Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie
La cirugía extrema que proponen las FARC
para las Zonas de Reservas Campesinas (ZRC) es absurda. Equiparar su estatus a
los Resguardos Indígenas y los Consejos Territoriales de las comunidades
negras, significa crear gigantescos enclaves impenetrables, en adelante, para
el Estado de Derecho legítimamente constituido. Una especie de “paraestado”,
con privilegios y protecciones excepcionales, para implantar su modelo de
desarrollo rural retardatario, adoctrinar políticamente a los campesinos y
establecer cabezas de playa, en áreas estratégicas del país rural para su
accionar delictivo. Un despropósito, que lejos de generar riqueza y bienestar,
conculca los derechos de los campesinos, quiebra el tejido social, desvirtúa la
naturaleza actual de las ZRC y traspasa las políticas positivas por “etnia” y
“raza”.
La dura reacción de las FARC sobre la
posición del Ministro de Agricultura y por supuesto la que de tiempo atrás he
venido sosteniendo, sobre la inconveniencia de las ZRC, no se hizo esperar. No
es un tema de poca monta. Se puede constituir en el punto de quiebre de la
negociación. Ha sido una pretensión de las FARC, que nació con las viejas ligas
agrarias de los años 20 promovida por el Partido Comunista y sigue haciendo
parte de su lógica de control territorial, que no está dispuesta a abandonar.
Al “dejar las armas” necesitarán zonas homogéneas para su acción política y
subversiva. El país no puede permitir que se institucionalice una inmensa
colcha de retazos, con una visión jurídica descabellada.
Serían 17 millones de hectáreas de
“territorios colectivos”: 6 millones de resguardos, comunidades “afros” y las 6
ZRC existentes, cuyos derechos han sido legalmente reconocidos. A ellas se
sumaría 11.5 millones de hectáreas, provenientes del “fondo de tierras” y de
las que usurparon, en donde se establecería las Zonas de Reserva Campesina
“repotencializadas”. Tierras del Catatumbo, el Lozada- Guayabero, las cuencas
de los ríos Güejar y Cafre en San Juan de Sumapaz, los Montes de María, el
Cesar, Arauca y la zona del Ariari. En total, el 33% del universo agropecuario,
en donde las instituciones cívicas, militares y judiciales no podrían hacer
presencia.
No se trata de hacer oposición a las
políticas con enfoque diferencial para poblaciones que, como los indígenas,
afrodescendientes y campesinos, requieren una atención preferente. Pero, una
cosa fue lo que estableció la Ley 160 del 94, para fomentar la economía
campesina, dando apoyo y encadenamiento productivo y otra, muy diferente, la
actual propuesta de las FARC. La pretendida autonomía política, administrativa,
económica, social, ambiental, cultural y de justicia, sólo busca crear
“Marquetalias” por todo el país con autogobierno, autogestión y
autodeterminación.
Tremendo caldo de cultivo para encender
más la hoguera del conflicto, que en nada solucionaría el problema de atraso y
pobreza rural. Y, muy diciente, del empeño de las FARC por mantener a sangre y
fuego el adoctrinamiento ideológico y el control poblacional y territorial. No
es un secreto que la guerrilla ha hecho todo tipo de esfuerzos, para levantar
la institucionalidad que llegó con las “zonas de consolidación” y la política
de seguridad democrática, para perpetuar su statu quo de violencia,
narcotráfico y terrorismo de los últimos 50 años, a costa de la vida y el
desarrollo en la ruralidad. No en vano su propuesta se teje sobre zonas en
donde históricamente han hecho presencia.
La visión separatista y segregacionista
de las FARC no tiene cabida en pleno siglo XXI. El auténtico campesino sólo
necesita que el campo sea objeto de una verdadera política pública de
desarrollo rural estable, desde un Estado de Derecho legítimo y eficaz.
Requiere que la institucionalidad avance al ritmo de las demandas históricamente
aplazadas, en términos de bienes públicos, seguridad, justicia, infraestructura
productiva, mercados y mecanismos financieros. Son los únicos derroteros
ciertos, para sacar al campesinado del atraso, agravado entre otros, por la
violencia guerrillera que ahora, cínicamente pretende resolver sus problemas,
usándolos como trampolín político en La Habana.
*Presidente Ejecutivo de FEDEGÁN.
Retardatario su discurso feudal de terrateniente. Usted no quiere ver al campesino colombiano disfrutando calidad de vida. ¿De las republiquetas paraestado como las que motosierra en mano crearon los señores de la guerra de Santa Fe de Ralito no dice usted nada?
ResponderEliminarExcelente editorial, lo que quieren guerrilleros y sus auxiliadores es armar rebúblicas independientes con fachada de campesinos pero en el fondo serán familias condenadas al dominio militar, adoctrinamiento y sumistro de provisiones a las Farc. Terrenos utonómicos los utiliza las Farc para alimentar conflictos y guerra como hace en el Cauca con los resguardos indígenas que los impulsan a la guerra a que eliminen bases militares y que expulsen al ejército y la policia. Eso lo quieren ahora extender a todo el país porque todavia creen que se pueden tomar el poder por las armas y el presidente Santos les alimenta esa ilusión.
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