El PIB del primer trimestre de 2011 arroja, ciertamente, un parte de tranquilidad. Un crecimiento del 5,1%, refrenda la salida de la crisis de 2008 y 2009. Aún así, el resultado deja mucho que desear para sectores como el agropecuario, pues aunque fue uno de los más cacareados por su sorpresivo aumento –7,8%–, una mirada por encima del indicador, delata su debilidad incluso, pese a los síntomas de recuperación, la actividad sigue estancada y, contrario a los anuncios, no fue inmune al invierno. Desde principios del milenio ha perdido peso en la generación de riqueza, su inversión productiva es marginal y, de no ser por el comportamiento cafetero, poco habría tenido para mostrar en este período.
El crecimiento ponderado del PIB agropecuario evidencia una variación de 0,5% en el primer trimestre. Si bien es positivo, es preciso considerar que se compara con el comportamiento negativo del mismo trimestre de 2010 y sólo está 0,1 punto porcentual por encima de los crecimientos ponderados de 2003 y 2007, cuando la actividad alcanzó los máximos en los últimos once años. De hecho, con respecto al cuarto trimestre de 2010 la variación es de apenas 1,1%, en tanto que su participación en la generación de riqueza pasó de 8% en 2000 a 6,5% en 2011. Con otra connotación: su crecimiento y aporte al PIB actual, lo explica en un 36% la “bonanza” cafetera, que vivió un incremento en producción y precios entre enero y marzo de este año.
Aunque al interior del sector agropecuario, renglones como el de “animales vivos y productos animales” registran un crecimiento de 4,6%, comparado con el primer trimestre de 2010, el ponderado apenas llega a 1,9% y, además, evidencia una caída de -0,6% con respecto al cuarto trimestre de 2010. ¿Cómo explicar? A mi modo de ver, su crecimiento está asociado a variables estacionales, relacionadas irónicamente con el invierno. La incertidumbre que generó el fenómeno de La Niña llevó a muchos ganaderos, por ejemplo, a anticipar el sacrificio, incluso a pérdida, considerando las adversidades para el sostenimiento de los animales y el aumento en los costos de producción. Así mismo, el mayor acopio industrial de leche, respondió a decisiones para prevenir desabastecimientos entre abril y mayo –como efectivamente ocurrió–, gracias a que la industria no alcanza a procesar ni la mitad de la leche fresca que producen los ganaderos diariamente.
El panorama tiende a sincerarse, si consideramos individualmente los subsectores de la actividad de “animales vivos y productos animales” y comparamos contra el cuarto trimestre de 2010 –cuando se registran condiciones más cercanas a su tendencia histórica–, el resultado da más pena que gloria. Caen: avicultura (-6,42%), porcicultura (-16,3%) y sacrificio de bovinos (-5,8%). Sin duda, acusan baja rentabilidad, trabajo a pérdida y mal clima para la producción, resultado de la subestimada ola invernal. Mirada que se ratifica con la marcada ausencia de transacciones de productos de valor agregado –carne despostada, deshuesada o canales– y la presión para exportar ganado en pié, entendible, pero que poco contribuye a la rentabilidad de la cadena y podría jugar una mala pasada a la meta de crecimiento.
Con lo cual, la primera constatación es que la dinámica agropecuaria sigue a la zaga del sistema financiero, comercio, industria y minería, que en conjunto presentaron una contribución ponderada al PIB del 59% para este primer trimestre. Por supuesto, el sector financiero continúa siendo el gran vencedor, con una variación 4,8% y una participación del 19%, aunque con bajos índices de generación de empleo. Y, la segunda, es que urgen políticas activas para propulsar y sostener el incipiente crecimiento agropecuario –un sector intensivo en mano de obra–, en especial del subsector de “animales vivos y productos animales” que hoy participa con 39% de la formación del PIB sectorial.
*Presidente Ejecutivo de FEDEGÁN
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