@jflafaurie
El
proceso de paz entre gobierno y FARC activó la participación de la sociedad
civil y muchas organizaciones tomaron parte en la primera etapa de debates
convocada por el Senado. No obstante, esa tremenda parafernalia –que aún no
termina– no satisfizo las demandas de las FARC y nos aprestamos para un foro,
previsto por los negociadores de La Habana para mediados de diciembre, cuya
utilidad también está en entredicho. Miles de propuestas pueden salir de uno y
otro intento pero, a la postre, el esfuerzo será inútil. Se impondrá la
retórica dogmática y vindicativa de la guerrilla y sus sectores afectos que,
difícilmente, se desprenderán de su anacrónico discurso de lucha de clases y de
reforma agraria, montado sobre epítetos y estigmatizaciones injustas contra la
ganadería.
No
creemos que exista un verdadero interés en la guerrilla de obrar y decidir con
rigor técnico, objetividad y plena conciencia sobre las tendencias mundiales y
locales que rigen al sector rural y a la producción agroalimentaria en el
presente siglo. Su oposición ha sido tan radical en temas fundamentales para el
Desarrollo Agrario Integral, que ni siquiera cabe la duda. Por ejemplo, la
urgencia de avanzar en la modernización de las estructuras de producción
agropecuaria, hasta alcanzar escalas empresariales y óptimos resultados de
productividad bruta por hectárea, es un “imposible categórico” para las FARC.
Y
si este horizonte, que debería ser una consecuencia lógica del crecimiento
sectorial es inadmisible para la guerrilla ¿qué podemos decir de su
negacionismo para aprovechar el agro-negocio mundial de los biocombustibles,
los servicios ambientales y la misma búsqueda de caminos para competir en un
mundo globalizado? Allí no hay cómo consensuar con las FARC. Aunque existen
temas más críticos, como el de la tierra, que está reabriendo la vieja lucha
entre campesinos “sin tierra” y empresarios, que flaco favor le hace a la precaria
paz rural y a la necesidad de cerrar las brechas de la pobreza. Entonces
¿para qué un foro más sobre “Política de Desarrollo Agrario Integral”?
Si
existiera un sincero interés en habilitar el camino del desarrollo rural, la
guerrilla habría empezado por sincerar el debate de la tierra, para contarle al
país cuántas fueron las propiedades que despojó a sangre y fuego durante medio
siglo. Eso sí, mientras miente no escatima en ganar réditos políticos, con sus
pretensiones de una reforma agraria expropiatoria “por contrato”. Son razones
de peso que hacen indispensable e impostergable la ejecución del censo
agropecuario, para construir el inventario de baldíos de la nación, de tierras
extranjerizadas, de las usurpadas por guerrillas, paramilitares, narcos y
Bacrim, de las que serán objeto de extinción de dominio y las que retornarán a
manos de sus legítimos dueños con la Ley 1448 de 2011. Ahí está la verdadera
reforma agraria.
Es
claro entonces por qué Fedegán no le apuesta al iluso foro que se propuso en La
Habana que, más allá de la “macartización” de los ganaderos, poco o nada le
aportará al proceso de paz y menos a la ruralidad. Más aún porque la ganadería
se trazó unos derroteros ambiciosos –que no comulgan con la caduca visión de la
guerrilla– para alcanzar la competitividad sectorial y proteger al pequeño
productor. Porque Fedegán no sólo representa los anhelos del gran empresariado,
sino a más de 244 mil pequeños campesinos de 3 y 5 vacas –la mayoría en
condición de subsistencia, por los menguados ingresos de la pequeña escala–
hasta llegar a la no despreciable suma de 400 mil ganaderos. Esos que hacen
parte del sector de la sociedad civil “convidada de piedra” en este proceso,
cuyas demandas nunca serán atendidas en La Habana.
Mantenemos
el escepticismo sobre el resultado del foro y no le vemos utilidad. Creemos que
el escenario democrático y legítimo para dar la discusión sobre una política
pública de desarrollo rural es el Congreso de la República y consideramos, que
este tipo de audiencias, pueden hacer más daño que bien a las negociaciones de
paz con las FARC. El cúmulo de iniciativas que difícilmente tendrá salida en la
realidad, generará sentimientos de frustración o, simplemente, se convertirán en
un cartapacio de buenas intenciones imprecisas, impracticables o sin peso en la
urgente transformación de la ruralidad, de cara a los tiempos globales que
están modificando la funcionalidad de la tierra y sus expectativas del
desarrollo.
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