Por: José
Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie
Aunque los
ganaderos lamentamos, en nuestra calidad de víctimas, no haber podido
interactuar con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), como sí
lo hicieron otras organizaciones de víctimas, quedamos atentos al tutelaje
supranacional sobre la situación de los derechos humanos en Colombia. La misión
llegó en un momento sensible, pues si bien hay evidencias de avances, también
persisten lunares que opacan la observancia de los mandatos internacionales. El
rebrote de la violencia, las dificultades para la restitución de los derechos
de las víctimas y el mismo proceso de paz, revalorizaron el escrutinio in situ
del organismo hemisférico más importante en la materia.
La
“rendición de cuentas” sobre estas problemáticas y las conclusiones a las que llegará
la CIDH en su “informe país” –pendiente desde 1999–, podrían significar la
salida de Colombia de la “lista negra” de naciones que transgreden los derechos
humanos, en la que hemos estado largo tiempo. No será fácil. En el pasado las
sindicaciones de la Comisión han sido duras pero, además, nuestros nacionales
son los que más acuden a ella, para que sus denuncias lleguen a la Corte
Interamericana de Derechos Humanos –el brazo judicial de la Organización de los
Estados Americanos– encargada de materializar las sentencias en los casos que
la Comisión somete a su jurisdicción.
Sólo en
2011 el organismo recibió 1.658 denuncias de 35 naciones del hemisferio, de las
cuales 20%, es decir 342 fueron interpuestas por ciudadanos o entidades no
gubernamentales colombianas, 69 más que México, segundo país en la lista. Pero,
además, la comisión recibió 67 solicitudes desde Colombia para imponer medidas
cautelares –5 más que México, 24 por encima de Guatemala y 62 arriba de El
Salvador– para prevenir daños irreparables a los derechos humanos de personas o
colectivos, en casos graves y urgentes de amenaza. Esto debe decirnos algo y
despertar susceptibilidades en la Comisión.
Por lo
anterior, entendemos la preocupación de la CIDH con respecto al Fuero Militar,
único asunto al que se refirió públicamente –pese a que se trata de una
prerrogativa común en los países del hemisferio para los hombres en armas–,
pero no comprendemos por qué guardó silencio sobre las violaciones de los
derechos humanos por parte de las FARC. Nada dijo del pronunciamiento de la
compañera de “Tirofijo”, cuando se refirió a los secuestrados como “prisioneros
de guerra”, ni de la manera ladina como sus voceros en la mesa de negociación
desmintieron esa práctica tenebrosa. Como tampoco de las denuncias del Defensor
del Pueblo sobre el reclutamiento de menores en Vichada o las del Ministro de
Defensa sobre los 80 uniformados desaparecidos por las FARC y el ELN. Cínicos y
mentirosos los llamó como lo hacemos los ganaderos, a sabiendas de que mantienen
también plagiados a 14 de los nuestros.
No
obstante, para el sector la intervención de la CIDH es vital, considerando el
elevado nivel de vulneración que han soportado los ganaderos. Desde la vigencia
de la Ley 1448, conocida como Ley de víctimas y restitución de tierras, 6.554
ganaderos han acudido a Fundagán –en su condición de víctimas– por extorsión,
abigeato, desplazamiento, secuestro y homicidio. Nombres como los de Jaime
Triana, Mary Acosta y Nayro Vargas, asesinados sólo en noviembre, se sumaron a
los 3.290 obituarios que publicamos en el libro “Acabar con el olvido”, en
2006, la inmensa mayoría en la más lacerante impunidad. Un ataque sistemático a
9.844 compatriotas y muchos más, que el próximo año identificaremos, para que
se conozca el genocidio al que fue sometido el gremio ganadero.
Nuestro
llamado a la CIDH es para que intervenga sobre esa otra realidad que permanece
impune y obligue a las autoridades a consagrar la igualdad de todas las
víctimas, sin importar su origen ni las motivaciones del agresor. La CIDH tiene
la delicada misión de mantener la imparcialidad en su inspección sobre el
reconocimiento de los derechos humanos. Condiciones que abren espacios para que
otras memorias de vejación sean escuchadas, sin color político o ideológico. De
lo contrario, ni las FARC, ni el ELN ni el EPL jamás revelarán dónde están los
secuestrados y los restos mortales de miles de desaparecidos, ni frenarán el
reclutamiento de menores, el uso de minas y el castigo a comunidades
indefensas. Son las señales para la CIDH, de una violencia de cincuenta años
que no cesa.
*Presidente
Ejecutivo de FEDEGÁN
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