La decisión del Emisor de aumentar las tasas de interés terminó con una etapa de casi dos años de política monetaria expansionista que, en buena medida, hizo posible la leve reactivación de la economía en 2010. El crédito, el consumo y la inversión, tomarán ahora un camino incierto. El Banco se apresuró y no dio un compás para mitigar los efectos invernales. A la vieja usanza, seguirá privilegiando su política de “inflación objetivo”, aunque implique pasar por alto la apreciación de la moneda, destruir empleo y ponerle mayor freno a la economía.
Ese fue el mensaje del Banco de la República y es de esperar que no sea la única alza de la tasa de interés. ¡Cómo para estrangular la economía! La inflación no es el problema más grave que tenemos y no creo que el Emisor la pueda controlar. La razón es sencilla: las presiones inflacionarias derivan de los altos precios de los alimentos en el frente externo (la FAO pronostica una mayor y sostenida demanda) y en el interno, por una diminución en la oferta.
De hecho, los precios de los alimentos, al igual que precios regulados como los de combustibles, servicios públicos o transporte, están excluidos de la canasta de “inflación básica”, ésta sí del resorte de la política monetaria. Con una connotación adicional: la variación anual de la “inflación básica” ha permanecido en un promedio de 2,4% desde diciembre de 2009. Sólo en enero de este año se ubicó en 2.68, es decir 0,13 puntos porcentuales menos que en enero de 2009 y dentro de los rangos del Emisor. Me pregunto, ¿hasta dónde nos lleva el ajuste? ¿No sería menos dañino un punto más de inflación y propiciar a cambio un crecimiento más robusto y sostenido, que reduzca la pobreza y genere empleo, con crédito disponible, con una ruralidad menos vulnerable y sin profundizar la apreciación del peso?
Sólo miremos. En el tercer trimestre de 2010 el PIB de Perú fue de 9,5%, el de Chile de 7%, el Brasil de 6,7% y el Argentina de 7,9%, Colombia apenas creció al 3,6%, inferior frente a los trimestres anteriores. La apreciación del peso frente al dólar –que se incrementará con las decisiones del Emisor– ha hecho lo suyo sobre la competitividad de las exportaciones –que crecen marginalmente en valor, pero poco en volumen–. A su turno, la baja en los aranceles estimuló un histórico incremento en las importaciones del 23%, aunque en la última década se triplicaron. Por cuenta de este fenómeno y del invierno, la destrucción de empleo en el sector primario ha sido monumental.
Somos el único país en la región con un desempleo de dos dígitos. Su anémico descenso mantendrá la desconfianza entre los colombianos, y su impacto en el consumo será de gran trascendencia, pues el precario incremento del salario mínimo se lo “comerá” la inflación.
Pero mientras las decisiones del Banco podrían deprimir aún más la economía real y hasta incrementar el déficit del gobierno, la especulativa, es decir la financiera, seguirá siendo la gran vencedora. El incremento en las tasas de referencia, presionará aún más las de colocación del sistema y con ello se exacerbará su reticencia, para soltar crédito a los afectados por la ola invernal. Este panorama deja solo al gobierno. Quebrar la tendencia del desempleo, estimular las locomotoras y la economía estarán atados, en adelante, a las tareas de reconstrucción. Acciones que, con todo y las buenas intenciones, necesitan un enorme empujón para hacerle el quite a fenómenos dolorosos.
*Presidente Ejecutivo de FEDEGÁN.
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