José Félix Lafaurie Rivera
@jflafaurie
Mientras escribo estas líneas,
en un foro de víctimas de las Farc, el jefe negociador del Gobierno insistía en
que el eje de la negociación en La Habana son las víctimas. No obstante, la
presencia del Gobierno estuvo llena de condiciones que pretendían silenciar su
posición ante la opinión pública. Se pidió el retiro de una pancarta con el
lema de foro: “Las víctimas de las Farc no quieren propuestas sino
respuestas”, y se exigió también el retiro de los medios cuando hicieran
sus preguntas a las Farc y al Gobierno –que de eso se trataba la reunión–.
Finalmente, tales condiciones, a mi juicio irrespetuosas con la dignidad de las
víctimas, fueron vencidas por la entereza de las que allí estaban presentes.
¿Por qué siento entonces, que
en el tema de víctimas el Gobierno insiste en darle a las Farc un protagonismo
que no corresponde a su condición de victimarios, terroristas y
narcotraficantes; que se entrega demasiado, bajo la amenaza extorsiva –y
paradójica– de no seguir produciendo más víctimas?
Si no fuera así, el Gobierno,
que había sostenido que solo habría una Comisión de la Verdad una vez firmados
los acuerdos –y nada más–, volvió a ceder y aceptó la exigencia de una Comisión
de esclarecimiento del origen del conflicto, que solo busca socializar la
responsabilidad. Para las Farc, sus víctimas se justifican como efecto colateral
de un conflicto del que no son responsables; para ellas, toda la sociedad
colombiana de los últimos setenta años es responsable de todas las víctimas, y
es en ese contexto que reconocen su propia responsabilidad, un gesto vacío que
el Gobierno ha querido vender como histórico.
Por esa misma razón, la
negociación sobre víctimas con las Farc no se ha limitado, como debiera, a las
causadas por ese grupo ilegal durante medio siglo, sino que La Habana, abrió
las puertas a todas las víctimas de la violencia multiforme del país. ¿Acaso
estamos negociando con todos los actores del conflicto? ¿Acaso el Gobierno no
ha aceptado ya sus propias responsabilidades ante el país y la justicia
internacional inclusive? ¿Acaso no hay miles de agentes del Estado sometidos –ellos
sí– a la justicia colombiana, muchos de ellos injustamente? ¿Acaso no existe ya
una Ley de Justicia y Paz, y otra de víctimas y restitución que, como reiteró
De la Calle, no discrimina en victimarios?
Sin desconocer a otras
víctimas, ha llegado la hora en que las Farc deben reconocer expresamente las
suyas, deben individualizar su responsabilidad y asumirla ante el país. Las
víctimas están dispuestas al perdón –unas más, otras menos–, pero los
victimarios deben bajarse de su arrogancia para pedirles perdón,
decirles la verdad, acudir a su reparación y someterse a una generosa justicia
transicional.
Es el turno de las víctimas de
las Farc. Por eso el cuestionamiento a los Foros exigidos sibilinamente por ese
grupo narcoterrorista y aceptados sin reparo por el Gobierno. Cuatro eventos de
dos días cada uno, con un total de 2.400 participantes, el 30% de los cuales ni
siquiera son víctimas, sino partidos políticos, movimientos sindicales y hasta
organizaciones ambientalistas, un verdadero laberinto en el que se percibe una
tendencia a privilegiar a las víctimas de los agentes del Estado y los
paramilitares, un laberinto en que están literalmente refundidas las víctimas
de la guerrilla.
De esa torre de Babel saldrán
propuestas para La Habana, pero, como se lo dijeron al Gobierno con valentía,
las víctimas de las Farc se resisten a ser invisibilizadas en ese laberinto.
Las víctimas de las Farc no quieren propuestas sino respuestas. Así de sencillo.
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