Desde la visita oficial del presidente Virgilio Barco al Lejano Oriente, el país ha sido miope para estrechar sus lazos con esos mercados. No despegamos, aunque reconocemos la impresionante dinámica de esas economías, en particular las de Asia Oriental. Sus crecimientos sostenidos están a la vanguardia de la recuperación de la actual crisis y en muy poco tiempo cambiarán, aún más, la geografía y la economía política del planeta, y correrán, definitivamente, el eje del desarrollo y del comercio de Occidente a Asia. El TLC con Corea de Sur, que es el primer intento real de Colombia –luego de 25 años– por entrar a esa zona y en el APEC, aún luce incierto. Los que siempre ganan, quieren siempre ganar.
Es la hora de Asia y Colombia no puede marginarse más de estas dinámicas. De acuerdo con el FMI, en 5 años la economía de esta región será 50% mayor. En 2030 su PIB será superior al de las economías del G7 sumadas. Sólo en las últimas dos décadas su participación en el comercio mundial se ha duplicado y su PIB se ha triplicado. Seis de ellas hoy hacen parte del club del G20 y aunque China y Japón se disputan el honroso segundo lugar, sus economías emergentes –Hong Kong, Singapur, Corea del Sur, Taiwan, Tailandia, Indonesia, India–, han dado mucho de qué hablar. A este bloque –cuyo máximo organismo de concertación es la APEC– ya pertenecen Chile y Perú y allí aspira entrar Colombia. Por supuesto pendemos del hilo del TLC con Corea del Sur.
Sólo este socio es un lujo. Es uno de los cuatro tigres que desde la década de los sesenta ha mantenido una dinámica de crecimiento inusitada y hoy es la décima economía más grande del mundo. Empero, con todo y su gran tamaño, mantiene una fuerte dependencia del sector industrial y las transformaciones en calidad de vida –medidas en términos de ingresos, hábitos de consumo y reducción de pobreza– han presionado una demanda externa de bienes primarios, en los que Colombia tiene una evidente ventaja comparativa. Con un atenuante. Su extensión es similar a la de Vichada o Amazonas y sólo el 30% de su territorio es apto para la producción agroalimentaria. Insuficiente para la superpoblación –49 millones de habitantes– que lo caracteriza.
Sólo en carne gozamos de un estatus sanitario superior, si consideramos el brote de aftosa que afecta a Corea del Sur desde noviembre pasado. La enfermedad ha desatado una crisis sin precedentes y ha llevado al sacrificio a más de 2,2 millones cabezas de ganado, con sus efectos en el abastecimiento de leche. Aunque según la FAO la alerta compromete a toda Asia, tras la confirmación de la presencia del virus en Corea del Norte y las epidemias que también han afectado en años recientes a China, Rusia y Mongolia. En consecuencia, quizá sea este el primer tratado en donde el sector agropecuario puede ganar.
No obstante, las mayores sensibilidades del lado colombiano, están en la industria automotriz. Un sector que, dicho sea de paso, quedó obsoleto, no se integró, no exporta y sólo atiende el mercado interno, pero que puede ser la piedra en el zapato. Aunque en la ronda de los Ángeles avanzamos, los negociadores deberán tener en claro para la reunión de Washington (abril-mayo), que sin carne y leche no habrá TLC, como tampoco lo habrá si no hay apertura en el mercado de bienes industriales, especialmente, en vehículos. No todas las veces se gana y esta vez en el turno del sector primario, que en los pasados TLC fue feriado al mejor postor.
*Presidente Ejecutivo de FEDEGÁN.
No hay comentarios:
Publicar un comentario