@jflafaurie
En Casa de Nariño la campaña por las elecciones 2014-2018 empezó hace
meses. No obstante, la confirmación en “código morse” de la candidatura del
Presidente, deja otros bemoles más protuberantes. El “continuismo de las
políticas” –esguince que usó Santos para bajarle la temperatura al anuncio de
su reelección–, puede leerse también como la oportunidad para asegurarle a las
Farc, el tiempo indefinido que demanda el proceso de La Habana. Rompe el límite
para negociar hasta “noviembre” y se convierte en “rehén” de la guerrilla que,
ahora tiene entre manos su triunfo o derrota.
Tras estos erráticos pasos, la pregunta es cuánto más puede flexibilizar
el Presidente su postura en Cuba para alcanzar la reelección. Porque hasta
donde sabemos, la “lista de mercado” de las Farc –cifrada en más de un centenar
de exigencias, sólo para el primer punto del desarrollo rural integral–, ha sido
ampliamente revisada, según Iván Márquez. Pero, por supuesto, no se ve humo
blanco, porque aún les falta llenar la canasta. Por eso, la decisión del
Presidente "libera" las negociaciones de "presiones innecesarias
de tiempo… para construir un buen tratado de paz", en palabras de Rodrigo
Granda. Aunque la
cuenta, en términos reales no va por 6 meses, sino por 3 años. Pero quieren más
y mayores ganancias, incluso por fuera de la agenda, como la “reforma” a las
fuerzas armadas.
Ahí es donde entra a jugar el aval a la reelección que otorgó el
Canciller de las Farc. Un hábil favor político que no será gratuito y puede
salirle costoso al país, en especial a la ruralidad. A fin de cuentas, el
gobierno adelgazó tanto la línea limítrofe entre su deber de gobernar y su
dependencia de los diálogos de paz para reelegirse, que nadie sabe qué pueda
pasar en el último tercio de esta administración y, peor aún, en una eventual
prolongación de las negociaciones por 4 años más. Lo que parece no tener claro
el gobierno y su equipo de escuderos, es que 87 de cada 100 colombianos no le
juegan a lo que se está cocinando de fondo en La Habana.
El real anhelo de paz, parece haber sido confundido con un cheque en
blanco para girar todo a favor de los victimarios y eso no ha pasado
desapercibido para los colombianos. Pero además, la opinión podría pasarle
factura al gobierno, justamente, por haber abocado una negociación con un grupo
narcoterrorista, que no estaba incluida en su pasado proyecto de campaña y por
el que no fue electo. El continuismo que entonces se buscaba era el de la
Seguridad. Variación que, dicho sea de paso, lleva implícito un ingrediente de
desconfianza sobre las preferencias que el electorado puede estar eligiendo
realmente.
No olvidamos que Pastrana y Uribe recibieron, desde distintas orillas,
las presiones electorales de las Farc para acceder al poder. Pastrana, con la
iniciativa de embarcarse en los diálogos del Caguán, con generosas concesiones.
Uribe para hacerles frente y construir la política de Seguridad
Democrática –una lonchera de la que muchos comieron y luego patearon–. Pero la
ruleta volvió a girar y Santos que se eligió bajo las condiciones de Uribe,
ahora intenta ser reelegido, bajo las mismas condiciones de Pastrana: dar
continuidad a otra negociación. ¿Cuál será el precio en términos de
concesiones, si en el pasado no fue suficiente con cederles la soberanía sobre
más de 42.000 kilómetros cuadrados de patria? ¿Cuánto más puede costar esta
etérea “Justicia Transicional”, para lograr el favor electoral de las Farc?
¿Qué tanto está dispuesto a transar este gobierno en favor de los victimarios y
en contra de las víctimas?
El anuncio de la reelección o del continuismo de las políticas, abre el
abanico de las preferencias sobre las cuales tendremos que manifestarnos 47
millones de colombianos en las urnas. Pero desde ya la transparencia del
proceso nace muerta, ante el oscuro escenario del “intervencionismo electoral”
de las Farc. Fatídico inicio de la justa electoral.
*Presidente Ejecutivo de
Fedegán.
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