necesario, con ahínco y
dentro de una norma de mutuo respeto. De una vez, bravamente, abrámosle el
pecho a las cosas.