José Félix Lafaurie Rivera
@jflafaurie
Concluido el debate electoral con la
victoria reeleccionista de Juan Manuel Santos, a quienes hacemos parte de esos
siete millones de colombianos que por la firmeza de nuestras convicciones nos
apartamos de la propuesta de una paz incierta, hoy se nos invita a voltear
sencillamente la página, a hacer “borrón y cuenta nueva”, a superar toda
diferencia y unir fuerzas alrededor de ese concepto inacabado de paz con todas
sus consecuencias.
Claro que hay que pasar la página de
la contienda electoral. La democracia le pone fin a las controversias políticas
por vía del voto. Y una vez superada la justa electoral, su veredicto es
inapelable. No obstante los cuestionamientos sobre abusos de poder durante la
campaña y las graves deficiencias de nuestro sistema electoral, reconocemos el
resultado. Nos lo impone nuestro apego al imperio de la Ley como principio
rector y a la preservación de nuestras instituciones como fundamento del pacto
social al que todos estamos obligados. Es un asunto de coherencia.
Pero la cosa no es tan sencilla. Yo
lo pondría en estos términos: vamos a voltear la página pero no vamos a cerrar
el libro de nuestras ideas, principios y convicciones. Una vez más, es un
asunto de coherencia.
Con el respeto del gobernado hacia
el gobernante, pero con la independencia del ciudadano, a quien el cumplimiento
de su deber frente a las urnas le otorga con toda legitimidad su derecho al
disenso, queremos creerle al presidente reelecto cuando anuncia que “no
reconoce enemigos”, porque entendemos que pensar diferente al Gobierno no es
sinónimo de ser enemigo del Gobierno, siempre y cuando esas diferencias se
zanjen en el marco de la Ley, que no apelando a la violencia y al terrorismo,
como hoy, infortunadamente, sucede con los interlocutores en la mesa de negociaciones
de La Habana.
Así nuestros desacuerdos sean en los
temas trascendentales de la negociación y la paz, o en los que hacen parte de
nuestra entraña ideológica, como el imperio de la Ley y la Justicia, o bien,
frente a cualquier otro de política pública y, particularmente, de los
relacionados con el sector agropecuario y el desarrollo rural, siempre
seguiremos poniendo por delante el respeto a la diferencia, exigiendo con
dignidad y firmeza el mismo tratamiento.
Continuaremos defendiendo con ahínco
derechos fundantes como la seguridad y la legítima propiedad privada. También
queremos creer en los pronunciamientos del jefe negociador y el primer
mandatario, pero conocemos de vieja data los postulados sexagenarios de las
Farc sobre la combinación de las formas de lucha, la toma del poder y la
reforma agraria expropiatoria; diferencias que han dejado grandes fichas sin
colocar -salvedades pendientes- en el rompecabezas de los acuerdos parciales.
Estaremos donde se nos convoque.
Trabajaremos con el Gobierno, como lo hemos hecho, mejorando la productividad
ganadera y las condiciones de vida del campo. Sin renunciar a nuestra posición
crítica y nuestra independencia, aplaudiremos lo que merezca nuestro aplauso, y
objetaremos y exigiremos lo que sea menester, siempre a la luz de los intereses
y expectativas de los ganaderos, del campo y del país. No somos una vaca muerta
en el camino, pero tampoco un cheque en blanco.
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