@jflafaurie
El preámbulo de los diálogos de paz, ha
servido para volver a identificar el errático discurso de las FARC en torno al
tema central de las negociaciones: la “tierra”. En palabras de alias “el
médico”, el país necesita 5 reformas agrarias, la Ley de Restitución de Tierras
es inútil y las FARC es inocente del éxodo de campesinos y la contrarreforma
agraria. No es difícil advertir los problemas que nos esperan en Oslo. No sólo
porque las afirmaciones provienen de quien hizo posible el preacuerdo y hoy
oficia como heredero de “Jojoy” y del aparato militar de las FARC. Sino,
además, porque se trata de la misma visión de hace 50 años. Una que aún divaga
en el espejismo de los latifundios y rehúye la responsabilidad en el despojo y
reacomodo de la propiedad rural a sangre y fuego.
¿Realmente hay latifundios en manos de
propietarios y herederos legales de la tierra? Cierto es, que no son todos los
que dicen, ni de la magnitud que se especula. Creo que no hemos podido pasar la
página de La Colonia, cuando se podía sostener la premisa de la concentración
legal de la propiedad. Desde hace décadas asistimos a un permanente
fraccionamiento de la tierra, que nos condenó a una estructura de minifundio y
pequeña propiedad. Una realidad que admite el gobierno, cuando asegura que el
62% de los propietarios en el campo tiene menos de una UAF.
En 1964 Miguel Santamaría Dávila
–entonces Presidente de Fedegán– ya señalaba el fenómeno, a propósito de los
debates de la “Alianza para el Progreso”. Sostenía que el diagnóstico de la concentración
–con información catastral– era falso. En el registro aparecían propiedades
gigantescas que en realidad habían sido divididas en herencias, parcelaciones,
ventas o invasiones. Cálculos que corroboró Enrique Peñalosa, Gerente del
Incora de la época. ¿Qué le hace pensar al país que esas dinámicas de
parcelación se detuvieron? Más aún, si las advertencias no impidieron la
reforma agraria y muchas fincas fueron “incoradas”, aunque estuvieran
debidamente explotadas. Me pregunto ¿cuál sería hoy la suerte de la propiedad
rural, debidamente adquirida, si prosperan las 5 reformas agrarias que exigen
las FARC?
Pero si el predominio del minifundio y
la pequeña propiedad es real, no es menos cierta la violenta colonización de
grandes extensiones por parte de guerrillas, paramilitares y narcotraficantes.
Basta cruzar los mapas del desplazamiento y la presencia de estas fuerzas, para
señalar a los verdaderos despojadores. Los mismos que hoy operan ejércitos
anti-restitución, para conservar –en testaferros– territorios estratégicos que
sirven a sus propósitos políticos y militares, ostentar activos de acumulación
patrimonial o para siembra de ilícitos.
Aunque las cifras del despojo son
inciertas, sabemos que un 40% de los municipios vivió la cohersión, las
masacres y la expulsión como vías de hecho, para que capitales ilícitos
englobaran pequeñas propiedades en grandes fundos, que sumados podrían
representar una tercera parte de las mejores tierras del país. Ahí están los
terratenientes, contra los que apenas hemos podido extinguir 52.516 hectáreas
en una década de vigencia de la Ley de Extinción de Dominio. La otra
herramienta: la Ley de Restitución de Tierras está en ciernes, pero ya los
propios usurpadores le hacen zancadilla, aunque “reivindican” la tierra como
bandera de lucha.
No podemos equivocarnos. Los
negociadores deben tener claro el problema: ¿Cómo vamos a manejar el
microfundio y la pequeña propiedad? ¿Cómo vamos a detener el fraccionamiento
anti-económico de la tierra, en momentos retadores desde lo global? Un mal paso
puede cambiar la suerte del país rural y no precisamente para bien. No queremos
volver a recoger los pedazos de una reforma agraria expropiatoria, contraria a
toda lógica económica y social ¿Será que después de 50 años repetimos la
historia, por no saber leer la coyuntura y los desafíos de la tierra?
*Presidente Ejecutivo de FEDEGÁN.
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