viernes, 2 de septiembre de 2011

La renuncia del Ministro

Agradecemos al saliente Ministro de Defensa sus buenos oficios, en la difícil labor de mantener la lucha contra la insurgencia, el crimen organizado y el narcoterrorismo. Infortunadamente, la reciente escalada de violencia evidencia grietas en la estrategia ofensiva, que montaron la política de seguridad en una bicicleta estática, como él mismo reconociera ante los miembros de la Junta Directiva de FEDEGÁN. La pregunta es, entonces, en qué estamos fallando. Creo que en al menos dos frentes. El primero, es que no hemos podido eliminar los sustratos que alimentan la guerra. Y, en segundo lugar, nos encargamos como sociedad de minar la moral de combate de nuestras tropas.

No es nuevo escudriñar en la correlación que existe entre narco-pobreza y crimen. La connivencia de esta fuerza tripartita, ha desgarrado por décadas al país. Con un agravante. Los avances en la guerra contra la producción y comercialización de estupefacientes –de lejos la mayor fuente de financiación de la insurgencia y las bandas criminales–, parecen esfumarse tras el espurio manto de nuevas modalidades de delitos, que están nutriendo la compra de armas. Insumo que está elevando el estatus de las BACRIM a la de poderosos carteles, pero también reactivando la presencia de los comandos guerrilleros.

Para quienes vivimos o producimos en la ruralidad, escenario por antonomasia de la violencia y, en particular, para los ganaderos –víctimas no siempre bien ponderas del conflicto–, es palpable que el hampa está innovando. Al micro tráfico de narcóticos, se han venido sumando la micro extorsión, el robo de maquinaria y un renovado abigeo, que en muchas partes de nuestra geografía, ha llegado a sumar numerosas cabezas de ganado en el último mes, con cero posibilidades de denunciar. En otras palabras, se está remozando peligrosamente la “economía de guerra” y estamos atrapados en su juego.

El modelo económico poco ayuda. Antes bien, ha diseminado desamparo, falta de oportunidades y precariedad de bienes públicos en el campo, justo donde los criminales reclutan sus milicianos. A pocos kilómetros de Cartagena, cerca del caserío de Ballestas, el hampa se disputa una vulgar “bolsa de empleo”. Los secuestradores, extorsionistas, sicarios y cuatreros del Atlántico se contratan allí, mientras que la gente buena, que es mucha, tiene que callar. Allí confluye la necesidad, con lo que se pueda hacer para ganarse la vida. Otro tanto ocurre cerca de Maicao, Ituango, Caucacia, Ariari, Vistahermosa, Tierralta, Aguachica o el norte del Huila o Cauca. Muchas de ellas zonas que se había recuperado, pero que hoy viven el resurgir del miedo.

A este panorama se adiciona la mengua en la moral de nuestros soldados y policías. Su miedo está en que la justicia y la sociedad, se volvieron en su contra y se nutre de una estrategia de desprestigio mediático de la institución. Han venido asistiendo al peligroso desmonte de la Justicia Penal Militar y muchos casos que debían ser de su competencia, han pasado a la Ordinaria.

Son estos algunos de los retos que asume el nuevo jefe de la cartera, Juan Carlos Pinzón. Usted, señor Ministro, tendrá la obligación de hacer confluir a las instituciones y las políticas públicas, para frenar las nuevas amenazas que están emergiendo para la seguridad. Es un hecho que mientras no se ataquen las fuentes que alimentan la guerra, que mientras no acabemos con el círculo vicioso de pobreza en el campo que nutre las filas de la insurgencia y las BACRIM y que mientras no recobremos la moral de combate del Ejército y la Policía, la espiral de violencia continuará. Ahora usted tiene la palabra. Le deseamos los mayores éxitos y cuente con el apoyo de los ganaderos.


Presidente Ejecutivo de FEDEGÁN
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