Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie
Cuando Juan Camilo Restrepo asumió como Ministro de Agricultura, hubo consenso sobre su idoneidad. Él mismo se comprometió a revertir el drama del sector. No obstante, la “revolución agraria” no llegó. En su lugar, echó raíces un creciente inconformismo en los subsectores productivos, tras una ineficiente gestión que incluso reprobó la Contraloría General. Lejos del hombre de Estado que conocimos, impuso un tono político contestatario y personalista que lo llevó a trabajar a espaldas del campo, los productores y los gremios. Con todo respeto, creo que su dimisión puede contribuir a retomar la extensa agenda de asuntos rurales sin resolver y corregir las decisiones sobre el gasto público sectorial.
Cuando Juan Camilo Restrepo asumió como Ministro de Agricultura, hubo consenso sobre su idoneidad. Él mismo se comprometió a revertir el drama del sector. No obstante, la “revolución agraria” no llegó. En su lugar, echó raíces un creciente inconformismo en los subsectores productivos, tras una ineficiente gestión que incluso reprobó la Contraloría General. Lejos del hombre de Estado que conocimos, impuso un tono político contestatario y personalista que lo llevó a trabajar a espaldas del campo, los productores y los gremios. Con todo respeto, creo que su dimisión puede contribuir a retomar la extensa agenda de asuntos rurales sin resolver y corregir las decisiones sobre el gasto público sectorial.
Los paros de los productores de café, cacao y papa –resueltos con paliativos– y la seguidilla de anuncios de protestas de arroceros, algodoneros, productores de maíz y leche –conjurados con promesas–, sólo han sido una expresión de las limitaciones y fallas institucionales, que han caracterizado estos 3 años de parálisis sectorial. Nos quedamos esperando una política integral de desarrollo rural y decisiones de asignación del gasto fiscal que arroparan, equitativamente, los intereses más amplios –económicos, sociales y productivos– del campo. Pero centró su atención, como él reconoció, en la restitución de tierras y en atender las demandas de la guerrilla en La Habana.
Con estas directrices y considerando que el Ministerio concentra además de la planeación sectorial, la ejecución sobre el 60% del presupuesto público agropecuario –seguido de lejos por el Incoder, que administra otro 18%–, se entiende por qué los demás rubros de inversión –responsables de las fallas estructurales del sector para su competitividad y la dolorosa pobreza que lo ronda–, quedaron en la trastienda. Aunque nunca habíamos tenido presupuestos tan abultados –$1.6 billones a 2013, 31% más que en 2010–, no llegaron al productor. Como tampoco se solucionó la desarticulación de cadenas o las gravosas distorsiones de mercado, inducidas por la desprotección cambiaria, los bajos precios y los elevados costos de producción.
La gestión sanitaria, responsable de nuestra exclusión en los mercados de los socios-TLC, nunca estuvo en la agenda del Ministro. Y cuando al fin lo hizo, tomó decisiones equivocadas. La inversión fue pobre, los desatinos superaron los instrumentos de política económica y pasaron por la incompetencia institucional. Las normas fitosanitarias se quedaron en papel, el control en fronteras al contrabando de alimentos o animales vivos no funcionó –aunque a través de la prensa hizo creer que la responsabilidad era de otros– y, más grave, la movilización interna de ganado retrocedió un década. Pero tampoco estuvo en la mira del Ministerio, la ruina que se avecina para los productores lácteos, por efectos del TLC con Europa. El Conpes lácteo apenas recibió una asignación de $42 mil millones en 3 años, para atender a más de 300 mil ganaderos que caerán en desgracia.
No extraña, entonces, que en la última auditoría realizada por la CGR, el Ministerio recibiera una calificación desfavorable –sólo 43 puntos de 100 posibles– y que su gestión financiera fuera catalogada como ineficiente. Más aún, su cuenta no feneció, pues se registraron 60 hallazgos con posible alcance administrativo, 1 penal, 6 disciplinarios y 5 fiscales. Lo que me lleva a recordar sus injuriosas denuncias contra Fedegán, con base en un informe preliminar de una auditoría privada, cuando la Contraloría había fenecido la cuenta del Fondo Nacional de Ganado, calificando su gestión con 82 puntos.
El balance no es bueno. Un fracaso asociado, sin duda, al nulo diálogo con los gremios de la producción. En nuestro caso, sentimos que cazó rencillas por no estar Fedegán en la misma orilla ideológica de la defensa de los diálogos con un grupo narcoterrorista. Cerramos el capítulo, a la espera de que el nuevo Ministro habilite canales expeditos, para reconciliar a los productores con la gestión de esa cartera. Vamos a necesitarlo, para evitar que se profundice la inmensa deuda del país urbano con el rural, por cuenta de los diálogos en Cuba, que pronto destaparán sus cartas en el primer punto de la agenda de negociación.
*Presidente Ejecutivo de Fedegán.
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