La Convención Conservadora derrotó la mermelada. El mandato rotundo de
las mayorías, desvirtúa los intentos de propios y extraños, por deslegitimar
una auténtica expresión democrática. El resultado no pudo ser más formidable y
contundente. Las bases eligieron el honor y el derecho de la colectividad a
representar los intereses genuinos del conservatismo. Rechazaron el
“unanimismo” que pretendía perpetuar el Gobierno a punta de cucharadas de
“mermelada”. De rebote, evidenciaron el inconfeso temor por una fórmula
alternativa para ese 30% de colombianos con intención de “voto en blanco”, que
sin duda forma parte del 63% no reeleccionista. Los “azules” fracturaron la
Mesa de Unidad Nacional, orillaron al santismo a la incertidumbre de la segunda
vuelta y sacudieron a su propia dirigencia, con un llamado a la coherencia
doctrinaria y moral.
Sí. Fue un hecho político contundente. La injustificada silbatina contra
el Senador Gerlein y el respaldo absoluto a Marta Lucía Ramírez, como candidata
propia del partido, fueron manifestaciones rotundas de los indignados. No era
para menos, ante el descrédito al que fueron sometidos los partidos de la Mesa
de Unidad Nacional, tras el destape del computador de Palacio. Los
convencionistas, incluso los que fueron tentados con la mermelada, votaron
contra la reelección y la venta sin pudor de la colectividad, a cambio de
prebendas burocráticas y cupos indicativos, que no produjeron el resultado
esperado. Y claro, la ira por el sorpresivo "conejo" desde la
propia base de los “alfiles del santismo godo” terminó en la impugnación de la
convención ante el Consejo Nacional Electoral.
Vestido y alborotado quedó a pocos metros de la convención el
Presidente-candidato. Dueño de la mano que se verá obligada a esparcir otras
capas de mermelada para realinear lealtades entre los tres partidos que
mantienen la tambaleante coalición. Le será incluso necesaria una buena dosis
de “propaganda negra” del señor JJ Rendón, para desandar el camino. Sabe
que la aspiración legítima de Marta Lucía Ramírez se convirtió en la primera
piedra en el zapato, a su costumbre de cooptar los partidos con la mermelada,
para sacar del debate electoral a los candidatos que pudieran significarle un
desafío a su interés reeleccionista.
Ahora no le será fácil aplicar su estrategia neumática para llegar
invicto en la primera vuelta, minimizando a los candidatos opositores, como lo
viene haciendo con Oscar Iván Zuluaga, que no obstante se mantiene en la pelea.
La cosa en adelante será a otro precio. La presencia de Marta Lucía Ramírez, no
sólo amplía el caudal electoral que escapa al control de la Mesa de Unidad
Nacional, sino que exponen al Presidente-candidato
al
predicamento de enfrentarse en segunda vuelta, a las fuerzas conservadoras que
mueven más de 2.5 millones de votos o, en su defecto, al potencial que arrastra
el Uribismo. Uno u otro podrían alienar a buena parte de la masa de votantes
insatisfechos y derrotar la reelección. Y, entonces, ¿cuál será su siguiente
jugada? Difícil encrucijada para la U y su coalición. Despuntó ahora sí la
campaña, con una oposición que dará una sorpresiva batalla en las urnas.
Las bases conservadoras confirmaron la esperanza del número creciente de
colombianos que está muy lejos de lo que Santos representa y sabe de la
ausencia de gobierno. Mientras los problemas del país se agravan, él sigue
empeñado en exorcizarlos con mentiras y verdades a medias sobre el proceso de
La Habana, cuando las salidas están atadas a la solución de los males de 44
millones de ciudadanos, en frentes abandonados a su suerte. Son hechos que
infieren una reflexión en la bancada conservadora en su nueva aspiración.
Apoyar a Santos en contra del sentir de las mayorías, sería una trampa mortal.
Marta Lucía Ramírez puede hacer la diferencia. Tiene la capacidad de las
mujeres aguerridas, la independencia de unas manos limpias y el ímpetu del aval
unánime del conservatismo puro.